Telebasura y otros términos despectivos para la «caja chica».
Marco aurelio Gónzález Gama.
La televisión y la radio actual ya no son lo que fueron alguna vez. Toda mi vida, desde que me acuerdo, he sido un férreo defensor de la televisión y de la radio. Crecí con ellas y, lo he dicho muchas veces, la poca o mucha cultura de este aprendiz de escribiente se la debo en buena parte a estos dos medios de comunicación masivos. En mi infancia y adolescencia me tocaron grandes comunicadores, tanto en pantalla como en cabina radiofónica: Álvaro Gálvez y Fuentes, Luis Spota, Ricardo Garibay, Tomás Mojarro, Jorge Saldaña, Pepe Alameda (que era un seudónimo, su nombre real era Carlos Fernández y López-Valdemoro), Pedro Ferriz Santacruz, Jorge Marrón (el famoso doctor I.Q., veracruzano, por cierto), Paco Malgesto (Francisco Rubiales Calvo), Sergio Romano, Emilio Ebergenyi, León Michel, Juan José Arreola, Jorge Labardini y hasta el mismo Fernando Marcos, sin dejar de mencionar a Octavio Paz y Enrique Krauze. Todos ellos gente de una amplia cultura y grandes divulgadores de ideas. Caray, qué contraste con la televisión actual que no se puede ver, y la radio tampoco escuchar, ni por la «música» —Bad Bunny, por ejemplo—, y ya no hay voces emblemáticas que le hablen a uno de cultura con conocimiento de causa. Recordaba, a propósito de lo anteriormente mencionado, de una terminología que estuvo en boga en los años 80, por ejemplo «telebasura» (que es un neologismo aplicado a determinados modelos televisivos totalmente desechables, como su nombre lo indica). Para más precisión, la Real Academia Española engloba a este término como el «conjunto de programas televisivos de contenidos zafios y vulgares». Y sigo con la cita textual: «su uso inicialmente coloquial, más tarde fue motivo de estudio sociológico, es la televisión definida por el sensacionalismo, los acontecimientos impactantes, los quehaceres privados y personales de personajes famosos, y absoluta carencia de contenido cultural». O sea, la total degradación de contenidos y del lenguaje televisivo, lo ordinario por encima de lo educativo, de lo estético, lo ético y lo cultural. Por otra parte, estimados lectores, estamos hablando, de una especie de «videocracia» donde los intereses privados, el mercantilismo en grado sumo, los gobiernos, la política y los políticos nos están imponiendo la visión del mundo y de una realidad ficticia. Lo que vemos en las pantallas y escuchamos en la radio todos los días no me van a desmentir. Ya para cerrar esta colaboración, en las épocas actuales están reviviendo otros términos que, en lo personal, creía superados como «mediocracia», «telecracia», «teledemocracia», y «telepopulismo», que pueden ser considerados como sinónimos de «videocracia». Como diría Guillermo del Toro, ya chole con los Derbéz y los Chaparro… y los burro Van Rankin, y las Galilea Montijo, y las Laura (la peruana), y los Lalo España, y los Facundo, y ahí le paro porque si no nunca termino.