¿A quién me refiero? No sé si adivinaron… me refiero a Freddie Mercury (Stone Town, Zanzíbar, hoy Tanzania, 5/09/1946-Kensington, Londres, 24/11/1991). Mercury, que en realidad se llamaba Farrokh Bulsara, fue un hombre predestinado de principio a fin. Un multitalento excepcional, catalogado como cantante, compositor, pianista, guitarrista y diseñador gráfico, evidentemente fue un dotado, autodidacta de la música, y un verdadero genio, de esos que nacen cada 100 años. El pasado 24 de noviembre hubiera cumplido 76 años, con su muerte se cumplirán 20 años de su partida terrenal. Lo que es la vida, es muy probable, aunque no lo podemos asegurar a ciencia cierta, que si hubiera vivido 16 años más, con todo y la enfermedad del sida encima, aún estaría vivo este genio de la música. Cuando alguien era diagnosticado de sida cuando apareció a principios de los años 80, prácticamente estaba sentenciado a muerte. A partir de finales de la primera década de este siglo, el sida se convirtió en una enfermedad crónica perfectamente manejable médicamente. Pero volviendo al tema de Freddie, me he preguntado innumerables veces qué hubiera pasado con este gigante de haber vivido en esta época de libertades y tolerancia sexual. Seguramente sería el símbolo máximo de la diversidad sexual un semi dios. Si en aquellos años del máximo éxito de Queen, en donde fue adorado por millones de fanáticos que festejaban su gran carisma y coreaban su potente voz (concierto Live Aid, Estadio de Wembley, Inglaterra, 13 de julio de 1985), en estos tiempos se hubieran multiplicado por millones los fans de Mercury a lo largo y ancho del globo terráqueo. Sus canciones suenan y siguen resonando porque son inmortales, son patrimonio de la humanidad. ¡Viva Freddie Mercury! ¡Find me somebody to love / Find me somebody to love / Find me somebody to love / Find me somebody to love / Find me somebody to love…! Lo publica Marco Aurelio González Gama, directivo de este Portal.