Dios, se le busque o no se le busque, sigue presente en nuestra historia para
revelarnos el sentido y significado de la vida. Existe una imagen que sobresale
en la fiesta de la Epifanía o de los Santos Reyes: La del camino luminoso de
Dios. La vida del pueblo de Israel fue una peregrinación constante y vital. El
viaje de los llamados Reyes Magos es, así, el símbolo de la vida cristiana
entendida como una permanente búsqueda de Dios que se revela, como un
camino sobre las huellas de Cristo, como una separación radical de las cosas
destructivas y de la inercia sofocante en la vida. Permanecer inmóvil y cerrado
en sí mismo genera un enfermizo sentimiento de poseerlo todo y de tener el
monopolio de la verdad, que nos convierte inevitablemente en individuos
indiferentes a la Palabra de Dios y a las demás personas. Cualquiera que esté
instalado cómodamente en su casa y su comunidad no podrá ir a Belén a
contemplar la revelación de Dios en el recién nacido y en las necesidades de
los más indefensos.
Con la experiencia del encuentro con Cristo de los llamados Reyes Magos, se
abre también hoy un camino estrecho ante la mirada de muchos creyentes para
encontrarse consigo mismos y conquistar la libertad, que consiste en buscar el
bien y la verdad. Sin embargo, existen hoy todavía muchos bautizados que
viven en plena indiferencia y con un doble discurso respecto a la vivencia de la
caridad. Aún queda un largo camino y una ingente tarea para encontrar a Dios
en los pobres que nos permitan mirarlos con misericordia. La búsqueda y el
encuentro con el Dios de la vida nos capacitarán interiormente para buscar,
entre todos, soluciones políticas y sociales que permitan ser a los pobres de
México, agentes y promotores de cambio en un mundo tan violento y
empobrecido hasta que todos veamos hecho realidad un mundo más humano y
fraterno.
La manifestación de Dios en la vida de la persona implica y exige ir al
encuentro de los demás, pero sobre todo de los más necesitados. Creyentes o
no, bautizados o no, ricos o pobres, a todos se nos ofrece la invitación de hacer
un mundo mejor con una vivencia profunda y humanizante desde el encuentro
con Dios. El Papa Francisco nos recuerda a todos que la “Iglesia ha reconocido
que la exigencia de escuchar este clamor brota de la misma obra liberadora de
la gracia en cada uno de nosotros, por lo cual no se trata de una misión
reservada sólo a algunos: La Iglesia, guiada por el Evangelio de la misericordia
y por el amor al hombre, escucha el clamor por la justicia y quiere responder a
él con todas sus fuerzas” (Número 182). Todos tenemos la permanente
invitación de abrir el oído y el corazón para ir al encuentro de Dios y de los
demás, hasta vivir ya desde ahora el cielo en la tierra.
Pbro. Juan Beristain de los Santos
Director
Oficina Comunicación Social Arquidiócesis de Xalapa
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