Lugar:
Fuente:
Arquidiócesis de Xalapa

El descubrimiento de la presencia salvadora de Dios en medio de las vicisitudes de la
vida es el objetivo de la fe en Cristo. No es la exterioridad espontánea ni la falsedad
cotidiana de las acciones personales y comunitarias sino la interioridad y la verdad de
bien común lo que nos lleva a la profunda riqueza de lo que es la vida humana y su
vocación trascendente. No es la erudición sin ética lo que revela el significado profundo
de la persona y su valor, sino la sabiduría espiritual de Cristo la que guía e ilumina el
camino de los acuerdos justos para superar y vencer todo el sufrimiento y pobreza que
marcan a personas que nadie ayuda en la justicia. El evangelista san Mateo nos
presenta una experiencia de sabiduría cristiana que vivieron los apóstoles para renovar
su vida integral y seguir buscando en Cristo el sentido profundo de la vida: “Jesús tomó
a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se
transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se
hicieron blancos como la luz” (9,1-2). Esta vivencia profunda iluminó a los apóstoles
para pasar de un estilo de vida cómodo y sin compromiso a una vida dedicada al bien
de todos y abierta a la trascendencia de la justicia.
El exceso y la mentira se van convirtiendo en moneda de uso común, en la vida práctica
de muchos ciudadanos y en muchas áreas de la vida social, porque se ha perdido el
aprecio por la luz de la verdad y de la legalidad que impulsen a la búsqueda del bien de
todos y para todos. La situación ha llegado a un grado de inconsciencia que se reconoce
como un estilo de conducta ejemplar a todo aquel que consigue muchos bienes
materiales a través de medios ilícitos, a todo aquel que se aprovecha y engaña de
palabra y obra a los más indefensos, a todo aquel que aplasta con su imagen y su éxito,
valiéndose de su puesto de privilegio, a los que desconocen sus derechos y obligaciones
civiles y religiosos.
Hoy más que nunca es necesario que todos volvamos a recuperar la finura y fuerza del alma
para participar informadamente en los asuntos e intereses públicos de todos, el gusto
por la reflexión que nos lleve a defender aquello que no se puede negociar y la dignidad
de la conducta moral y ética que nos permita, bajo la legalidad y autonomía, vivir en una
sociedad justa y abierta a la trascendencia.
Pbro. Juan Beristain de los Santos
Director
Oficina Comunicación Social
Arquidiócesis de Xalapa