Anticlímax
Marco Aurelio González Gama.
 
Antes de entrar en materia, con su permiso voy a abrir un largo paréntesis para comentar algunos hechos ocurridos en los últimos días que me parecen importantes: en orden de sucesión, el fallecimiento de Irma Serrano me trajo algunos recuerdos juveniles. No voy a entrar en detalles onomásticos, todos saben quién fue la señora, dicho esto sin el menor afán de denostar, y recordaba que su libro ‘A calzón quitado’ (1978), donde narra sus devaneos con Gustavo Díaz Ordaz siendo presidente de México, tuve la triste honra de leerlo en aquellos años en que fue publicado, estaba entre los libros que pululaban en casa y, seguramente movido por el insano morbo de meterme entre las sábanas de la Serrano para conocer sus arrebatos carnales, me lo aventé de un tirón. Era un libro totalmente prescindible, hortera, y como al gato, la curiosidad me mató, el título era demasiado sugerente. Segundo paréntesis, cosa curiosa, por estos días cumplió años, 84, esa especie de chamán —agarra mensos— en que se convirtió Alejandro Jodorowski (les recomiendo dar un repaso a su ficha autoral en Wikipedia, no tiene desperdicio), y recordaba que allá a finales de los 70, junto con la tigresa, creó una especie de subgénero teatral al que se conoció como «teatro de medianoche». Esta corriente escénica, como su nombre lo indica, era para público adulto. Nunca fui a ver ese tipo de espectáculos, pero abundaban los desnudos tanto femeninos como masculinos. Como comentario aparte diré que el cine que hizo Jodorowski en México era muy mafufo, el surrealismo se quedó chiquito a su lado, cosas espantosas e inexplicables. En estos días también se dio la desaparición de la muy bella y sensual actriz Raquel Welch. Aún la recuerdo en su papel tal vez más emblemático: ‘Un millón de años AC (One Million Years B.C., 1966). Sin duda una de las artistas más bellas de la historia del cine, pero, lo que son las cosas, en lo personal no fue una de mis maestras iniciáticas en materia de erotismo y de la autoexploración, ese honor, para ser sinceros, debo conferirlo al cine italiano y a sus muy bellas actrices, esas sí sacerdotisas del que esto escribe en el anchuroso mundo de la sensualidad femenina y sus exuberantes formas. La lista es larga, desde Sofía Loren, pasando por Silvana Mangano, Monica Vitti, Gina Lollobrigida (también fallecida recientemente), Virna Lisi, Ornella Muti, Laura Antonelli hasta Mónica Belucci y Edwige Fenech. ¡Ufff! Qué mujeres, de ensoñación, inspiradoras, de auténtica pedagogía, este viejo aún las tiene metidas entre ceja y ceja. Finalmente, hace unos días se entregaron los premios Oscar de la academia del cine de Hollywood y, como tal vez nunca me había pasado, de todas las nominadas nada más he visto una, la alemana ‘Sin novedad en el frente’ (Im Westen nichts Neues, 2022), véanla, está en Netflix, con crudeza narra lo que es el horror de un frente de guerra. Ando en un plan anticlimático, ya lo he comentado aquí, por eso me niego a ver Bardo de G. Iñárritu y Pinocchio de Guillermo del Toro. Espero recuperar el ánimo pronto, de eso va a depender que las vea. Hasta la próxima.