Doctor Juan Flores
Juan Noel Armenta López
Afuera está lloviendo. Afuera hay oleadas de lluvia y bocanadas de aire inmisericorde que azotan el almendro de grueso y tupido ramaje. Afuera sigue lloviendo, el aire empuja la lluvia hacia los cristales de la ventana. Aquí, adentro, en la casa, hay calor de hogar que contrasta con el vendabal que se arremolina en el exterior. Octubre para muchos, me incluyo es un mes de recuerdos que vienen de ese pasado lastimoso. Afuera gime el viento como queriendo apagar esos recuerdos. Tengo frente a mí el libro: “El paciente y su médico”. El autor del libro es el doctor Juan José Flores Rodríguez. El famoso médico, poeta, comunicador, pintor y luchador social no requiere mayor presentación. Hace relativamente poco tiempo sentimos su partida. Gustábamos de sus conversaciones en el canal Cuatro Más. Vivió el doctor en lucha permanente por ayudar al desvalido. Enfrentó con valentía al sida, con criterio, con investigación y con gestión institucional. Estoy viendo, calladamente, el contorno de su imagen personal en el libro. Estoy viendo su rostro apacible, amable y alegre, como siempre era el rostro del doctor. No tuve la oportunidad de ser su amigo. Me hubiera gustado ser su amigo. Recuerdo cuando me vio con unos cigarros y cerillos en la mano, y me dijo: te voy a llevar al hospital para que conozcas el verdadero mundo de Marlboro. Pero cuando se tiene un vicio, desgraciadamente se aprende al momento de entrar a la impactante sale de urgencias de un hospital, a veces ni así es suficiente. ¿Conociste al doctor Juan Flores?, preguntó mi hija mientras sorbía un oloroso trago de oscuro café en esa enorme taza azul que la ha acompañado a lo largo de su corta vida. Tu pregunta correcta sería: ¿Quién no conoció al doctor Juan Flores?, le contesté. Después de haber leído el libro del doctor Juan Flores, recargué mi mano en la pasta gratamente impresionado con la lectura. Ahora pienso que hay mundos muy cercanos que antes eran lejanos, el mundo del sida por ejemplo. Hay partes del relato del libro que me hacen pensar que el doctor siempre fue un creyente en Dios. Pero el doctor, contrario a muchas personas, nunca invadió el tramo que le corresponde a Dios, por eso pisaba con firmeza el terreno de la realidad. El doctor Juan Flores encontró sin duda el punto fino descuidado en el mundo del sida: el aspecto humano. La formación humanística del doctor hizo que viera al enfermo como humano y no sólo como organismo. Asoció el doctor a las enfermedades con el estrés, con la contaminación, y creo que hasta con la ignorancia y la arrogancia. Siento que el doctor Juan Flores tomó la carrera de medicina no por casualidad, sino porque le interesaba la humanidad. Sufrió el doctor con el que sufría, y lloró con el que lloraba. Muchas veces tuvo que tocar intereses en aras de un acto bondadoso. Sabía que los intereses ajenos a la bondad, son como las telarañas: seductores pero peligrosos, el doctor lo tenía muy claro. Padecía el doctor cuando atendía pacientes, sobre todo jóvenes, que hablaban de la muerte como un valor preponderante. El doctor viajaba en las complejas pero hermosas cuerdas de la imaginación y hablaba de la belleza de la mujer como el gran universo, hablaba de sus nietos, del agua cristalina, de los peces, del arcoíris, de las entrañas, de la pureza, del pasado, del camino en la vida, y de tantas otras cosas que inundaban su mente. Tal vez con todo ello el doctor Juan Flores a través de esa vena poética encontraba respuestas y mitigaba el dolor por ver las constantes escenas del sufrimiento humano. Así, la poesía fue suave bálsamo para su alma, en este mundo estridente.
Admito que no tengo autoridad moral para emitir un juicio a la altura y el tamaño de persona tan distinguida. Aunque estoy entendido, que quien llega a la grandeza, por sabio perdonará mis errores. Gracias Zazil. Doy fe.