RELATOS DEL UNIVERSO

Alberto Calderón P.

 

En una noche calurosa salgo a admirar el cielo lleno de estrellas, sin darme cuenta mi imaginación viaja en segundos, cierro los ojos y me veo alejándome de la Tierra.

Contemplo en la lejanía cómo nuestro astro se va convirtiendo poco a poco en un punto azul pálido, suspendido en el vasto lienzo del espacio exterior. Viene a mi mente lo dicho por Carl Sagan recordándome la humilde condición de nuestro planeta en medio de la grandiosidad del universo. Entro en un estado de meditación y avanzo, alejándome de la Vía Láctea, y la magnificencia abrumadora del cosmos se revela ante mis pensamientos, en esa inmensidad percibo algo parecido a un cerebro gigante con puntos de luz, otros opacos giran en orbitas galácticas y planetarias alrededor de múltiples soles como puntos de energía activos, cargados de conocimiento en la vastedad de lo inimaginable.

Esa indescriptible grandeza me lleva a comprender que somos apenas un diminuto mundo en un vasto océano cósmico en constante expansión. Recuerdo que hace poco leí que los astrónomos han descubierto miles de exoplanetas más allá de nuestro sistema solar, y sus condiciones los hace potencialmente habitables, pienso que la Tierra alguna vez estuvo en esas condiciones. Mi mirada se pierde en el oscuro manto estrellado. Un sentimiento parecido a la emoción a lo desconocido me invade al pensar que la vida pueda encontrarse en cada rincón del Universo, eso me sorprende por completo. Cómo no pensar en ello si veo la sincronía y organización de esa vastedad infinita.

Imagino que los avances tecnológicos que presenciamos en la Tierra podrían haberse desplegado incluso antes que lo hiciéramos nosotros en otros rincones del Universo. Las mentes más brillantes podrían ser ahora sintéticas, engendradas por civilizaciones que alguna vez fueron biológicas. Me percato que ahora todo es posible. Abro los ojos, ya no estoy meditando, pero sigo pensando en varias posibilidades sobre nuestra existencia y salta la idea de que la transición de la inteligencia biológica hacia la sintética podría ser un patrón que se repite a lo largo y ancho del cosmos como una constante universal. Eso me confunde causando temor y un escalofrío de imaginar la metamorfosis de nosotros los seres humanos tal como nos conocemos y reconocemos, pudiéramos transmutar a no ser ya iguales y pasar a formar parte de una inteligencia más desarrollada, pero abandonando paulatinamente como somos hoy. ¿Será la tendencia de nuestra evolución?

 

Con tantas cosas que leemos, unas falsas y otras muy realistas, me doy cuenta de que podría haber miles, ¡incluso millones!, de mundos que ya han abrazado la tecnología de la inteligencia artificial. La idea me resulta abrumadora, haciendo latir más rápido mi corazón. Eso puede ser una posibilidad que transforme nuestra propia naturaleza humana y la de nuestros descendientes.

Creo que una cosa es mejorarnos con complejos chips neuronales para acrecentar nuestra inteligencia o resolver problemas de salud, de ser así seríamos seres humanos en vías de transformación. ¿Pero…que somos? Posiblemente estemos abriendo la brecha que separa la inteligencia de un humano a una superinteligencia alienígena, que supongo es tan inmensa como la que existe entre nosotros y una modesta hormiga. Este pensamiento se apodera de mí con una fuerza arrolladora dejándome sin aliento. Es posible que en la inmensidad del cosmos existan inteligencias que superan nuestra capacidad de comprensión. Veo el universo plagado de misterios y maravillas que desafían cualquier intento de aprehenderlos por completo. Percibo un gran potencial de la inteligencia sintética en un horizonte nuevo y desconocido, pero también pienso que somos seres humanos biológicos que formamos parte de la historia cósmica.

Alberto Calderón P.

21/06/23