Le propongo un trato. Por Pedro Chavarría. 19 VII 23

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Hoy me dirijo a quienes tienen la atención de leerme, cosa que agradezco cumplidamente,
pero también quiero dirigirme a quienes no me han leído, por eso el título poco usual de esta
colaboración.
Todo acto de escritura y su difusión, o publicación, tienen la misma intención: comunicar, es
decir exponer ideas, de un escritor, a un determinado público, a fin de lograr ciertos acuerdos
y disposiciones, a fin de encaminarnos a un objetivo que el que escribe considera valioso, o
al menos digno de ser tomado en cuenta y del que se esperan frutos ventajosos.
Esta publicación es para público general, de modo que puedo pensar en que podrían leerme
personas de muy diferente extracción social, edades e intereses. La idea siempre es llegar a
un público lo más amplio posible, donde se incluyan personas habituadas a leer, pero también
quienes aún no adoptan esta costumbre. Muchas personas no se han hecho el hábito de leer
por una amplia variedad de razones: falta de tiempo, de dinero, de interés en los tópicos que
suelen publicarse, pero sobre todo porque no los han acostumbrado a ello. El caso es que en
México leemos muy poco, situación estrechamente ligada con la escasez de medios que
publiquen textos variados.
Existe predominio de temas relacionados con política y economía y son precisamente los que
atraen más personas interesadas, pero otros temas se ven muy poco favorecidos, incluida la
literatura y ensayo no político-no económico. Cada quien valora si embarcarse en la aventura
de leer, sobre todo si se trata de textos de cierta extensión, que nos consumen tiempo y
finalmente pueden no resultar todo lo provechosos que pensábamos, de modo que ante la
duda o desconocimiento de los temas, muchas personas prefieren abstenerse y hacer otra
actividad más gratificante. Por esto mismo le propongo un trato, decía yo en el título de estas
cuartillas, apenas res.
El rato básicamente es muy sencillo, Ud, como lector, se compromete a leer lo que escribo
en esta ocasión. Yo, como el que escribe, me comprometo a brindarle un punto de vista que
debiera ser especialmente provechoso para quienes leen poco, o para quienes leen
preferentemente en redes sociales, que tanto éxito tienen hoy. Mi compromiso es llevarle con
rumbo desconocido y al llegar darse cuenta que en el camino, la extensión de tres cuartillas,
algo nuevo, o más claro, ha surgido en su mente, para lo cual me valgo del lenguaje que
compartimos: el español.
Ud, como lector, tendrá que esforzarse, espero que poco, en concentrarse en mis palabras, de
modo que su actividad mental elimine cualquier tema ajeno a lo que estamos abordando,
que es el trato que propongo desde el título. Concentración equivale a borrar o ignorar
cualquier motivo que lo aparte del sentido de estas líneas. A veces no es una tarea fácil, por
lo que requiere esfuerzo acallador. Nuestro cerebro es tal que continuamente capta, recuerda,
o genera multitud de posibilidades que, una vez asomando la cabeza, pugnan por salir del
todo y demandan nuestra atención, al grado que borran todo lo demás. Pues bien, la idea es
no dejar que eso pase, baste decir que nos mantendremos centrados en estos renglones porque
así lo hemos decretado desde el principio.
Cada cual sabrá en qué le conviene concentrarse. Hoy, a manera de ejercicio, le propongo
seguirme sin desviarse del camino que le marco. Acepto que es una especie de tiranía, pero
partimos de la idea de que este es un trato que algo provechoso le redundará. Todos los que
alguna vez escriben algo pretenden lo mismo: captar la atención de un público.
Se requiere un esfuerzo de voluntad para no perder el rumbo. Muchas podrán ser las
tentaciones en el camino, muchos los cantos de las sirenas, que ya sabemos a dónde nos
conducen: el naufragio, que equivale justamente a dejar que nuestro cerebro nos imponga un
camino diferente al que hemos escogido al inicio. Nuestra ganancia más importante será la
persistencia en el objetivo que establecimos en el principio: yo he escrito esto y Ud se
compromete a seguirme puntualmente hasta el final. Y si después del final Ud es capaz de
seguir pensando en ello, ya sea para desentrañar algún planteamiento, para coincidir
conmigo, o para disentir y proponer otra alternativa que le parezca más acertada, mejor.
La idea básica es que el lector sea capaz de borrar todo lo que no tenga que ver con el texto
y dedique toda su atención a lo que se dice en él. Este, en particular, solo sirve de pretexto
para un ejercicio de concentración en la lectura, de modo que se vaya adquiriendo la
capacidad buscada: concentración. Como se puede ver, no hay nada especialmente divertido,
ni asombroso en él. Y justamente eso es parte del trato: concentrarse en lo que se dice, aunque
no nos resulte especialmente atractivo. Esto suele suceder frecuentemente con todo tipo de
textos escolares y académicos, a los que hay que dedicarles mucha atención y concentración,
para extraer e ellos su parte más valiosa, a veces escondida entre un montón de datos y
palabras que aparentemente nada nos dicen.
Para eso sirve la concentración: para aguzar nuestros sentidos y ser capaces de notar sutiles
cambios tras los cuales puede estar oculta la clave que buscamos. Quien no se pierda o
distraiga en el camino llegará a encontrar lo que se oculta. Quizá el tema principal no sea el
sitio de destino, sino el viaje mismo, y esto al principio no se nota. Parece fácil decir que
habrá que estar atento para descubrir la clave, pero con frecuencia es muy difícil. En alguna
ocasión propuse la lectura en voz alta de un cuento ingenioso, que además apoye con
proyección de imágenes alusivas. Muy pocos llegaron a captar el final, pues varios se
levantaron con cualquier pretexto y perdieron la atención al dejarse arrastrar por otros
pensamientos ajenos al tema, o derivados de él, pero distanciando la atención.
Estamos cada vez más habituados a lo visual no escrito: fotografías, dibujos, películas,
movimientos, colores, por lo que nos cuesta trabajo mantener la atención en un texto sin
apoyos visuales. Nos cuesta trabajo ver letras, formar palabras, completar oraciones y, peor
aún, generar nosotros mismos los apoyos visuales con las instrucciones que el propio autor
nos ha venido dando a lo largo del texto. Nos emociona el dibujito del comic, o la fotografía,
o la escena en movimiento, creada y trabajada con las guías del escritor. Las imágenes o
escenas incluidas son producto de la mente de un lector que traduce para nosotros y nos
muestra justo el detalle a destacar, como cuando en las películas la cámara hace un gran
acercamiento a un objeto insignificante a simple vista.
Al leer nosotros debemos ser los camarógrafos e iluminadores que encuadren y magnifiquen
los detalles importantes que vayan creando nuestra propia película mental. Claro que si no es
la narración de una aventura, todo se vuelve más complicado. Quizá en historia podamos
representar al cura Hidalgo en el momento cumbre, pero ¿cómo representar el ambiente de
la guerra fría? ¿O cómo pasar de una ecuación a una curva en dos ejes cartesianos? Se
requiere cada vez más un esfuerzo de concentración y de creatividad para transformar letras
y palabras en imágenes que hagan explícita una situación. Este es, con mucha frecuencia, el
reto al que se enfrentan estudiantes de todos los niveles: pasar de la palabra a la imagen, y
eso después de haber encontrado las palabras clave entremezcladas con muchas otras que no
nos llevan directamente al meollo del asunto. Se requiere gran concentración para ver
aparecer la o las palabras clave y atraparlas, aislarlas, traducirlas a imágenes, ideas o
conceptos y luego ver si encajan de regreso y hacen explícita una situación.
Por eso la importancia de ser preciso con el lenguaje, de mantener el orden y la subordinación
de las ideas y los matices. Es como ser pintor y tener una paleta con dos o tres colores que
no se pueden combinar: resultados pobres, predecibles, aburridos. Entre más riqueza de
colores y diversidad de pinceles, brochas y espátulas, más detallado y fiel será nuestro
paisaje. Así con el lenguaje, entre más variado y preciso, mayor la fidelidad de lo descrito o
narrado. Cada palabra agrega un detalle particular y aporta precisión y riqueza.
Las imágenes televisivas están diseñadas para cambiar el foco de nuestra atención cada 20
segundos, de modo que no podamos pensar ni reflexionar en lo que nos presentan, por eso
suelen ser previsibles. Lo mismo hace Tik Tok, Instagram, Twitter y otras redes sociales,
donde ya hay twiteratura. Mensajes cortos, simples, diseñados para el impacto visual, pero
no para la reflexión. Los estudiantes tienen que enfrentarse a esta diferencia: el impacto
inmediato vs la reflexión. La simplificación de los procesos mentales y no la complejidad.
Pintar con solo tres colores.
Nos acercamos al final del trato. He hecho lo posible por cumplir, espero que cada lector,
sobre todo los jóvenes, se hayan concentrado, evitado el paso a toda clase de ideas disruptivas
y alejado el celular, para que whatsapp o facebook no los apartara de la meta. Agradezco su participación.