Somos habitantes de la espera. Vivimos ansiosos de que lleguen cambios, éxitos, el fin de semana, el próximo verano, una voz al teléfono. Las esperanzas, que nos impulsan cada día, pueden ser un don y una dificultad. Nos ayudan a avanzar, es cierto, pero también nos cargan de expectación y ansiedad; mantienen vivo el deseo, peo a cambio mantienen nuestra permanente insatisfacción. Lo escribe Irene Vallejo en «Milenio». Foto «Grupo Educar».