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Milenio Digital

Bergoglio pudo hacerle guiños de posible sucesión a este cardenal francés, identificado con el ala progresista dentro del catolicismo.
Aunque sus simpatizantes consideran que el cardenal Aveline tiene carácter, el inconveniente es que no habla italiano.
Témoris Grecko

¿Se saltó las reglas el papa Francisco para señalar su preferencia de sucesor? En varias ocasiones, sugirió que el siguiente pontífice podría tomar el nombre de Juan XXIV, en referencia a Juan XXIII, una imagen identificada con los progresistas católicos.

Algunos interpretan el dicho de manera general, como un “mensaje codificado” a favor de la elección no de un papa doctrinal –es decir, conservador–, sino de uno pastoral, un perfil en el que encajan varios de los aspirantes.

Pero muchos otros no pasaron por alto que a Jean-Marc Aveline, uno de los papables más próximos al finado Jorge Mario Bergoglio, desde hace años lo apodan precisamente Juan XXIV. Ese dato no se les fue, desde luego, a quienes critican el “papado liberal” de Francisco y consideran que esos comentarios parten de un intento ilegítimo de manipular el cónclave.

Este grupo ve a Aveline como “un defensor de un catolicismo light, más centrado en cuestiones sociales que en la defensa de la fe”, según el diario digital InfoCatólica.

“Su apoyo a las periferias y al diálogo con el islam es interpretado como una cesión a la secularización”.
Aunque esas son, para otros, grandes virtudes: Aveline, que en 2019 fue ascendido de auxiliar a arzobispo de Marsella, es también conocido como el “obispo del Mediterráneo”, a partir de su origen y de su trabajo para enfrentar los grandes problemas de las “cinco orillas” de ese mar: Europa, África del Norte, Medio Oriente, Balcanes y Turquía.

Esas son experiencias que, creen sus simpatizantes, le otorgaron las habilidades y el carácter para enfrentar los grandes conflictos que enfrentan la Iglesia católica y el mundo contemporáneo.

“Mi abuela también fue migrante”, declaró Aveline a La Voz de Almería, una provincia de Andalucía, España.
“Mi familia ha ido de Almería a Marsella para encontrar un futuro mejor”.
Sus abuelos eran trabajadores agrícolas que emigraron a Orán, en la Argelia colonizada por los franceses, en donde fue empleado ferroviario Pierre Aveline, el padre del hoy cardenal que nació en 1958, en plena guerra de independencia.

Cuando él tenía siete años, por los problemas del nuevo país, la familia volvió a emigrar, esta vez a Marsella, para unirse a los llamados pied-noirs (pies negros), que era la forma despectiva de llamar a quienes llegaban a Europa como resultado del colapso del imperio galo en Argelia o Marruecos.

Esto es lo que imprime la naturaleza del cardenal Aveline: originario de clases bajas, testigo de conflictos étnicos y religiosos, conocedor de las angustias de la migración.

Y es lo que ha definido su vocación pastoral: es promotor de tenderles la mano a quienes tienen otra fe como a quienes se ven forzados a abandonar sus hogares para buscar una vida mejor en otras tierras, y reivindica la importancia de “tender puentes” para unir a quienes son distintos.

Entre sus tareas de mayor visibilidad está el evento “Encuentros Mediterráneos” en Marsella, en 2023. Aveline se apuntó lo que fue considerado un gran éxito al convencer al papa Francisco de acudir como invitado principal.

Convocó a 70 obispos católicos de 29 países ribereños del Mediterráneo; a 70 jóvenes y a otros representantes de comunidades de distintas confesiones, como musulmanes y judíos; además de autoridades civiles como el presidente francés, Emmanuel Macron.

Los temas de la agenda se correspondieron con los del cardenal: bajo el lema “Mosaico de Esperanza”, que buscaba proyectar una visión de unidad en la diversidad, se propone hacer del Mediterráneo un “laboratorio de civilización y paz”, al promover el diálogo entre culturas, religiones y generaciones, y enfrentando desafíos como el cambio climático y la pobreza.

Además del otro gran tema: la migración, que por supuesto, tuvo un papel central tras una década en la que países europeos bloquean el paso de buques de migrantes, y por los naufragios en los que han muerto miles de personas.

“Quien arriesga su vida en el mar no invade, busca acogida”, dijo el papa Francisco en la clausura. “¡El Mediterráneo, lo sabemos, es cuna de civilización, y una cuna es para la vida! No es tolerable que se convierta en tumba, y tampoco en lugar de conflicto”.
“Todos venimos de un arameo errante”, complementó el cardenal Aveline, en una conferencia un semestre más tarde. “Si indagamos en nuestra historia, descubrimos que nuestro padre fue un errante. Marsella lo sabe, porque aquí todos somos producto de una migración”.

Preferencia a debate
“En 2025, será Juan XXIV quien visite Ragusa”, respondió Francisco a una invitación del obispo de esa ciudad, en 2021. Dos años después, cuando la prensa preguntó sobre un posible viaje a Vietnam, declaró: “Si no voy yo, seguramente irá Juan XXIV”.

Con el nombre Juan XXIII, Angelo Roncalli, llamado el “papa bueno” (1958-63), promovió profundas reformas (lo que llamó, en italiano, aggiornamento o puesta al día) de la Iglesia Católica que se definieron en el Concilio Vaticano II –que inició en 1962 y lo concluyó Pablo VI en 1965–, bajo el principio de retornar a las fuentes a favor de un magisterio pastoral: la misa dejó de celebrarse en latín; se hizo énfasis en que el buen católico no debía limitarse a asistir al templo, sino vivir activamente su fe; se pusieron en el centro la justicia social y la búsqueda de la paz; y se reconoció que en las otras religiones también está Dios, pronunciándose a favor del diálogo ecuménico e interreligioso.

Si por un lado, la nueva energía desatada allí dio lugar a nuevos movimientos, como la Teología de la Liberación en América Latina, también se originó una fuerte resistencia por parte de los sectores más conservadores, que todavía esgrimen la severidad de la doctrina.

Aveline reivindica el legado del Concilio Vaticano II, a tal grado que “en Francia, en varios círculos católicos, lo llaman Juan XXIV por la fuerte semejanza con el papa Roncalli y por las ideas aperturistas en el frente social”, señala Franca Giansoldati en ‘Il Messaggero’.
¿El difunto papa estaba pensando en el arzobispo de Marsella cuando habló de Juan XXIV? Está a debate. Para vaticanistas como Giovanni Maria Vian, ex director del periódico del Vaticano, L’Osservatore Romano y autor del reciente libro El Último papa, Bergoglio tenía en mente no un nombre sino una descripción:

“Francisco, con su mención de ‘Juan XXIV’, no sólo expresó un deseo personal, sino que intentó moldear el perfil del próximo pontificado, evocando a Juan XXIII como símbolo de apertura y humildad”.
Los opositores de Aveline desmayan porque fue electo presidente de la Conferencia Episcopal de Francia, cargo que debería asumir en julio próximo. Pero ahora lo sienten todavía peor, porque puede hacerse realidad que llegue a papa.

“Llamarlo ‘Juan XXIV’ es, para ellos, una provocación, ya que temen que su papado sería una extensión de las políticas de Francisco, que consideran divisivas”, advierte Nueva Vida Digital.
“Llámenme loco, pero creo que el líder de la Iglesia católica debería ser católico”, dijo el cardenal francés Gerard Poupard. “Ha funcionado bastante bien en el pasado. Quizás deberíamos intentarlo de nuevo”.
Más allá de la oposición conservadora, Aveline enfrenta dos obstáculos:

“El único inconveniente es que no habla italiano y para un candidato al Trono de Pedro, siempre se ha visto como un punto en contra, al igual que tener la nacionalidad francesa”, apunta Franca Giansoldati, en referencia a que no ha habido otro papa francés desde Gregorio XI, fallecido en 1378 y culpado de causar el grave cisma de Aviñón.
“En ningún cónclave se ha vuelto a considerar la idea de elegir a un hijo de Francia; sin embargo, esta vez, este prejuicio ‘territorial’ podría caer, ya que Aveline es un fuerte defensor de la Europa unida, del diálogo, de la moderación”.
Sus simpatizantes, por supuesto, no pierden oportunidad de mencionar los auspiciosos comentarios de Francisco, interpretándolos de la forma en que más conviene a su candidatura.

En todo caso, aún si fuera cierto, indicó la redacción del periódico La Stampa, “Francisco sabía que nombrar a ‘Juan XXIV’ era una forma de recordar a los cardenales su legado, pero en un cónclave, el Espíritu Santo no siempre sigue los deseos del papa anterior.”

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SNGZ
Foto de Crux.