El sistema político mexicano desde el siglo XX hasta nuestros días funcionó gracias a la corrupción política, fue el “aceite” para que trabajara de manera eficaz la maquinaria política, inclusive con la alternancia en el poder, la corrupción mantuvo su propio rol y sólo se readaptó a la nueva situación política.
Quizá, el historiador Daniel Cosío Villegas fue el primero en analizar este fenómeno político en México con sus artículos publicados en Excélsiorsobre “la crisis de México” de 1946. Si bien en esa época fueron los integrantes del gabinete del expresidente Miguel Alemán Valdés, pasando por el lopezportillismo en los 80 o el salinato en los 90; y ahora estamos ante escándalos semanales de los exgobernadores Granier, Moreira, Murat, Herrera, y en el periodo de la alternancia con el departamento de César Nava, los hijos de Marta Sahagún, Oceanografia, los “moches”; o en el PRD con Rosario Robles, René Bejarano, hasta los integrantes del gobierno de AMLO en el DF; el niño “verde” y sus negocios; en fin, es un modelo político-económico-empresarial que se experimenta en el país desde su consolidación, por lo tanto es un asunto sistémico, de reglas de operación del propio sistema político y económico en México; y por ende no es un asunto cultural, que si bien lleva una parte, no es la que define a la corrupción política mexicana.
Por ejemplo en el ámbito electoral, la corrupción degeneró en clientelas electorales y por ende en la gestación de siervos electorales y no de ciudadanos; por eso, la primera reflexión que se tiene que realizar en el interior de los partidos políticos, pero sobre todo de frente a la casta política nacional es que las prerrogativas pudrieron al propio sistema electoral, ésta es la herencia Hankista de un “político pobre, es un pobre político”; y que ridículamente se afirma que para ganar una elección se necesita mucho dinero, éste es el tema a debatir nacionalmente, el cual se instauró en la reforma electoral de 1996. De ahí que la tarea sea la desmercantilización de la política en México.
Por otra parte, dentro del presupuesto federal y fuera de él, hay que revisar las “participaciones federales” y los excedentes y primas del fondo petrolero que se le enviaron a las entidades federativas, basta recordar que la SHCP en un estudio realizado en 2009, lo que recibieron del gobierno federal del año 2000 al 2009 fue cuatro veces más que el Plan Marshall (éste fue de 12,400 millones de dólares), casi 50 mil millones de dólares y de los cuales nunca rindieron cuentas y si alteraron la información financiera estatal, como fue el caso del gobierno de Coahuila; lo que evidencia que no hay contrapesos ni equilibrios, lo que es lo mismo que ni los Congresos Locales, las Contralorías o los Órganos Locales de Fiscalización son disfuncionales o tienen una conducción de mantenimiento del sistema de complicidades, el cual se refleja en la triada: corrupción-abuso de poder-impunidad.
Dado lo anterior, es pertinente mencionar que la casta política mexicana es un elite formada por alianzas, lealtades e intercambios entre grupos que buscan el poder; por eso se producen las más inimaginables coaliciones electorales (PRD-Panal en el DF para las elecciones 2015), o las coaliciones con hermanos menores (PRI-PVEM) pero de la misma ralea; y que decir de las alianzas entre el PAN y PRD, donde sus gobernadores se vuelven impresentables a la sociedad, y con efectos devastadores para la frágil democracia mexicana.
El político mexicano desdeña el interés público y opta por el interés de grupo; por lo tanto, la corrupción no es un asunto de valores, sino de delitos de naturaleza económica, en donde el individuo opta por su interés personal sobre el colectivo.
La imagen de México como país actualmente es difícilmente defendible, ello por sus escándalos de corrupción política, los cuales están impactando en el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional, que en 2014 allí estamos en el lugar 103 de 175; por ejemplo Brasil se encuentra en el lugar 69, con todo y sus escándalos de corrupción en Petrobras.
Finalmente, al parecer en la opinión publicada y en un alto porcentaje de la población mexicana, existe una batalla moral en contra de la corrupción de la clase política mexicana, y este momento es que debe abrir una ventana pública para que se modifique al propio sistema político mexicano.