Día Internacional de la mujer: Nada que celebrar, sin distingo de género millones de seres humanos son excluidos negándoseles respeto, bienestar y libertad.

Si de algo deberíamos estar seguros es de que nadie en el exterior va a sacar a México del bache. El recuperar aliento y rumbo es tarea de los mexicanos y de nadie más. El primero que debería reconocerlo es sin duda el presidente Peña, si la obcecación por imponer con calzador sus presuntas reformas estructurales se lo permitiera, más no es así, a pesar ya no sólo de señales ominosas que colocan al país en un escenario nada optimista. El horno no está para bollos, siendo más que obvio que el complejo problema por el que atravesamos es de orden interno y no de política exterior.

El Sr. Peña lo reconoció en Londres: “México está plagado de incredulidad y desconfianza”. No es de gratis tal afirmación, sabe y lo sabe bien de cuál es el nivel de la crisis de confianza por el que traviesa el régimen político, las instituciones republicanas y su propia administración, pesando más el desprestigio que todas las bondades que como panacea neoliberal pueda ofrecer su gobierno.

El acabose sería si el mandatario no estuviera ampliamente informado de causas y consecuencias de una crisis que, tocando fondo, no genera escenario y clima de credibilidad y aceptación requerido para profundizar en la conformación de un modelo de país que no se corresponde con la dialéctica del subdesarrollo de un México que, históricamente dependiente de su vecino del norte y con finanzas públicas petrolizadas, a mayor esfuerzo por alcanzar niveles aceptables de crecimiento económico, educación y formación de recursos humanos acorde con los avances científico técnicos, inclusión y bienestar para su gente, mayor es la brecha de desigualdad y pobreza.

López Portillo lo intentó, tratando de convencer que la tarea para México era administrar la abundancia. El resultado de su gestión fue mayor pobreza, desigualdad y despilfarro del potencial nacional. Carlos Salinas, con la firma del TLC, aseguró que pisábamos ya los umbrales del primer mundo, debiendo tragarse sus optimistas palabras frente a los pésimos resultados de una política equívoca que sólo dejó mayor corrupción, saqueo, impunidad, pobreza, desigualdad y mayor dependencia del exterior comprometiendo soberanía y riqueza nacional.

La transición política, con Vicente Fox y Felipe Calderón no fue la excepción, profundizándose y agudizándose las contradicciones internas, con el agravante de una mayor presencia de un no tan nuevo pero tolerado fenómeno, el de la violencia criminal y la penetración de la delincuencia organizada en las esferas del poder y la seguridad.

Y ni qué decir de Miguel de la Madrid, instaurador del modelo neoliberal impuesto desde Washington, cuyo discurso de combate a la corrupción quedó en eso, palabras que el viento se llevó, propiciando incredulidad y desconfianza en el régimen.

El pueblo tiene memoria. Sabe bien que el discurso sin hechos concretos que le avalen, no merece confianza y credibilidad. ¿Por qué debe creer y confiar cuando ya no sólo es percepción en el imaginario social, sino realidad concreta el deterioro de la vida pública y el empobrecimiento de las magras economías de las mayorías?

Como recientemente expresara el diputado federal veracruzano Alejandro Montano en un diálogo sostenido con los integrantes de la Asociación Otero Ciudadano en la capital veracruzana, el sano equilibrio entre percepción y realidad está roto. Y no precisamente como el político veracruzano lo sugiere, cargándole la responsabilidad a una llamada sociedad civil poco informada y manipulada que se resiste a creer en la bondad de su gobierno. El peso específico de una percepción que se sustenta en hechos concretos de la realidad cotidiana, es mayor que todas las promesas incumplidas y optimistas panaceas, sobre un futuro próspero basado en reformas que, a más de no tocar lo sustantivo, fortalece una histórica e injusta estructura económica y social que socializa las pérdidas pagando el pueblo los platos rotos, y privatiza las ganancias en beneficio , legal o extra legal, de unos cuantos entre los que figura el número dos entre los hombres y mujeres más ricos del planeta.

Al presidente norteamericano Bill Clinton sus críticos no se mordieron la lengua con la ya clásica frase: ¡Es la economía estúpido! Marcándole en donde debería ponerse el énfasis en tiempos de crisis.

Al Sr. Peña Nieto habría que señalarle que no es la economía o sus reformas presuntamente estructurales lo determinante para intentar salir del subdesarrollo, sino entender la historia de México y del régimen político que deviene de esta, para actuar en consecuencia.

Insisto en que, a mi juicio, es la política política la que debería ponerse en primer plano. Sin el rescate de ésta, bien poco o casi nada puede lograrse si de reconstruir tejido social, confianza y credibilidad se trata. Aceptar que “México está plagado de incredulidad y confianza”, queda en el discurso, si tras reconocer este fenómeno político y social el sector público no genera hechos concretos que abatiendo desigualdad, pobreza y corrupción impune, modifiquen percepción y realidad.

La confianza en un gobierno se construye y se gana, no se impone por decreto.

La burra no era arisca… reza la conseja popular aplicándose en cada retomar memoria histórica frente a crisis recurrentes. Hoy día la crisis multidimensional ha sentado sus reales en México, el pueblo lo percibe, el gobierno lo niega y la realidad lo confirma. Nada ni nadie puede hablar de recuperar confianza y credibilidad, sin que se le voltee el chirrión por el palito. Más que buscar dinero para endeudar más a PEMEX así como recuperar el prestigio perdido, en Gran Bretaña el Sr. Peña debería haber volteado la mirada a descontento, reclamos, protesta, hartazgo y resistencia de su pueblo. A este es al que hay que atender y convencer, no a la realeza europea o a un volátil capital extranjero que por principio y atendiendo a sus propias contradicciones e intereses, desconfía del México bronco y violento cuya negativa imagen le da una y otra vez la vuelta al mundo.

Mientras esto no suceda, el régimen político vigente en su obsolescencia, sin el pueblo de México está perdido, arrastrando consigo al país entero.

Hojas que se lleva el viento

¿Qué obtuvo Peña Nieto de su visita de Estado a Gran Bretaña? Más desprestigio, más desconfianza, más incredulidad, más endeudamiento para el país y, sin duda, descalificación por parte de los poderes fácticos norteamericanos que no ven con buenos ojos se incremente presencia europea o china en su traspatio.

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Colmando el plato, el gobernador de Veracruz anuncia a bombo y platillo que el despido masivo en PEMEX no afectará a la entidad, ya que los desempleados encontrarán ocupación en las nuevas fuentes de trabajo que con inversiones multimillonarias de capital extranjero, aterrizarán en la entidad gracias a la reforma energética.

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La enfermedad crónica de la grilla electoral que padece el pueblo veracruzano, no logra ocultar o acallar descontento, hartazgo y resistencia frente a un estado de cosas que bien merece el calificativo de desastre. Paradójicamente, entre más se pone el énfasis mediático en el proceso electoral en curso mayor es el rechazo al gobierno, a los partidos políticos contendientes y a los candidatos espurios designados desde la cúpula partidocrática.

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La frase del día: “Mientras Duarte de Ochoa no salpique a empresarios destinando recursos frescos a obra pública, e insista en cancelarle convenios de propaganda a la prensa oficialista, tendrá que enfrentarse a la radicalización de la “crítica”.

Si para la prensa oficialista no pasaba nada, coreando al que dicen gobierna en Veracruz, esto se acabó. “No hay dinero”, la suspensión de convenios de propaganda, de prebendas y canonjías para los propietarios de los medios y el borrón y cuenta nueva en la política de pagos del gobierno estatal a la prensa, se reflejará en un unos cuantos días en la líneas editoriales. Círculos rojos, azules y tornasoles se multiplicarán a lo largo y ancho de la entidad, con consecuencias electorales poco gratas para el PRI, sus aliados y sus espurios candidatos que quedarán exhibidos. No hay enemigo mayor que un hijo ingrato o un empresariado periodístico al que se le aleja la batea. Al tiempo.

por. Enrique Olivera Arce

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