Últimamente he escuchado a mucha gente lamentarse o, mínimo, referirse al paso del tiempo de manera un tanto pesimista, en el sentido de que “como que ahora pasa muy rápido el tiempo”, “el tiempo no nos da tiempo de nada”, “¡cómo pasa el tiempo!”, “ya estamos en marzo de otro año ¡y no he hecho nada!”, “¡parece que fue ayer y ya tiene un año de eso!”, “¡no alcanza el tiempo!”. En fin, expresiones que confluyen en la sensación de que tan luego somos pasado y…
El escritor Javier Marías, en entrevista, expresó que “desde hace unos cuantos años está pasando una cosa muy rara y para mí muy angustiosa. El tiempo, por decirlo de alguna manera, está alcanzando al tiempo. Esto lo he dicho, yo creo, en alguna ocasión… El presente ya es pasado; el presente ya es percibido como pasado. (…) Parece como si las cosas, por el mero hecho de hacerse presentes, pasaran inmediatamente hacia el pasado”. Y agregó que ahora, con la tecnología, todo es inmediato.
Así lo creo. Como que ya no le damos tiempo al tiempo, sino que le pedimos nos dé tiempo. Quizás. El chiste es que no nos detenemos ni un instante para saber y sentirnos vivos, disfrutar, amar, crear. Vivimos en el mundo vertiginoso.
¿Sabia virtud de conocer el tiempo en todos los tiempos? O como la canción: “El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos, el amor no lo reflejo, como ayer, en cada conversación, cada beso, cada abrazo, se impone siempre un pedazo de razón”.
Tal vez sea cierto lo que afirma Javier Marías: “Vivimos en una época tonta, especialmente estúpida y con una enorme pereza mental en gran parte de la gente. Me parece grave porque no tiene casi vuelta de hoja. (…) Tengo la sensación de que llevamos ahora demasiados años en que más bien ha habido una especie de deterioro intelectivo, no digamos intelectual, que eso ya es otra cuestión, sino intelectivo general de la humanidad”.
O sea, todo va junto con pegao: deterioro económico, político, social, cultural, ambiental, vaya, humano. ¿Pa’ qué pensar en irnos a Marte si allá nos alcanzaremos? ¿Hay alguna salida?

Los días y los temas

Mucho ruido y pocas nueces. Al final, dijera la representante de la Organización de Naciones Unidas (ONU) Mujeres en México, Ana Güezmes, “México tiene política, leyes y presupuestos –pero no suficientes– para impulsar la equidad de género; sin embargo, hace falta que la legislación se cumpla en la realidad”. Ahí ta’. ¿En nuestro país se cumplen las leyes en verdad?
Según datos, en México: gobernadoras 0 de 32; coordinadoras de senadores: 0 de 6; presidentas nacionales de partidos políticos 0 de 10; senadoras 44 de 128. Hay más: alcaldesas 165 de 2,441; 12 embajadoras de 85; diputadas locales 330 de 1,137; consejeras del INE 3 de 11. Y así por el estilo. Claro, vendrán a decirme que se está trabajando y aún hay mucho por hacer. ¿Cuántos centenarios más?
Por cierto, ya está funcionando el Centro de Estudios para la Igualdad de Género y los Derechos Humanos del Poder Legislativo estatal. Como lo dijo la diputada Mónica Robles Barajas, “será un apoyo técnico y de acompañamiento para las y los diputados que así lo soliciten, para la elaboración de los proyectos de dictámenes, de iniciativas y puntos de acuerdo que se relacionen con la promoción, respeto y exigibilidad de los derechos humanos y la igualdad de género”.
Bien por el diputado Juan Nicolás Callejas Arroyo, presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso de Veracruz, que sabe muy bien cuándo, cómo y con quién.
Por lo pronto, ahí se ven.