“Para el cumpleaños del señor Presidente, el Congreso, secundado por el Partido de la Revolución Triunfante (que reúne a los principales sectores del país: obrero, campesino y clase media), organizó una serie de festejos sensacionales. Con semanas de anticipación, prensa, radio y tv lo anunciaron.” (Capitulo 2, El Gran Solitario de Palacio.)
Si “el lobo del hombre” festeja su cumpleaños con bombos y platillos, nosotros los amantes de la literatura festejaremos el cumpleaños número (75), de uno de los escritores más críticos y lucidos que tiene México, me refiero al recientemente galardonado con la Medalla de Bellas Artes, al escritor, editor, catedrático y periodista, René Avilés Fabila, (1940- ).
Normalmente cuando se habla de René Avilés, de inmediato viene a nuestra mente la figura del periodista crítico, agudo, aguerrido, el nombre de René nos recuerda al exitoso suplemento cultura del periódico Excélsior “El Búho”, hoy convertido en una prestigiada Revista dirigida por el propio escritor, sin embargo, considero que el mejor festejo en vida que podemos hacerle a René Avilés, es conocer su valiosa y abundante obra, por lo antes mencionado, el primer libro seleccionado para estos festejos, es una de sus novelas más conocidas titulada: El Gran Solitario de Palacio.
La novela fue publicada en 1970-71 en Buenos Aires, Argentina, el tema central es la matanza del 68, la sola historia del libro podría agotar las cuartillas de la presente columna, mejor vayamos directamente a la novela. Como punto importante de referencia, hay que puntualizar que parte de lo narrado noveladamente, fueron vivencias directas del escritor e incluso en la novela aparece un personaje llamado Felipe Santander, quien es el álter ego (otro yo) de René Avilés.
El Gran Solitario de Palacio, a pesar de que en momentos su lectura es difícil por las crueldades que se narran (tristemente reales), es una novela que también podría ser un referente de estudio para conocer un sistema político muy particular, diseñado con una perversidad perfecta, porque a pesar de ser una dictadura en la práctica, el sistema opera dentro de las reglas democráticas, el dictador siempre es el mismo, aunque cada seis años es electo por las mayorías, la única diferencia es que del 64 al 70 tenía forma de Orangután y actuaba como tal, del 70 al 76, el 2 de octubre lo dejó calvo, y quien iba a pensar que ese mismo dictador 36 años después, recuperaría el cabello y ahora luciría hasta un copete.
Por supuesto que la novela fue escrita con una ironía elocuente y agradable, normalmente irónico y elocuente son palabras que no van juntas, pero estimado lector, cuando lea la novela completamente lo comprobará, René Avilés en El Gran Solitario de Palacio, hace que el Presidente de México sea el mismo cada seis años, pero al mismo tiempo distinto:
“Lo molesto es la operación de cirugía plástica a la que sexenalmente se somete con claros sacrificios democráticos, para darle a su pueblo variaciones políticas sobre un mismo tema: La Revolución Triunfante. El simple cambio de programa no es suficiente: una cara nueva es imprescindible, es un proceso renovador; indica sucesión, crea un clima de confianza en las instituciones, hay movilidad social, más empleos. Llegando el momento, lee su último informe presidencial y se prepara física y mentalmente para la modificación. Cirujanos plásticos hacen un trabajo superior, perfecto, casi artístico. Las transformaciones son hechas de acuerdo a los factores reales de poder (iglesia, banqueros, embajada estadounidense) y a las exigencias del momento. Asimismo cuenta la opinión del anterior Presidente sobre su nueva metamorfosis. De esta manera cada seis años tenemos a un hombre distinto del anterior y siempre el mismo.”
Al inicio de la novela claramente se percibe como los capítulos impares narran los sucesos sobre la matanza del 68, y los pares van contando la vida del Presidente, no es una regla que se mantenga en toda la novela, porque en capítulos posteriores el escritor por voluntad propia se olvida un poco del Presidente, y escribe testimonios de los jóvenes que fueron víctimas de la matanza, como lo que a continuación nos cuenta Gabriela:
“Ninguno de los dictadores de este siglo ha matado tantos en tan poco tiempo como este gobierno revolucionario y democrático, electo popularmente. Los agentes secretos comienzan a descargar sus armas contra la multitud. Miles de personas corriendo, tratando de esquivar las balas de automáticas y fusiles, tirándose al suelo en busca de protección. Gritando. De indignación. De miedo. Viendo a sus compañeros caer destrozados. Bayonetazos para matar a los heridos. Gritos de terror. Los muchachos, los bellos muchachos, continúan cayendo, ensangrentados. Ensangrentados. Cayendo. Cayendo. Al frente tienen la eternidad y ésta es oscura y sin fondo. Cayendo ensangrentados.”
Felipe Santander, quien logró salir ileso de la carnicería, por varios días buscó y buscó a sus amigos, pero le fue imposible encontrar a la mayoría. Felipe era un joven de 28 años de edad, tenía y tiene un espíritu revolucionario, la propia fecha de su nacimiento es revolucionaria, 15 de noviembre de 1940. Felipe pensaba que lo vivido y presenciado del 68 debía escribirse, como se vivía en un país intolerante al inicio Felipe pensó escribir fabulas, proverbios, y refranes para los políticos, compartiré dos ejemplos:
“El hombre es un animal político, señaló Aristóteles. Digamos mejor que el hombre cuando es político es un animal, o simplemente, el político es un animal.”
“Entre el cerdo y el político aparentemente no hay mucha diferencia. En ocasiones, la gente utiliza su nombre para insultar. Por ejemplo, dice: Es tan asquerosos como un cerdo; o dice: es tan sucio como un político. Vistas así, las comparaciones no son tan odiosas.
No obstante, es correcto e inteligente salir en defensa del cerdo. Aclaremos. Este animal vivo para nada sirve (no cuida la casa como el perro, no es adorno como el pájaro, no ayuda al hombre como el caballo), pero una vez sacrificado, la cosa cambia: su cuerpo es totalmente comestible y los restos, incluyendo cerdas y huesos, se utilizan en diversas industrias. El político, a cambio, ni en vida ni muerto tiene valor. Vive del erario, es una rémora, sus actos carecen de trascendencia y muerto el funeral, salido de los impuestos, resulta costosísimo; además, sus congéneres le construyen monumentos de mármol por toda la ciudad.”
Después de escribir varios proverbios y fabulas, Felipe pensó que era ridículo porque nadie o tal vez, pocos las entenderían: “Debería escribir un libro sobre la matanza. De seguro ya están haciendo docenas con el tema. Qué importa uno más. Se trata de denunciar, de protestar: no todos permanecemos callados ante la represión. En materia de literatura no hay censura, al menos no ostentosa. Ni más que hablar: los buenos contra los malos. Escribiré una novela. Bien podría llamarse Ahí vienen los tanques o El gran solitario de palacio.”
Finalmente, la novela fue escrita, no por el personaje ficticio llamado Felipe Santander, sino por su propio creador el escritor René Avilés Fabila, por supuesto que la novela fue censurada, y tuvo que ser publicada por primera vez en Buenos, Aires, Argentina, hoy la novela se puede leer sin ningún problema de censura, no porque carezca de vigencia, sino porque los políticos no leen, y sobre todo porque están completamente entregados en diseñar como tendrá que ser la próxima cirugía que deberá hacérsele al mismo Presidente para el 2018: “El nuevo Presidente ya no será agrarista nada más, desde los inicios de campaña se presentará como el futuro Presidente agrarista-obrero-deportista-minero-intelectual, etcétera. Todo junto para beneficiar a la totalidad del pueblo.”
El escritor concluye el libro con el Epilogo: “Carajo, que soledad.” Y el escribidor de la presente columna concluye gatopardianamente: cambian para permanecer, pero siempre son los mismos: Carajo, que perversidad.
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