Sin duda alguna, los avances logrados por las mujeres en el siglo XX como: el derecho al voto, las reformas constitucionales para asegurar la igualdad y la equidad, el impulso de políticas públicas para abatir su sometimiento y subdesarrollo en materia educativa, jurídica, de salud, laboral y social y, lo logrado durante las primeras décadas del siglo XXI, con los avances en materia legislativa y electoral y su pertinaz empoderamiento, han sido producto de grandes esfuerzos de movimientos organizados que las mujeres han emprendido para romper barreras ancestrales que le habían impedido por siglos su perfeccionamiento, habiéndose logrado mucho pero reconociéndose también, que aún falta algunos elementos a pulir.
Hoy se puede decir, que los avances logrados han ofrecido sus frutos teniendo nuevas generaciones con mejores niveles educativos, de trabajo y de oportunidades para continuar superándose y hacer realidad –en cada vez más sectores–, el principio de la equidad sustantiva, que permite que, los hombres y mujeres accedan con justicia e igualdad al uso, control y beneficio de los bienes, servicios, recursos y oportunidades de la sociedad, así como la toma de decisiones en todos los ámbitos de la vida social, económica, política, cultural y familiar.
Pero aunque los avances son evidentes para unas, para otras no lo son, en especial las mujeres y sus familias, que pertenecen a sociedades desprotegidas de nuestro país y del mundo, formando parte de los grupos vulnerables y que por razones económicas, ideológicas, religiosas o culturales sufren en la actualidad tratos discriminatorios y/o atentatorios que ponen en riesgo su integridad física, emocional y moral en forma permanente, heredando esa esclavitud por generaciones. Mujeres que difícilmente pueden romper las barreras de la ignorancia, la pobreza, la enajenación y el sometimiento.
Por eso algunos autoras e investigadoras en el discurso de género, hablan de ciertas metáforas para explicar esas barreras–visibles o invisibles–, que bloquean el liderazgo de las mujeres, entre ellas las siguientes: a) “el muro”, b) “el techo de cristal”, c) “el laberinto” y d) “el precipicio de cristal”, y yo agrego dos más e) la barrera del “espejo” y f) la inseguridad regresiva, las que trataré de explicar de manera sencilla para que puedan ser comprendidas y utilizadas correctamente.
a) La metáfora del “muro”, fue utilizada en la década de los 70s, para explicar las barreras que históricamente existieron para las mujeres, como impedimentos para acceder a oportunidades educativas, laborales, de participación social o política, etc. Hasta la década de los 70 del siglo XX, el mercado laboral y académico estuvo dominado por los varones y la inclusión de la mujer era incipiente, esto determinó que el acceso a los trabajos o cargos de liderazgo, fueran propiedad exclusiva de los hombres. Sólo algunas mujeres extraordinarias pudieron atravesar esas barreras siendo aceptadas al principio con prejuicio y posteriormente sin mayores cuestionamientos. Mujeres que se atrevieron a romper paradigmas y posiciones ancestrales de sometimiento del hombre sobre la mujer y fueron consideradas como mujeres “guerreras excepcionales”. ( Eagly y Carli, 2007).

b) Metáfora del “techo de cristal”, concepto introducido por Carol Hymowitz y Tomothy Schellhardt (1986) surgido para explicar–lo que sucedía en las décadas de los ,80 y 90 del siglo pasado–, cuando en la búsqueda de las oportunidades de ascenso de las mujeres por llegar a puestos altos, la misma sociedad productiva se lo permitía pero hasta ciertos niveles. Es decir existían limitantes o barreras invisibles pero efectivas que no permitían a las mujeres avanzar a la escala superior y las confinaba a los niveles medios de las organizaciones o grupos. Es decir, no permitían a éstas llegar a los puestos de liderazgo y sus aspiraciones se quedaban hasta el nivel que les imponían.

Desde luego, esta metáfora ha ido cambiando, ya que en la actualidad– derivado de la preparación y la participación organizada de las mismas mujeres-, ha permitido que haya aumentado el número de ellas en los puestos directivos, pero no lo suficiente.

c) Metáfora del “laberinto”, este concepto fue impulsado por Eagly y Carli en 2004, al asegurar en la primera década del presente siglo, que ya no debía hablarse solamente del “techo de cristal” porque algunas mujeres ya habían alcanzado los grados superiores o niveles altos en la escala de cargos públicos, políticos o en las posiciones de liderazgo, sino que ahora se debía analizar el hecho de que para llegar éstos, tuvieran que sortear un mayor número de obstáculos a diferencia de los varones. Obstáculos que se les siguen imponiendo a las mujeres de manera premeditada como pruebas para ver si son capaces de superarlas y de igualarse en tolerancia y capacidad que los varones.

d) Metáfora del “precipicio de cristal”, Ryan y Haslam (2005) , lo consideran como otra metáfora explicativa, sosteniendo que si bien una mayor cantidad de mujeres acceden a los cargos de liderazgo o de alto nivel gerencial, se lo permiten en los que se corre un mayor riesgo de fracasar. Por ejemplo: puestos altos en empresas en crisis o proyectos perdidos para ver si los levantan, etc.

Y yo agregaría, dos más:
e) La “barrera del espejo”, que se viene dando en la actualidad con mayor frecuencia y que corresponde a las barreras que ahora imponen las mismas mujeres empoderadas, a otras, que desean superarse y avanzar a posiciones superiores. Lo que también denomino “canibalismo femenino”. fenómeno que ahora pesa sobre las mujeres, derivado de la competencia profesional o política, que impide el crecimiento y la capacidad de hacer alianzas entre las mismas féminas.

f) Por último, la “barrera de la inseguridad regresiva”, que ha llevado a algunas mujeres a excederse en su empoderamiento, tratando de competir con el hombre en todo momento o situación excluyéndolo en la toma de decisiones, y que sólo es un reflejo de su falta de seguridad, de valores y un mecanismo de defensa para no permitir que le quiten lo que le “ha costado trabajo alcanzar”. Lo que no deja ser una deformación en la visión de las mujeres inseguras convirtiéndose en una nueva barrera regresiva o limitante empática que no le permite hacer fluir correctamente su liderazgo.
Lo anterior nos permite confirmar que si bien es cierto que las mujeres han avanzado en su desarrollo, también lo es que muchas de ellas no se han preparado para ser líderes en su función o no han madurado su empoderamiento para aceptar que, hombre y mujer, son parte valiosa de la sociedad. Esto les impide realizarse a plenitud y sólo genera desconfianza para ser aceptadas como buenas guias o directivas. Por eso es importante preocuparse en dar el siguiente paso: preparar a las mujeres puliendo los elementos para el liderazgo, fortaleciendo y enriqueciendo las características que favorecen el mismo, tales como: la empatía, el discernimiento, la honestidad, el trabajo en equipo, la toma de decisiones objetivas y la evaluación de resultados, nunca olvidando su sentido de “soridad”, tanto con mujeres como con los varones, con los que comparte metas y objetivos en el plano familiar, laboral, profesional y en sociedad.
Pero eso es el reto, lograr vencer las variables que impiden su mejoramiento integral, tales como: a) variables personales y b) variables culturales.
a) Las variables personales, pugnando por su realización en las facetas de: pareja, familia y comunidad, intereses que la mayoría de las mujeres mexicanas lo toman como prioridad aún, pero hoy compartiendo roles con un varón que ha madurado y es capaz de cooperar en los objetivos que antes eran exclusivos de las mujeres. Así mismo, interés por elevar y aplicar sus valores éticos en todos sus actos, profesionalizándose en su trabajo para estar en condiciones óptimas en sus habilidades, capacidades, trayectoria y experiencia profesional para dar lo mejor de sí.
b) Las variables asociadas al contexto social o institucional en donde se desenvuelve, tales como la cultura organizacional, el tipo de actividad a desarrollar y la apertura a nuevas oportunidades para hacer carrera dentro de las instituciones públicas o privadas, etc., para que la mujer sea un sujeto que inspire confianza al ser contratada y en ella también se fortalezca su seguridad. Y eso lo puede lograr la propia mujer empoderada esforzándose para ser siempre ejemplo de respeto, eficiencia, inteligencia, equilibrio, coherencia y carisma en el desarrollo de sus actividades.
En suma, la visión que exigen los tiempos modernos es, ya no una conceptualización del enfoque de género–sólo con figura de mujer–, sino con enfoque de “géneros”, para que unidos hombres y mujeres puedan formarse en la vida, para saber convivir juntos y compartir en la igualdad y la equidad la consecución de metas comunes, convirtiéndose en potencial humano que impulse el desarrollo integral de la sociedad.
Gracias y hasta la próxima.