La vida nos enseña de muy extrañas maneras. Tropezamos con el aprendizaje constantemente sólo que no siempre tenemos el alcance de miras para identificarlo. Yo he aprendido en este movidito mes de enero que la tecnología en algún momento dado me rebasará. Todavía estoy en el tiempo en que medio la masco y la he ido adoptando conforme voy creciendo. A los sombrerazos pero ahí la llevo.

Creo que lo esencial es poderse desprender de los paradigmas y entrarle sin miedo a romper las cosas. De niño, sin importarme los infartos que le provocaba a mi madre, era el terror de los lapiceros porque si caía uno en mis manos lo desarmaba no con la ociosa intención de matar el tiempo sino para entender cómo funcionaba el mecanismo del resorte. Desarmé muchas, demasiadas cosas y el problema siempre fue el rearmado, pero eso nunca me preocupó, porque la diversión consistía en matar el tiempo tratando de entender el acertijo.

Eso era antes de que hubiera internet, en los tiempos que la imaginación reinaba. Si me hubiera conformado con aceptar mi entorno no sería el hombre inquieto que hoy soy. Precisamente de paradigmas y otras cosas fue de lo que habló el Filósofo de Güemez, Ramón Durón Ruiz, en la conferencia que ofreció este jueves a los miembros de la CANACINTRA Xalapa y a la que generosamente me invitó Antonio Pino. No es fácil entrarle a estos temas y menos fácil que te entiendan, pero el Filósofo tiene una forma bastante peculiar de combinar el humor con las enseñanzas de la vida, que traduce lo complicado y lo pone en blanco y negro. La vida, finalmente, es simple y sus reglas son muy fáciles, sólo que nos encanta hacernos la vida imposible.

Escucho a personas que dicen que no pueden con la tecnología, que están peleadas con la ella y yo pensaba que todo era cuestión de no resistirse. Ellos tienen su paradigma y si piensan que no pueden, pues no podrán –pensaba-. Pero no me daba cuenta que yo también tenía mi paradigma en pensar que la cosa era sencilla. Hay cierta realidad en ese pleito tecnológico y lo aprendí de una forma extraña.

Resulta que a falta de hermanito, el Pequeño Paco busca en mí a un compañero de aventuras y de juegos. Pero él, a sus casi seis años, es buenísimo en el Xbox y los juegos de video, lo trae innato. Yo medio los meneo, los aprendí con el tiempo, me defiendo y no crea, sí me entretengo. Pero el último juego que le trajeron los Reyes Magos se me hizo, hasta cierto punto bastante difícil. En medio de un violento ataque de zombies, así tipo perredistas desconsolados, el héroe tiene que sobrevivir con una mísera pistola de seis balas. En cuanto me levantaba me caían encima esos Cardenistas, digo, monstruitos sedientos de carne y sangre. El Paquito, en un momento dado se desesperó y me menseó sin ningún pudor. Hasta ahí todo normal. Pero entendí que también era preso del paradigma cuando me escuché alegando “Es que no le entiendo, no sé dónde picarle”.

Así, facilito, comprendí que eventualmente la tecnología me va a superar, no sé cuándo o en qué momento, pero me va a superar, y me iré creando con los años más y más paradigmas.

El Filósofo de Güemez dice que andará por el Estado en los próximos meses y seguramente lo veremos apoyando a su amigo Héctor Yunes. No creo que se venga a vivir a Veracruz pese a que le apuesto que es más bonito que Tamaulipas, pero entonces dejaría de ser el Filósofo de Güemez y sería, no sé, tal vez el Filósofo de Las Trancas, de Tlalixcoyan o algo así, y perdería su franquicia. Dentro de los paradigmas que comentó también está el de que los políticos no son personas dignas de fiar. Es algo que difícilmente podremos desligar, es un paradigma; pero él dice que sí hay políticos fiables y de buenas intenciones. Quién sabe, tal vez los haya, aunque como él dice “si hay, hay… y si no, pues no hay”.

Tome nota: Enrique Ampudia ha jugado un papel muy importante en Veracruz. No lo pierda de vista ni a él ni a Manlio.

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