Por Ramón Durón Ruíz

Atraídos por la buena fama del Filósofo de Güémez, un grupo de doctores en psiquiatría acuden a entrevistarse con él viejo campesino de ‘allá mesmo’:
–– Venimos a conocerte y yo –dijo el líder de los especialistas en la conducta humana–, te quiero hacer una pregunta, empíricamente, porque desconoces el oficio de Freud, ¿qué harías para definir si un paciente debería o no ser internado en el hospital psiquiátrico?
–– Muy sencillo –dijo el Filósofo– le hago la prueba de la tina de baño.
–– ¡Ah chinga! –dicen en conjunto sorprendidos los psiquiatras– ¿Y cuál es esa?
–– Pues lleno hasta el tope una tina de baño, luego le doy al paciente tres opciones para que la vacié: una cuchara, una taza y una cubeta y le pido que vacíe la bañera. De la forma como vacíe la bañera, me doy cuenta ‘empíricamente’ si necesito internarlo o no.
–– Ok, ok, ok, –dijo el líder de los psiquiatras–, eso quiere decir que una persona normal usaría la cubeta… porque es más grande que la cuchara y la taza.
–– No –dice el viejo Filósofo– una persona normal… ¡SACARÍA EL TAPÓN!
La moraleja es simple, el ingenioso humor del mexicano, es más grande que la ‘Tragedia Democrática’ en la que nos han embarcado nuestra partidocracia nacional, que a 16 años de haber arribado a la más espectacular Transición Democrática, de 18 países que han accesado a ella, los buenos resultados sólo se dan en las estadísticas oficiales –Que en palabras de Filósofo: son como los bikinis… ESCONDEN LO MÁS IMPORTANTE– pero en la realidad del día a día… ¡están ausentes!
HOY, no hay resultados satisfactorios en el combate a la impunidad; en la generación de más empleos y mejor pagados; la ciudadanía vive con ‘el Jesús en la boca’, en algunas regiones del país, donde la violencia se enseñorea por doquier; no hay –como en otras democracias modernas– la implementación de una rica participación ciudadana; el combate a la pobreza extrema –a pesar de los esfuerzos gubernamentales– ha quedado en un cúmulo de buenos propósitos… vivimos sin buenos resultados.
HOY, nuestra democracia es la más cara del mundo, con Partidos Políticos con mucho dinero, con una ‘Dictadura del spot’ que nos deja como ‘cucarachas fumigadas’, pero tienen escasa representatividad social, partidos que no han entendido que la confrontación y la diatriba, no atrae ni entusiasmo al electorado.
En el Congreso los Partidos Políticos, a través de sus legisladores se desgañitan en la tribuna, con una elocuencia que atrapa, hablan de atacar la corrupción y la impunidad, pero en sus respectivas finanzas, escatiman la trasparencia de los recursos que a cada fracción parlamentaria anualmente se le otorgan.
A nuestra partidocracia le ha faltado “Ser héroes de nosotros mismos” han carecido de sentido de Patria, ese que tuvieron –de sobra– los Constituyentes de 1917, que sin ser ‘Legisladores de Carrera’ –como ahora hay un buen número en el Poder Legislativo–, dieron una profunda lección de patriotismo.
Los Constituyentes de 1917, al hacer a un lado sus intereses de fracción revolucionaria y de grupo, legislaron el texto constitucional más avanzado de principios del siglo XX, establecieron garantías individuales y sociales en la Constitución, rompiendo los moldes del derecho Constitucional de su época.
El mexicano, –que es sabio y pícaro por naturaleza–, ríe con lo solemne: la religión y la muerte; y ríe con lo risible: la política y los políticos, en el fondo reímos con la política y sus políticos, porque es una sana manera de desdramatizar, desempoderar, de tener compasión, con nuestra partidocracia… ante la ausencia de buenos resultados.
El humor, con su simplicidad, nos enseña a ver la vida desde una óptica diferente, que rompe con la rutina y nos lleva a tomar la política “con amor y con humor. Con amor para comprenderla y con humor para soportarla”
El viejo Filósofo aprende del genio del mexicano que afirma: “Los celos son una muestra clara de inseguridad; y la inseguridad… ¡ES UN PROBLEMA GUBERNAMENTAL!