Por supuesto, totalmente, sin discusión, sobre todo si nos apegamos a la máxima ‘vincelombardista’: “Ganar no es lo más importante, es lo único», en contrapartida, si nos atenemos a lo que enarbolaba el padre del olimpismo moderno, el barón Pierre de Coubertin de que “lo más importante del deporte no es ganar, sino competir” (porque lo esencial en la vida no es el éxito, sino esforzarse por conseguirlo), pues deberíamos estar satisfechos con lo que ha realizado hasta el momento nuestra representación olímpica en Río de Janeiro 2016. Claro que hay que hacer gala de ecuanimidad y de un estoicismo a toda prueba cuando vemos cómo las competencias avanzan y las medallas nada más no caen, si acaso algunos cuarto, quinto o sexto lugares, pero nada importante como para estar en el podio con un decoroso bronce. Pero nadie se debería llamar a engañado, los resultados que están obteniendo nuestros atletas en Brasil es lo que en justicia se merecen, tristemente esa es nuestra realidad y no podemos aspirar a más. No tenemos un sistema deportivo, no tenemos estructura institucional (sí infraestructura), nuestro deporte no está orgánicamente imbricado con el sistema educativo y, por si fuera poco, no tenemos un método para detectar talentos como antes se hacía, por ejemplo, en el béisbol profesional tanto de México y de los Estados Unidos, que se nutría del ‘scouteo’ (buscadores) que hacían en las ligas amateurs, así descubrieron al ‘Toro’ Valenzuela, así descubrieron a Celerino Sánchez y de ese béisbol llanero salieron Ramón Arano y sus hermanos, el ‘zurdo’ Ortíz y, en fin, muchas estrellas de nuestro béisbol. Mención aparte merece Alfredo Castillo, el mal mandamás de la CONADE, ese señor en donde quiera que lo han puesto ha armado lío. Sin duda el ex procurador mexiquense es parte del problema y nunca fue la solución, pero el amoroso Castillo merece un Carrusel aparte. Lo escribe Marco Aurelio Gonzàlez Gama, directivo de este Portal.