«Estando un día frente a don Justo Fernández López le comenté que siendo director general de Educación Popular visité la escuela primaria «Salvador Díaz Mirón» y cuando pregunté sobre el origen de esa institución, la directora y los maestros, con gran emoción, me dijeron que había sido un regalo de don Justo Fernández; fue un dato que registré, porque la ubicación del plantel- en Xalapa- es extraordinaria. Pero al leer su obra biográfica me pude percatar que el ilustre coatepecano fue un hombre generoso por naturaleza, son numerosos los bienes que regaló, incontables los favores que hizo, abundantes las acciones de hombre de bien que registra su historia personal, inconmensurables los favores que brindó a amigos, conocidos y desconocidos, trascendentales e históricas sus contribuciones al desarrollo de la industria cafetalera y acendrada su vocación para la crianza y conocimiento de los caballos». Es parte de lo que escribió Guillermo Zúñiga Martínez en su libro: «El durazno y otros frutos».