Albert Einstein es una estrella en medio de una inmensa oscuridad. Humanista y Científico, jamás se dejó llevar por la soberbia ni la egolatría. Gracias a su sabiduría reconocía que por sobre todas las cosas existía una Inteligencia Superior que regía el Cosmos y por añadidura a la Tierra. Einstein pertenece a esa estirpe de hombres que tienen la Sabiduría suficiente para no negar la fe hija de la intuición, la virtud lazo invisible que une al hombre con Dios. Pertenece a los seres que aman por sobre todas las apariencias; se sobreponen así a la ilusión de la vida materialista, pagana y atea. Por esto son Grandes de corazón, pensamiento y espíritu.
Pero Albert Einstein es un ejemplo, existen otros tan sabios como Einstein que con su presencia van alegrando la vida del planeta tierra, y que van dejando una huella imperecedera de su paso por el mundo, poco a poco van así conformando una poderosa acción que viene a romper el herrumbre del óxido fatal producido por una inercia espiritual. Si no fuera por ellos estaríamos irremediablemente perdidos, sin una esperanza para la posteridad. Estos hombres afortunadamente existen, viven, palpitan, y a pesar de la incomprensión de la humanidad, es tal su grandeza que se sobreponen a toda intolerancia, a toda limitación, deslumbrando con su permanente acción, inacabable y eterna. Si los maestros de Luz y Sabiduría, si los Reyes- Sacerdotes de las grandes culturas son el sustento espiritual de la humanidad en todos los tiempos y en todo el espacio; estos humanistas; científicos y filósofos, representan el eslabón maravilloso que une lo material con lo divino. Son quienes manifiestan una idea y la ejercen, no solo son quijotes deslumbrados por la fastuosidad de un relámpago recién descubierto. Son guías atentos y razonables que ven el destello, lo analizan; lo digieren y lo proyectan con una fuerza superior; concretan, plasman, actúan. Albert Einstein, Alexis Carrel, José Ingenieros, Albert Schweitzer, Jaime Balmes, Constantino C. Vigil, constituyen una pléyade de hombres virtuosos y morales que los gobernantes de hoy debieran leer y ejemplificar. Si los dirigentes de los diferentes países, en vez de dedicarse a la acumulación de títulos y honorificaciones académicas, procedieran a seguir un curso intensivo sobre la vida y obra de aquellos nobles seres de seguro que la actuación gubernamental sería mejor, más humana, menos atea y menos materialista.
Y no sólo ellos debieran leer y obrar conforme a la vida de estos científicos-filósofos-humanistas; o humanistas-filósofos-científicos, sino que deberían estimular el conocimiento de todos esos personajes de las escuelas de todos los
niveles y no sólo para los educandos sino también, para algunos maestros que podrían abrevar de esa Ética, Moral y Virtud de la cual ahora parecen carecer.
Sin embargo los gobernantes de ahora, profesionistas, maestros y doctorados de todo un mundo racional e intelectualizado en su polaridad más negativa, llenan sus bibliotecas de libros ampulosos, eruditos, fríos; calculados por mentes mecanizadas, repetitivas, incapaces de » ver » y » sentir » con el corazón; de autores pedantes que consideran al conocimiento como una suma de dos más dos o de mil más mil; que todo lo reducen a sus conceptos abstractos inaplicables en una realidad que se les escapa de los sesos, y que jamás pueden verdaderamente comprender.
Son los intelectuales deshumanizados, más papistas que el Papa, llenos de orgullo y plumas de pavorreal; escriben «grandes » y sesudas obras donde el espíritu brilla por su ausencia, negándolo todo, afirmándolo todo. Son los nuevos doctores de la ley.
Obras como » La Incógnita del Hombre «, » La Conducta en la Vida «, » El Poder de la Plegaria», de Carrel, o » Recuerdos de mi remoto ayer » de Schweitzer, o » De mi Vida y mi Pensamiento » de Einstein, o » La Era de Acuario » o » Las Promesas del Año 2000 » de Aníbal Baz de Melo, o » El Erial » de Vigil, o » El Criterio de Balmes «, o » Los Grandes Mensajes » del Doctor Serge Raynaud de la Ferriere u otros muchos más, que en ocasiones adornan suntuosas bibliotecas; algunas veces se leen pero no se viven por los dirigentes de nuevo cuño que en cadena sucesiva han hundido a nuestro mundo en el Caos y la Confusión.
Son los gobernantes intelectuales que, como dijera un MAESTRO VERDADERO, en los últimos años le han dado al mundo como herencia dos guerras mundiales y la amenaza de una tercera por venir; y si no son los gobernantes aparentes, son los grupos de asesores especializados en mercadotecnia o en las altas finanzas, indispensables en un mundo en donde reina el dios Mamón, quienes se encargan de » orientar » y manipular siempre en busca de un provecho material o pecuniario, para llenar los bolsillos de los pequeños grupos que dominan el mundo, avalando los » intereses » de la nación que son los suyos, terriblemente egoístas y groseramente perversos.
Pero en el transcurso de este milenio, después de “la gran cernida” ya muy cercana, todo esto desaparecerá, y los Maestros de Luz y Sabiduría, así como los iluminados de todos los tiempos ahora en la práctica olvidados, cobrarán toda su vigencia y esplendor. Entonces los gobernantes fríamente intelectualizados serán sustituidos, por una jerarquía de hombres sabios e intuitivos, para quienes la razón ocupará el lugar que le corresponde, pero jamás estará sobre la intuición.
Los gobernantes serán intuitivos y adogmáticos, comprensivos y antisectarios. En este milenio, ya presente, los espíritus de Carrel, Einstein, Schweitzer, Baz de Melo y de la Ferriere cubrirán con su halo de esplendor a los dirigentes de la nueva humanidad; de la nueva era, con su grandeza divina y sin igual. La Virtud y la Moral Universal no serán ideas abstractas, o palabras absurdas y sin sentido como ocurre en la actualidad. Al contrario el cinismo como conducta dejará de practicarse; la deshonestidad y la perfidia desaparecerán de la actividad pública y social. Lo que ahora es una norma se convertirá en un absurdo, lo que ahora es un absurdo se convertirá en norma. La pirámide ahora invertida volverá a su postura original; las «cosas» del cielo y la tierra se unirán.