Atractiva y de larga cabellera, ojos expresivos y silueta esbelta, siempre tiene una sonrisa para compartir. Nadie pensaría que durante cuatro años sufrió violencia física, sicológica y patrimonial de un tipo encantador y detallista, obsesivo con el orden y la perfección.
Tiene un nivel socioeconómico medio-alto, un trabajo en la burocracia y una familia que la respalda. Esta es su historia:
Después de un corto pero efusivo noviazgo, decidieron vivir juntos, ella era madre de una adolescente y esperaba al hijo que hoy comparten. La primera vez que sufrió una agresión de su parte fue precisamente cuando estaba embarazada, lo hizo al interior de su hogar cuando no había nadie más.
A los 45 días de nacido el bebé vino el primer golpe por no obedecer al pie de la letra las instrucciones que le había dado. No se lo esperaba y ante la sorpresa, no supo cómo responder.
Poco a poco la violencia fue escalando, los episodios se repetían cada mes y medio o dos meses, y con más fuerza. Eso sí, trataba de no lastimarla del rostro para que nadie se percatara. Y así fue, durante mucho tiempo lo ocultó al mundo exterior.
Como en la mayoría de los casos que se atienden en Xalapa, la violencia ocurría al interior de la casa, los motivos no importaban, siempre encontraba algo para pelear y para recriminarle que todo lo hacía mal y que lo sacaba de sus casillas.
“Llegó a la casa y ya no se controló, delante de los niños me empieza a golpear y arrastrar…siempre me pagaba en los brazos y tenía cuidado con el rostro, llegó a pegarme en el estomago”, recuerda Mónica.
Con serenidad relata que empezó a caer en una nociva relación, él la golpeaba y a los dos o tres días trataba de “aminorar” el daño comprándole ropa y objetos de valor, pero el vacío y la tristeza ahí seguían.
El siguiente paso fue apropiarse de sus tarjetas, convirtiéndose en el administrador de su salario. Él tenía que disponer de todo y ella tenía que pedir permiso hasta para ir al salón de belleza.
“Al final cubría un poco y pensaba que no lo volvería a hacer”.
Al menos en dos ocasiones pudo salir corriendo de su casa con su hija, pero eso ya fue casi al final de la historia. En otras tantas ocasiones se quedó con el dolor, las lagrimas y la tristeza contenida.
Cuando Mónica pudo decirle “me voy”, fue la peor golpiza. “Me avienta a los cajones y caí al vestidor, me aventó al piso, me pateó…me paré, me agarró y me lanzó a la pared, me estaba ahorcando”, dice con un nudo en la garganta. Su hija adolescente se dio cuenta y pudo ayudarla ese día.
Aunque intentó separarse dos o tres veces, las amenazas de quitarle a su hijo eran más fuertes que su deseo por liberarse. Hasta que puso distancia de por medio –seguían la relación pero vivían en casa diferentes- pudo terminar con el yugo que la sometía.
A la distancia aún recuerda el carácter obsesivo y explosivo del padre de su hijo, su manía por el orden y la perfección, sus fines de semana rutinarios, sus críticas por la vestimenta y sus palabras hirientes.
Han pasado más de tres años, ya no llora y comparte con otros su historia, como ahora que quiso contar su experiencia en este espacio para ayudar a quien pueda leerla e identificarse, decirles que hay un mañana soleado, que las fuerzas surgen cuando menos te lo esperas y que “hay mucho por vivir”.
Este 19 de octubre se realizó como parte de una acción global un paro nacional de mujeres, las participantes en la ciudad de Xalapa fueron escasas, pero la demanda es oportuna y debe estar latente: que se garantice y respete la integridad físico, sicológica y emocional de las mujeres. Sobre todo por parte de las parejas y exparejas, porque el 80 por ciento se convierten en los agresores, de acuerdo a estadísticas del Instituto Municipal de la Mujer en Xalapa de los casos que atienden.
Los datos con los que cuentan también indican que la violencia la padecen lo mismo niñas, jóvenes que adultas, con nivel de escolaridad de secundaria en el 24 por ciento de los casos, preparatoria en el 22, licenciatura en el 20 y de posgrado solo un 1 por ciento, mientras que el 50 por ciento de los agresores solo tienen la educación básica.
El tipo de violencia también puede clasificarse pero la más recurrente es la familiar, seguida de la económica y posteriormente la física. Y el ámbito donde ocurre es el hogar en el 80 por ciento de los casos.
El 25 de octubre también se celebrará el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y no podemos echar campanas al vuelo, el camino aún es largo. La violencia que ejercen los hombres sobre mujeres no discrimina escolaridad, nivel socioeconómico ni edad, por eso hay que prevenirla en todas las esferas sociales.

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Bien por la discusión entre periodistas sobre “la censura letal y la corrupción e impunidad que hay en el país en la que participaron David Aponte de El Universal, Edgar Corzo de la CNDH, Javier Orozco de El Heraldo Chihuahua, y Víctor Murguía por el Diario de Xalapa.
Con una larga trayectoria en la prensa escrita, Víctor habló sobre los riesgos que hay para el gremio periodístico por la impunidad y porque los mecanismos de protección están rebasados, no funcionan ni en los casos menos complicados, lo que ha llevado a la autoprotección y a la autocensura.

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