«En la oficina de la calle de Bucareli, Fernando Gutiérrez Barrios tenía tres aditamentos que le servían para impresionar a personas- a quienes no se podía tratar amablemente-. En cada esquina de su escritorio tenía dos escupideras de latón que debían ser limpiadas y pulidas a diario; su función era básica. Cuando quería mostrar enojo iba hacia una de ellas y escupía, después le lanzaba una terrible mirada a su interlocutor. El otro, era un botón que no se veía, debajo del escritorio. Si se accionaba ese botón, automáticamente sonaba un telèfono rojo metido en una cabina traida desde Londres. El simplemente decía: -Me llama el Señor Presidente- y se encerraba a fingir que hablaba con el hombre màs poderoso del país-. El tercero eran los expedientes. Cuando las presiones debían ser rudas abrìa un cajón y extraía con dos dedos un folder que ponía sobre la mesa con dos palmadas: -Esto es lo que sabemos sobre usted- decía con parsimonia. Una de las frases favoritas ante sus interlocutores era: -Sé màs de usted que usted mismo». Tomado de la novela «Un hombre de confianza» de Fabrizio Mejìa Madrid.