Con motivo de la celebración del centenario de la Constitución Mexicana (1917-2017), el maestro y jurista José Lorenzo Álvarez Montero, contando con el siempre decidido apoyo de Sara Ladrón de Guevara, rectora de la Universidad Veracruzana, presenta el texto: Examen histórico sobre la Constitución Política Mexicana a cien años de su promulgación. Era el año de 1910 en México. Un patriota, Porfirio Díaz, después de ser un héroe defensor de la patria, se dejó seducir por las mieles del poder y se quedó como dictador tantos años como fue posible. Generalmente los defensores de la patria, se convierten después en opresores de la patria. México estaba convulso, era imposible desenmarañar la madeja de complejos intereses de grupos revolucionarios surgidos al amparo de un río revuelto. La revolución fue sin duda el instrumento para operar el cambio derrocando al poder que se empeñaba en proseguir oprimiendo al pueblo. Históricamente la compulsa de la sangre es el camino al cambio total. La democracia como cambio deja secuelas que siempre son insuperables. Las distintas corrientes políticas se abrían paso asesinando a opositores que estorbaban a sus intereses. “El asesino del asesino mató al asesino”, ilustraba el periódico El Hijo del Ahuizote en el cuerpo de su contenido. La silla presidencial se convirtió en un botín de guerra obtenido por la fuerza y la usurpación clandestina. A Porfirio Díaz se le escurría el poder de las manos sin que pudiera retenerlo aún con la fuerza armada. Cuando un gobernante aprieta el puño sin tomar en cuenta el pulso social, promueve su propia destrucción. La entrevista Díaz-Creelman pareció apaciguar un poco los ánimos, pero el odio y la miseria habían crecido tanto que era imposible arrodillar a un pueblo lastimado. Así es que el diecinueve de noviembre estallaba la revolución en Puebla con la muerte de los hermanos Serdán. Hubo corrientes, movimientos, batallas, asesinatos, culpas, pillaje, ríos de sangre. Pero todo esto tomó un cauce y se fue clarificando a ser algo que registrara, que diera cabida, a todos aquellos anhelos más sentidos del pueblo: una nueva Constitución. Se hacía necesario plasmar en un documento todo aquello que el pueblo llevaba en el pecho como una esperanza. La idea constitucionalista se abrió camino como un faro de luz en medio de un río revuelto de aguas oscuras. Garantías para el ciudadano, derechos sagrados e inalienables, serían permanente reclamo. Una forma de cómo manejar ese desorden, un factor común de los diversos pensamientos del ciudadano, solo sería posible si se tenía en las manos un documento que saliera del propio pueblo. De ahí la idea de un Poder Constituyente que planeara, que diseñara, que emitiera un texto claro, sensible y justo para que todos lo acataran. La función del Constituyente fue elaborar la norma constitucional para dar rumbo a un país. Y el poder constituido tendría que emanar de acuerdo a las reglas fijadas por el Constituyente. Diputados constituyentes por el Estado de Veracruz: Cándido Aguilar, Silvestre Aguilar, Galdino Casados, Eliseo Céspedes, Adolfo García, Victorino Góngora, Carlos Gracidas, Heriberto Jara, Ángel Juárico, Josafat Márquez, Enrique Meza, Juan de Dios Palma, Fernando Pereira, Benito Ramírez, Saúl Rodiles, Alberto Román, Alfredo Solares, Marcelo Torres. El texto escrito por José Lorenzo Álvarez Montero es un texto sobrio, sólidamente estructurado, las imágenes son selectivas. Y el texto manuscrito de la Constitución, hecho por el C. Perfecto Arvizu Arcaute, calígrafo oficial del Poder Constituyente, fue el encargado de transcribir cada letra y cada artículo aprobado por ese cuerpo colegiado. Sin duda, correr la vista por los renglones del texto es apasionante. Agradecemos a Sara Ladrón de Guevara, rectora de la Universidad Veracruzana, el mandarnos hasta nuestra mesa este suculento potaje de la cultura. Gracias Zazil. Doy fe.