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Hace algún tiempo hice un artículo narrando un día común siendo mujer, tomar un autobús, caminar por la calle, y escuchar a personas gritarte sólo por eso, por ser mujer, en él narraba mis sentimientos después de escuchar lo que cualquiera llamaría un piropo, un simple guapa o mamacita generaba en mí una incomodidad tremenda, cuando lo publiqué en Facebook o lo compartí con conocidos tuve dos tipos de reacciones: la primera, de amigas diciéndome que describía con precisión lo que les pasaba todos los días y la segunda de personas que me decían que el artículo era demasiado personal, que no podía hablar de ese tipo de cosas, y tristemente elegí no enviarlo como una colaboración, porque en efecto, había visto el caso de Andrea Noel y no quería ser ahora atacada por mi percepción de lo que muchos consideran un simple piropo.
La semana pasada una mujer se atrevió a denunciar lo que ella consideró acoso y otros insisten en señalar como piropo y se volvió viral, ¿Enserio? Si alguien podría definir lo que sintió fue Tamara de Anda, mejor conocida como #LadyPlaqueta, y aunque muchos dirán que su reacción al demandar a quien le gritó “guapa” fue exagerada, el punto aquí es cuan acostumbrados estamos a este tipo de actos sin que se tome acción alguna, creo firmemente que la gravedad de un piropo no es la misma que una violación, pero también estoy convencida de que las actitudes van escalando precisamente porque las normalizamos, quizás el taxista que le dijo guapa a Tamara sólo bromeaba, como muchos otros lo hacen, pero créanme no es cómodo sentirte observada y perseguida todos los días mientras caminas, no puedo decir que estoy de acuerdo con la demanda, pero tampoco con victimizar a quienes van por la calle incomodando a las personas, todos deberíamos aprender a ser más respetuosos.
Me siento obligada a hablar de Tamara de Anda, pero también de Miroslava Breach, ella no sufrió acoso, fue asesinada, ¿Por qué? Quizás por sus investigaciones sobre el narcolavado, los feminicidios o levantones. En el claro mensaje de sus presuntos homicidas, la mataron por hablar, por denunciar a un sistema corrupto y las atrocidades sufridas en su estado a manos del crimen organizado. Miroslava Breach era periodista en Chihuahua, había recibido amenazas previas por su trabajo como muchos otros periodistas, y el pasado jueves en la mañana pasó a formar parte de una estadística que crece a sobremanera en el país, los asesinatos y desapariciones de periodistas como el método infalible para que no hablen, “No hay que detenernos” repetía la comunicadora a sus colegas, había luchado por las causas justas durante mucho tiempo como para guardar silencio ahora.
Como bien lo dijo Carlos Lazcano, no se trata de la muerte de una periodista, sino de nuestra sociedad que poco a poco se ha estado acostumbrando a que asesinen a sus mejores personas. Nos acostumbramos a vivir en medio de la inseguridad, a caminar con miedo, sabiendo que en cualquier momento algo pueda pasarnos, tenemos miedo a hablar o a opinar porque aún en tiempos que llamamos modernos expresar las ideas en ocasiones se paga con la vida, pese a los esfuerzos de unos seguimos viviendo en una sociedad retrograda que se debate entre si una mujer es o no guapa y sus reacciones ante el adjetivo pero ignora a las víctimas del acoso constante, olvida los feminicidios y olvida a sus periodistas, tal como lo dijo Lazcano poco a poco.
Hemos adormecido la conciencia y no gritamos hasta que no nos toca. Aún hay madres pidiendo justicia por sus hijos, periodistas que siguen sin aparecer, inocentes encerrados con tal de justificar actos que nunca fueron esclarecidos. El mayor problema en México ha sido buscar justicia, denunciar o señalar a los verdaderos culpables, el año pasado a Andrea Noel la amenazaron de muerte por denunciar a quien la agredió en la calle, Tamara de Anda se volvió la mujer más odiada de la semana por demandar a quien le dijo guapa, y a Miroslava la mataron por no detenerse, por ser de las primeras en no bajar la guardia pese a que el terror en su estado era cada vez más constante, al igual que ella son más de 100 periodistas los que han perdido la vida, y ni hablar del total de la población que ha sufrido tanto en medio del caos que como sociedad hemos generado.
Una vez más tengo miedo de hablar, de caminar en las calles o decir mi opinión, pero es mayor mi miedo a perder el México que constantemente idealizo, es mayor mi miedo a que sigamos equivocándonos en las elecciones de gobierno, a que nos acostumbremos a vivir en medio de la angustia y el dolor, a que olvidemos por completo el sufrimiento de otros. Es mayor mi miedo a la corrupción y la impunidad por eso hoy no me podía callar, porque en memoria de una periodista que no se detuvo en años y de todos aquellos que luchan por mejorar es necesario que hablemos, denunciemos y nos encarguemos de que la ley realmente funcione. Exijamos claridad y justicia.