*De Pedro Paramo: “Yo tengo guardado mi dolor en un lugar seguro. No dejes que se te apague el corazón.”. Camelot

LOS CIEN AÑOS DE RULFO

Juan Rulfo (1917-2017) cumpliría 100 años, en este nuestro México sangriento y sin futuro. Los homenajes están en todo el mundo. Fue un escritor fuera de serie. Todos recuerdan aquella anécdota de Álvaro Mutis con Gabriel García Márquez: “¡Lea esa vaina, carajo, para que aprenda!», le conminó Álvaro Mutis. Su amigo Gabriel García Márquez tenía entonces 32 años y se sumergió en Pedro Páramo, del mexicano Juan Rulfo. No pegó ojo hasta agotar su segunda lectura. Desde la noche en que devoró La metamorfosis, de Kafka, nunca había sentido una conmoción semejante. Al día siguiente leyó ‘El llano en llamas’ y no salió del asombro. “La obra de Juan Rulfo me dio, por fin, el camino que buscaba para continuar mis libros”, confesó el Nobel colombiano de Literatura durante el cincuentenario de la colección de cuentos El Llano en Llamas.

El diario El País, en su culta y leída sección de Babelia, homenajea a Rulfo, ese hombre que solo escribió un par de libros, Pedro Paramo y el llano en llamas, y se inmortalizó. Dejó la escuela para que el llamado por sus amigos, Gabo, inmortalizara Cien años de soledad, una temática y lenguaje similar.

El País “Estoy sentado junto a la alcantarilla aguardando a que salgan las ranas”, así comienza el primer cuento de El llano en llamas (1953), de Juan Rulfo. De manera emblemática, un virtuoso del estilo se sirvió de una voz incierta para ese cuento inicial. Un muchacho con una deficiencia mental mira el mundo con inocente extrañeza. Macario, el protagonista, bebe la leche de una mujer y ella le asegura que esa dicha lo convertirá en un demonio. En los ruidos de la naturaleza, él busca una clave para los enigmas del bien y el mal; decide que, cuando se callen los grillos, saldrán las almas. Esa profecía anticipa la novela Pedro Páramo (1955), donde todos los personajes están muertos. ‘En la madrugada’, otro cuento de El llano en llamas, anuncia lo mismo: en un sitio donde los desposeídos no intervienen en los sucesos, las noticias salen de las tumbas: “Voces de mujeres cantaban en el semisueño de la noche: ‘Salgan, salgan, salgan, ánimas en pena”.

Rulfo nació en 1917, año en el que se escribió la Constitución mexicana. En el centenario de Rulfo, nada es más elocuente que su prosa ni más oscuro que las leyes, que semejan las palabras herméticas de la religión: “Tú sabes cómo hablan raro allá arriba”, dice una voz en Pedro Páramo”.

NEXOS

La revista Nexos dedica la edición de mayo a vivir su vida, revivir su historia. La periodista Ángeles Mastretta le escribe un texto llamado: “La sencillez de su nombre. Juan”. Todos alguna vez fuimos a Comala, en la imaginación y mente de Rulfo, que allí buscaba a su padre: “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en plan de prometerlo todo. «No dejes de ir a visitarlo -me recomendó-. Se llama de otro modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte.» Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.”

Es un libro que en las escuelas debía ser de lectura obligada, para que los niños le lean (ler, dice el secretario Aurelio), y hagan volar la imaginación rulfiana, uno puede extasiarse de esos caminares, de ver a los fantasmas, de escuchar los ruidos que Rulfo relata, de oler el mismo olor que se olía en Comala. Libro sublime, que allanó el camino a escritores como Gabriel García Márquez y que, a algunos, les dio visión de futuro.

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