Ahora le tocó el turno de rendir tributo a la madre tierra a Roger Moore. Su muerte toca fibras sensibles de quien esto escribe porque más allá de las siete películas que interpretó al más famoso agente secreto británico al servicio de su Majestad (On Her Majesty’s Secret Service), Bond, James Bond, el célebre personaje creado por Ian Flemming, Moore me remite a los primeros años de la infancia cuando era un aficionadazo a las series de televisión inglesas que pasaban en México, entre las cuales estaban precisamente dos series emblemáticas de aquellos gloriosos años, de cuyo reparto formaba parte el británico: ‘Dos tipos audaces’, junto a un simpático Tony Curtis, en donde interpretaban genialmente a un par de excéntricos millonarios a los que gustaba inmiscuirse y resolver los más jocosos misterios, de mujeres bellas y millonarias por supuesto, a las que siempre terminaba Moore por conquistar con su envidiable encanto. La otra, que fue como el preludio a James Bond, fue El Santo, en donde Moore dio vida a un ladrón justiciero y caritativo, Simon Templar, igualmente irremediable galán, aventurero, simpático y, a veces, también jocoso. Ya con algo de fama mundial, de interpretar a Simon Templar saltó a las pantallas de Hollywood para dar vida al célebre agente secreto. Ya lo he dicho otras veces, soy un fanático de James Bond, desde Sean Connery, pasando por George Lazenby, Timothy Dalton, Pierce Brosnan y hasta Daniel Craig, y es que quién se puede resistir a las mujeres hermosas que han acompañado al agente a lo largo de su historia, y ¡los coches!, y los escenarios, y los villanos, algunos verdaderamente de película y otros como de caricatura, sin mencionar los temas musicales con cantantes como Paul McCartney, Madonna, Shirley Bassey, Tina Turner y para qué le sigo. 89 años tenía Roger Moore, lo voy a echar de menos, tipazo, elegante, simpático, flemático y una clase que exudaba por los poros, su pelea contra el Mandíbulas en Moonraker es de antología.