La XXII Asamblea del PRI ya está en todo su apogeo, y las discusiones de las cinco mesas previas han ido subiendo de tono, se han enconado y han encontrado un prometedor ambiente de confrontación fuerte, de disputa política, de encuentros y desencuentros, como debe ser en cualquier partido político.
Parece que por fin saldrá a la luz el priista con ideas propias, el contestatario, el que necesita el partido que va de nuevo camino a ser de oposición nacional y ya lo es en varios estados, como Veracruz.
Parece que se empieza a enterrar al priista “institucional”, agachón ante el poder, que veía como su máxima virtud estar de acuerdo siempre con el líder, con el jefe, con el patrón. Ese priista que tanto daño hizo a México con su falta de principios y de ideología, con su corrupción, con sus bajezas.
Hoy hay un Presidente de la República débil como líder dentro del PRI, y eso es bueno, muy bueno, porque se levantan voces discordantes ante la presunción de imposiciones.
No le pidamos peras al olmo: en la XXII Asamblea (ojo, se debe decir “vigésima segunda”, no “veintidosava”) perdurará la costumbre de recibir línea desde arriba. Una vez más se cumplirán los deseos y hasta los caprichos del grupo en el poder, pero esta vez le costará más trabajo a la dirigencia nacional imponer su criterio tal cual, porque hay grupos disidentes y militantes convencidos que no se están quedando callados.
Las cinco mesas previas empezaron a operar. En Campeche, la de Estatutos, presidida por el diputado peñista Jorge Carlos Ramírez Marín; en Jalisco, la de Declaración de Principios, con Manlio Fabio Beltrones al frente; en el Estado de México, la de Programa de acción, que dirige nuestro paisano senador José Yunes Zorrilla; en Sinaloa, la de Visión de Futuro, que conduce el experimentado Fernando Elías Calles, y en Coahuila, la de Rendición de cuentas y ética, en la que pusieron a presidir a Verónica Martínez, Presidenta del PRI estatal.
Y ya ha habido avisos del nuevo partido que podría nacer.
En la crucial mesa de Estatutos de Campeche, si bien como siempre se votó de manera unánime por abrir los candados y permitir que ciudadanos externos al partido puedan ser nominados como candidatos, como era el deseo de los peñistas, los disidentes lograron que los requisitos actuales (10 años de militancia, haber tenido antes un puesto de elección popular…) sigan vigentes para los militantes, y además consiguieron que no se permita la reelección a los diputados y senadores uninominales del partido.
Bueno, en eso iban al momento de escribir estas líneas.
Hay para bien una lucha sorda al interior del partido, que obviamente asusta a quienes vivieron su historia priista en la zona de confort de que el jefe máximo ordenaba y todos obedecían. Tienen que entender que de la discusión agria salen los más dulces resultados para la democracia.
Lo que para algunos dirigentes nacionales significa una pérdida de control, para el Revolucionario Institucional puede ser el agua fresca que revitalice sus escleróticos modos; puede ser el principio de un nuevo partido, el que anhelan los priistas que tienen convicción y estudios.
Por eso en las mesas de discusión previas a la Asamblea Plenaria del próximo sábado se las han visto difíciles los presidentes. Como debía ser.
Resulta todo un espectáculo ver a los priistas debatiendo ardorosamente, discutiendo sin ambages, peleando con posturas políticas antagónicas.
¡Hasta parecen de otro partido!
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