Vivimos tiempos en los que hay que estar muy a las vivas.

Cualquier movimiento, guiño de ojo, señal, abrazo, apapacho de más, desdén, frialdad en el trato o movimiento de cabeza para un lado u otro puede ser una señal equívoca o inequívoca.

El proceso sucesorio está abierto y como tal está en marcha. Y es motivo de ocupación, y también de preocupación de Enrique Peña Nieto.

Porque al presidente se le podrá acusar de muchas cosas, menos de impericia político partidista. Por lo que se ve y se olfatea, está metido de lleno en el proceso de los de aquí, de los de allá y de los de acullá.

Y, por lo que se ve, le encanta la liturgia, el juego político y generar expectativas, certeras y falsas.

El chiste está según el cristal con que se miren.

Lo que sí es cierto es que tiene bien agarrado el mango de la sartén –de su partido, el PRI-, como así debía ser, pero está ocupado por el momento en un frente frío amenazante, pero no pierde de vista cualquier movimiento inusual o atípico de su obsesivo adversario.

Ya lo habíamos dicho antes aquí, la gestión gubernamental de Enrique Peña Nieto puede estar muy mal calificada, pero como político no es un enemigo pequeño, mal harían sus enemigos en subestimarlo y darlo por muerto antes de tiempo. Y creo que nadie le debería quedar duda de que es el líder nato de su partido.

Antier el presidente tuvo un encuentro con líderes de opinión. Fue el martes pasado cuando el Presidente invitó a un numeroso grupo de periodistas y comunicadores del altiplano a tener un encuentro abierto con él y parte de su gabinete en Los Pinos.
Según las crónicas, fueron tres horas y media en donde algunos colegas le preguntaron al presidente lo que se les vino en gana. Por supuesto, parte central de los cuestionamientos estuvieron enfocados a quien será su sucesor. Peña Nieto nada más hizo fintas, amagues, mando pocas señales, esquivó las curvas, cambios de velocidad, rectas y ‘screwballs’ que le mandaron los compañeros periodistas, pero no se ponchó. Eso sí, se acomodó la gorra de manager desde el cajón de coach de tercera, se llevó las manos, el índice, a las cejas, se tocó los codos y el pecho e hizo algunas señales al cielo, pero nadie le captó la jugada por más que los contertulios le quisieron robar la señal.
Está metido, que digo metido, ¡metidísimo!, en el proceso sucesorio. Sabe que de sus reformas estructurales no se van a medir sus resultados en este sexenio, están hechas para trascender a la posteridad. Hay mucho en juego: la reforma energética, la laboral, la educativa, el nuevo aeropuerto de la CdMx, el sistema anticorrupción, etc., y no puede arriesgar su viabilidad a mediano y largo plazo.
Estoy seguro que EPN ya tiene en su mente el dibujo del retrato de quien será su relevo como candidato presidencial del PRI, quién sabe si como huésped de Los Pinos. Y lo que son las cosas, el triunfo del candidato priista no necesariamente tiene que pasar por Veracruz, pero por primera vez desde Reyes Heroles y Miguel Limón, de antecedentes familiares veracruzanos, uno o dos paisanos podrían tener espacios de suma relevancia en el próximo gabinete legal del futuro presidente de la República.
Pero para que eso se dé, primero tiene que haber pollo. Está difícil, más no imposible.
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@marcogonzalezga