Las palabras mas silenciosas son las que traen la tempestad. Pensamientos que caminan con pies de paloma rigen el mundo.
F. Nietzsche

Cada año, en éste espacio, éste día, escribo sobre el rol de la economía, y más que por festejar el día, aspiro a analizar el rol del economista en acción, sin afán de hacer apología a la disciplina, mas bien una reflexión del estado de cosas de la misma.
Recuerdo que un día, cuando iba a la mitad de la licenciatura me encontraba en mi habitación renegando de las operaciones matemáticas que tenía de tarea, justo en ese momento, mi padre(médico) me oyó, y me preguntó que, qué hacía, a lo que respondí, ¡que un montón de matemáticas! y agotado le dije que mejor hubiera estudiado medicina así tendría que estar haciendo otro tipo de operaciones.
Él rio, y me contestó, que tenía que aprender bien a “sacar cuentas” pues no fuera a ser que por no saber “sacar cuentas” cuando trabajara no alcanzara el presupuesto para infraestructura, para educación, para medicina en los hospitales, para los incentivos al sector agrícola o que aumentara la inflación y la gente pobre se volviera más pobre.
Después de eso, me entró un frío, él me dijo que ya estaba la comida, se fue, y ahí entendí la importancia de las cosas, al parecer en ese momento él tenía un concepto más amplio de la trascendencia social de la economía que el tribalismo llamado dinero, que constantemente repetimos en los manuales de economía.
Desde ahí entendí que es importante saber economía para generar crecimiento económico, desarrollo, redistribuir, generar instituciones inclusivas para vivir en un entorno seguro y sostenible, esto ya tomaba cuerpo, el entorno dependía de que la economía estuviera alineada.
Por otro lado, dicen unos que la economía es la más científica de las ciencias sociales; la más cercana a las astrología dicen otros. Sin embargo, nuestras decisiones diarias, están inevitablemente sumidas en un mar de fenómenos económicos. No hay persona que al menos no mencione una vez al día algo relacionado con esta disciplina.
Quienes nos hallamos inmiscuidos en el andar económico, debemos ser nigromantes al combatir el dogma que tanto daño le ha hecho a la humanidad, justificando dictaduras desde el adoctrinamiento político-económico.
Desde la liberalización de la creatividad como factor motriz de la innovación, la vida societal de la humanidad ha cambiado radicalmente. Hoy el individuo no reconoce más límites que los de su imaginación.
Hoy el individuo es el último autor de la norma y único juez de sus propia conducta, mismas que tenderán a ser igualmente ilimitadas.
Actualmente parece que la economía deja de crear armonía entre las necesidades y escasez, con el afán de lucro convertido en su único motor y el dinero como símbolo casi exclusivo de riqueza.
En dicho entorno, cuando uno ya sea en el aula o en la vida pública menciona sobre esquemas de colaboración, encuentra poco eco, ya que los temas de economía solo son atractivos cuando llevan el sello de ganancia o utilidad privada.
Por ello, no nos debe ser extraño que Márquez y Laje en el Libro Negro de la Nueva Izquierda citen a Guéhenno referente a que la negación de lo humano, por su parte, entroniza el materialismo y, en particular, el culto al dinero.
La multiplicación de los escándalos del dinero en las grandes democracias no es, pues, una anomalía, sino la lógica consecuencial del triunfo de la que parece la única universalidad que nos queda, la del dinero, medida del triunfo individual como el de las sociedades.
Braudel puede estar en lo cierto, la economía en sí, no existe pues es una consecuencia. En ese océano de vicisitudes debe navegar una ciencia lúgubre, de volátil contexto y cual democracia cuestionada por todos, y comprendida por pocos.
Por eso, anhelo que mis alumnos sean líderes transformadores del entorno, que mis compañeros talen las deseconomías que tanto laceran al conjunto social y edifiquemos en la medida de nuestras posibilidades nichos de desarrollo. Sino actuamos en esa tesitura, lo que digamos solo serán bonitas palabras sin hechos que lo respalden.