Igual que como con muchos otros paisanos entrañables y queridos, a Francisco Beverido Duhalt lo conozco prácticamente desde antes de nacer. Y no podía ser de otra forma, fue compañero de pupitre de mi finada hermana Isabel y de otro recordado amigo, Manolo Becerra O’Leary, en el glorioso Grupo Escolar Cervantes de Córdoba.
Dice una sentencia, y dice bien, que “de casta le viene al galgo”, y con Paco se confirma el aforismo. Pertenece, por las dos vías familiares del padre y de la madre, de gente de Córdoba en donde lo que más ha habido es talento natural. De parte de su padre, Francisco Beverido Pereau, que fue arqueólogo por vocación profesional y director teatral por afición personal, heredó Paco, sin duda, su vocación y la afición por las artes escénicas, pero, además de eso que es enaltecedor, diría también, la inteligencia nata que solo los grandes como él tienen, un gigante del teatro más clásico y puro en toda la extensión de la expresión.
Pero también tuve amistad, y fui amigo de alguna manera de su tío Luis Beverido Pereau. No sé a ciencia cierta si era químico o médico de profesión, la cosa es que en aquellos años de la Historia Contemporánea de Córdoba tuvo uno de los primeros laboratorios de análisis clínico-bacteriológicos de mi pueblo, cuando este tipo de gabinetes especializados aún no se habían generalizado. Los otros dos que recuerdo eran los de los doctores Arnaud y D’Oporto, estamos hablando de los años 70. Pero volviendo a Luis Beverido, por su sangre también corrió el gusto por el teatro, por lo que montó en Córdoba con estudiantes preparatorianos algunas de las más afamadas puestas en escena de dramaturgos de la talla de Ionesco y García Lorca, entre otros. Al doctor Luis lo recuerdo por su don de gentes y por el refinado gusto arquitectónico de las tres casas que le conocí, además de que fue un amante de la buena cocina, lo que lo llevó a fundar uno de los mejores restaurantes de la ciudad, La trattoría de Santa María.
Por la parte materna Paco también heredó parte de las cosas que lo han hecho grande. Para empezar, desciende de familias de Córdoba cuando Córdoba aún no era Córdoba, los Duhalt y los Krauss. Es muy posible que algún antecedente femenino de Paco se haya educado en alguna de las escuelas para señoritas que en el siglo antepasado funcionó gracias al patrocinio de la rica dama cordobesa, Ana Francisca de Irivas. Y un tío, hermano de su mamá, Miguel Duhalt Krauss, en lo personal lo considero como el padre de la Administración Pública en México. En mi época de estudiante en la especialidad llevé varios textos del tío de Paco. Aún recuerdo su explicación del por qué la A. P. es una profesión: a) Está basada en un marco teórico de conocimiento de tipo científico; b) Este cúmulo de conocimiento de tipo científico tiene una aplicación práctica, y c) La aplicación práctica de los conocimientos de tipo científico debe responder a una necesidad social. Creo que los profesionales de la A. P. no le hemos hecho justicia a Miguel Duhalt, es en verdad un precursor del estudio de la materia en México.
Y ya no hablar de sus hermanas, tías y tíos de ambas líneas ascendentes, hay en todos ellos muchas cosas a destacar, además, creo un deber decirlo con todo respeto por supuesto, entre las damas de su casa por parte de su madre están algunas de las más hermosas mujeres que ha dado Córdoba, pero esa es otra historia. Pero ya entrando en el tema que nos ocupa, la Universidad Veracruzana al otorgarle el Doctorado Honoris Causa a Francisco Beverido Duhalt ha hecho uno de los actos de mayor justicia en la historia del otorgamiento de tan significativo reconocimiento, nadie más que como él se ha hecho merecedor de tal reconocimiento.
En todo este tiempo que tengo viviendo en Xalapa, la hidalga figura de Paco caminando las calles de la capital había formado parte de su paisaje urbano, como una de las figuras más emblemáticas e identificables por los xalapeños, sobre todo para los que su vida gira alrededor del ambiente universitario. Paco es de esas rara avis que han consagrado su vida al arte teatral, vive por el teatro y por el teatro vive. Para terminar diré que entre todas las cosas que he mencionado de él, es esa vena inconfundible de los buenos maestros, hace pedagogía cada vez que habla, es un deleite escucharlo hablar de teatro y cine. Alguna vez lo vi y lo escuche hablar en televisión del impresionismo en el cine mudo alemán, fueron a lo sumo 5 minutos que habló del tema y, créanmelo, fue una cátedra que solo los grandes maestro como él pueden dar.
Felicidades a Francisco por ese más que merecido Doctorado Honoris Causa. Honor a quien honor merece.