Como estudioso del fenómeno político en abstracto, siempre me ha llamado la atención la liturgia de que están rodeados algunos actos de gobierno, vengan de donde vengan. Para mucha gente, estas cosas, irrelevantes si se quiere, no pasan de ser simples pavadas, muy respetable su percepción, pero para un servidor no lo son.
Y así me encanta echarle un vistazo aunque sea de reojo, al que se conoce en los Estados Unidos (de Norteamérica) como el discurso del Estado de la Unión. Y me gusta estar atento a este tipo de actos litúrgicos, pomposos, de pipa y guante, más en el caso de nuestro vecino del norte, porque en los EU son muy dados a darle un realce especial a este tipo de ceremonias protocolarias ligadas al ejercicio del poder que realizan los presidentes, desde que por primera vez lo hizo en 1790 George Washington en 1790.
Y así como lo vienen haciendo hace ya 228 años, con el mismo formato y guion previamente establecidos, lo continúan realizando hasta estos días. El Sargento de Armas del Senado estadounidense, ya sabe usted, con ese tono de juglar inconfundible y antecediendo al primer mandatario, anuncia ceremoniosamente: ¡Señoras y señores, el Presidente de los Estados Unidos!, que es cuando se le permite hasta entonces ingresar al salón de sesiones del Congreso.
Vi todos los discursos de Obama, eran una delicia por su contenido, por su retórica, por las dotes mismas de histrionismo que se le daban muy bien al afroamericano, que dejaba embelesados a todos, tirios y troyanos, y qué diferencia con el que pronunció hace ocho días el mamarracho fanfarrón que tienen por presidente nuestros vecinos. Desde su actitud, prepotente, soberbia, altanera, farolona diríamos en México, que no podía ser de otra manera en un tipo que es la esencia de la egolatría y las malas costumbres, iletrado, incendiario, convencional, muy convencional, falto de cordura, falto de la educación más elemental, y ya no se diga formal, para el ejercicio del arte del poder, un villano en la más amplia acepción del término.
¡Qué pena por los Estados Unidos y qué pena por el mundo al ser este tipo uno de los líderes mundiales!
Un fundamentalista gobierna a nuestros vecinos, homofóbico, racista, prejuicioso y obcecado. Bien dice la brillante Isabel Turrent, equiparando nuestro caso con el de los EUA: “México sería otro sin los complejos y la paranoia de Díaz Ordaz, el mesianismo de Echeverría y la soberbia de López Portillo. El rumbo de Estados Unidos sería también otro si el talante de Donald Trump no hubiera guiado sus políticas y cada palabra que sale de su boca o de su Twitter en este primer año de su mandato”. Uf, qué aversión me provoca este hombre, por supuesto que el discurso no lo aguanté ni cinco minutos, deplorable.
Ojalá en México no olvidemos a ese pasado que tanto daño nos hizo, y seamos capaces de proyectar nuestro futuro viendo nuestra realidad reflejada en la personalidad y en el estilo de gobernar de un tipo sin duda mesiánico como Trump.
Me parece que merecemos algo más que eso.
gama_300@nullhotmail.com @marcogonzalezga