Soy enemigo de la demagogia, del panfleto, del libelo, del exceso de verborrea, de verbalidad exaltada, que es algo así como lo contrario de materia, fondo o sustancia. Desconfío mucho del, por así decirlo, del que abusa del “meroliquismo”, como si estuviera en un tianguis vendiendo mercancía popular, me molesta, a veces hasta me ofende.
Alucino a quienes, cuando hablan, abusan (perversamente) de la verborragia, que es la hemorragia verbal, descerebral, para que se me entienda. Políticos incontinentes con la palabra, que juegan con la buena fe de sus interlocutores y seguidores. Lo que es hablar continuamente, sin medir las consecuencias de lo que se dice y sin mantener un límite de lo que se vocifera.
En esos excesos suele caer Andrés Manuel. Ayer, en su toma de protesta como candidato de Morena, lo que me queda es esa bonita expresión que resume todo su ideario: “Gobernaré rayando en la locura… contra la corrupción”, ¡híjole, qué miedo!, y es que en política no debiera haber lugar para la falta de cordura, para desequilibrios, para la… demencia. La política es ante todo racionalidad pura, objetividad, los juicios de valor no caben en ella. Es la opinión de un individuo, y la opinión de la persona se forma generalmente a partir de su sistema de creencias y la cultura a la que pertenece.
Yo no confío en el sistema de creencias y, menos, en la cultura y en la visión del mundo que tiene el político tabasqueño. Lo que es bueno para él, seguramente es malo para el que escribe y viceversa. Yo sí he leído, me asumo con un nivel de cultura por encima del promedio y, en materia de concepción de la política y de lo político, definitivamente difiero del tabasqueño.
Para combatir la corrupción se vale la justicia, nunca la revancha y la venganza, de esa manera se desvirtúa, por lo tanto para administrar justicia hay que hacerlo lo más ecuánime posible, no perturbado, no enajenado. Ese tipo de expresiones del líder, aunque no quiera, me remiten necesariamente al tipo de liderazgos como el de Chávez; Maduro y Trump, y aunque no quiera –yo-, me refieren la características típicas de un líder populista: 1) Son carismáticos; 2) Utilizan lenguaje demagógico; 3) Despiertan emociones en las masas como la ira, frustración o idealización, y 4) Fabrican verdades, es decir, te dicen sólo lo que quieres oír.
Definitivamente me da pavor un liderazgo así gobernando mi país.

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