“Fermento y Sueño.”.
Continuando con esta magistral historia de la tetralogía dramática de Luisa Josefina Hernández, traemos a escena la obra: “Fermento y Sueño”. En esta tercera entrega claramente se puede percibir que si bien la historia es una protagonización colectiva, aun así, existen personajes de mayor peso e incluso la historia de amor y resentimientos entre Juan José Fierro de Lugo, Amanda Baeza y Chona Santander, ha resultado ser hasta esta tercera pieza teatral la historia de mayor relevancia.
En “Fermento y Sueño”, nos encontramos a Chona Santander enferma de hemorragias, su hija Sofía Fierro de Lugo y Santander es una adolescente de 13 años, lo narrado sucede cuatro años después de lo acontecido en la obra “La Amante”, es decir, estamos situados en 1886. Juan José tenía cuatro años de vivir en Cuba, se había ido con su amante Amanda Baeza para que ella se pudiera curar de cáncer, si bien en esta pieza teatral aparecerán algunos nuevos protagonistas y reaparece Agustina Santander, ellos no adquieren mayor importancia, sólo la joven Sofía alcanza gran trascendencia.
Cuando Juan José abandonó por completo a su familia para irse con su amor Amanda Baeza, Chona dejó la casa donde vivía con sus dos hijas Sofía e Irene y se fue a refugiar a casa de su papá Don Sebastián Santander. Chona era una mujer inteligente, lectora, traductora, pero los convencionalismos sociales, el orgullo y los caprichos la habían hecho sufrir, decidió casarse con Juan José a sabiendas que éste no la amaba y no quería casarse con ella, los años le enseñaron que por la fuerza casi nada se obtiene, y una vez abandonada cayó enferma.
Sofía poco había disfrutado a su padre Juan José, la joven lo extrañaba y cuando le preguntaba a su madre por su papá, Chona le contestaba que a esa casa su padre sólo entraría cuando ella estuviera muerta. Sofía en esta pieza teatral es un personaje sobresaliente porque simboliza la educación y prejuicios de esa sociedad, en la semana iba hasta dos veces a confesarse con el Padre Valencia porque su vida estaba llena de malos pensamientos:
“Sofía: Necesito confesarme. Romana: Si le vas a contar que pecas de gula, cuéntamelo a mí y así no tenemos que ir a la iglesia, lo estoy viendo, además. Sofía: ¡No es verdad que peco de gula! Tengo otros pecados y si no los confieso no voy a poder dormir en toda la noche. Voy a morirme de insomnio. Romana: (Tranquila.) Hablas dormida cuando dices que tienes insomnio. (Pausa. Sofía reflexiona a fin de cuentas no es grave que Romana sepa sus pensamientos. También sabe que ella tiene una zona de obstinación que no puede tocar Romana… ni otras personas.) Sofía: Seguramente estoy sonámbula. (Romana suelta la risa, Sofía sonríe un poquito.) Yo sí he pensado que si mi mamá Chona muriera, mi padre volvería. Porque ella dice que sólo entrará en esta casa cuando ella ya no viva.”
De Juan José no se sabía nada, Don Sebastián extrañaba a su yerno porque sus haciendas estaban abandonadas y mal administradas, Sofía lo añoraba porque un padre siempre es indispensable y más en la adolescencia, Irene era una niña de cuatros años quien nació cuando su padre se fue a Cuba, a Chona el sólo nombre de Juan José le provocaba malestar, ni siquiera cuando recibió la carta de Don Apolinar donde le daba la noticia de que sus traducciones del latín serían publicadas en España se puso feliz:
“Don Apolinar: Encarnación, por Dios, querida. (Acerca la mecedora, le quita los brazos de la cara.) No es para tanto, nena. Sólo es un contrato para publicarte dos traducciones. Es motivo de júbilo. Tu trabajo va a ser leído y apreciado, no es cuestión de llanto. Chona: Es tarde para el júbilo. Es muy tarde. ¡Qué contenta estaría si tuviera la vida clara y limpia! Ya no tengo vida. A veces quisiera tenerla y tengo recuerdos. Mi hamaca es un nido de ensoñaciones. (Pausa.) Don Polo, ¿Por qué no me amó Juan José Fierro? Yo era bella, inteligente, no sé si era buena, ¡pero no me amó! Don Apolinar: Encarnación. Mírame. El amor no se impone. Nace y nada más. Y quizá muere con el tiempo, no sabemos.”
Después de cuatro años de ausencia y abandono, Juan José de pronto se apareció en la hacienda de su suegro y jefe Don Sebastián, le pidió reestablecerse en el trabajo cosa que inmediatamente le fue concedida. Juan José de ser un hombre apuesto, presentable, elegante, venia mal vestido, envejecido, sin aliento y ánimos de nada, su amor, su único y verdadero amor llamado Amanda Baeza había muerto hacía dos años en Cuba, muerta Amanda, Juan José como loco se puso a viajar hasta quedarse sin nada, tal vez, hasta el grado de no sentir nada después de tanto dolor.
Don Sebastián platicó con el Doctor Apolinar, estaba por una parte feliz del regreso de su yerno porque sus negocios volverían a estar bien administrados, pero por otra parte no sabía cómo reaccionaría su enferma hija Chona al saber que Juan José había regresado, además, Juan José desde su regreso no hablaba y se pasaba el tiempo trabajando, no había preguntado ni por esposa e hijas. El Doctor Apolinar se ofreció para hablar del tema con Chona, Don Sebastián sabía que la noticia o la levantaba de la hamaca o la mataba.
La noticia del retorno de Juan José le llegó a Chona, el impacto fue sorprendente y más cuando supo que hacía ya dos años que Amanda su eterna rival había muerto, y aun así Juan José no regresó, la realidad es que no había regresado porque nunca la había amado, Juan José desde que llegó a ese pueblo cercano a Mérida, amó de principio a fin a Amanda Baeza, el propio Sebastián Santander un hombre que no cree en el amor, sólo en los intereses materiales y carnales, quedó conmovido cuando Juan José le expresó que Amanda había muerto.
“Don Sebastián: “¡Quede bien! Nadie ha quedado bien en este asunto. Pero él no quiere quedar bien. Está… hasta mal vestido, ¡ese tremendo figurín que era él! Y ya no le importa nada. No me preguntó por sus hijas, no mencionó a Chona. Quería saber si podía regresar a su antiguo empleo. ¿Se imagina usted eso? Si usted le hubiera visto la cara cuando me dijo: Hace dos años murió ella. ¡Y yo no creo en el amor!”
Chona no pudo soportar la noticia del regreso de Juan José y en ese mismo día murió, estos personajes representan la tragedia de ser educados en sociedades cerradas, machistas, elitistas, por eso retoma significación la enseñanza del Doctor Apolinar cuando le dijo a Chona que el amor no se impone, sólo se siente, nace de forma natural.
En los funerales de Chona, su hija Sofía pensaba: “(Imperturbablemente.) Fui a buscar al padre Valencia y ahora ya tengo un pecado muy grande, que me va a durar muchos años. Yo maté a mi mamá Chona. La maté de puro desearlo. Todo el día lo deseaba. Don Apolinar: Tranquilízate Sofía. Los deseos no matan a nadie.” ¡Pobre Sofía!, ojalá y en el cierre de esta historia recupere a su papá y alguien por fin represente las palabras paz y tranquilidad, porque la palabra felicidad parece que es mucho pedir…La historia continua.
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