Por Ramón Durón Ruíz (†)

Son cientos los milagros diarios, que el viejo Filósofo de Güémez tiene amorosamente el gusto de agradecer a su padre Dios, pero hay uno de ellos que es un extraordinario don que ha tenido la magia de transformar maravillosamente mi vida, el soberano oficio del sentido del humor, que desde mi humilde punto de vista –junto al amor–, es la cúspide de las manifestaciones humanas.
El humor tiene la grandeza de hacer que broten desde el fondo del alma las más generosas sonrisas que reflejan que adentro hay un alma en plenitud que se regocija con los pequeños milagros de la vida y que hacen que se viva, como manantial caudaloso, minuto a minuto, el cielo en la tierra.
Este viejo campesino sabe que si por una parte el odio, el resentimiento, la depresión o el desánimo crean un torrente que enferma al cuerpo y debilita al alma, el humor y los químicos producidos por él –por el contrario– te generan una perspectiva maravillosa de vida que te deja el mensaje de que nos estás aquí para sufrir, mucho menos para fracasar, sino para gozar la vida a plenitud, triunfar y ser feliz.
El Filósofo todo lo ve a través del cristal del humor –me hace ver la vida con un optimismo sin comparación– como hombre de profunda fe, se refugia en La Biblia, libro que encierra la sabiduría de los tiempos, que nos dice: “Cuando el corazón está alegre, la vida es más larga”
La risoterapia, método que viene desde tiempos memorables, aconseja el humor y su fiel compañera la sonrisa como método de sanación, como técnica para atenuar el sufrimiento, las molestias y el dolor, sabiendo que nuestro cuerpo –sabio por naturaleza– a través del sistema inmunológico, nos provee de un grupo de neuro-hormonas como la inmunoglobulina “A”, la serotonina y las endorfinas, que además de atenuar la sensación de dolor, debilitan los miedos y nos generan un estado de bienestar excepcional.
El humor es tan grande, que además de conservar el equilibrio del cuerpo sano, va más allá al generar por una parte un reparador cansancio y por otra, te transforma en un ser poderoso con su enérgico estado de ánimo que armoniza tu vida con el universo, haciendo de ti un individuo auténtico, alegre, feliz, propositivo, facilitándote la comunicación con tu vida.
El humor te señala la exacta dimensión de tu humana pequeñez y te conduce pedagógicamente a encontrar el has de luz de lo divino que hay en lo humano, te enseña a aprender de los fracasos y de las desventuras, te ayuda a cambiar de rumbo cuando topas en pared, te guía a transformar tus pensamientos negativos en una actitud mental positiva.
El humor tiene la magia de transformarte en un ser humano más humilde, listo para ser recipiendario de los milagros que la vida tiene para ti. Me encanta el epitafio inscrito en la lápida de un obispo anglicano en la abadía de Westminster, Reino Unido:
“Cuando era joven y mi imaginación no tenía límites, soñaba con cambiar el mundo.
Según fui haciéndome mayor, pensé que no había modo de cambiar el mundo; así que me propuse un objetivo más modesto e intenté cambiar sólo mi país. Pero con el tiempo me pareció también imposible.
Cuando llegué a la vejez, me conformé con intentar cambiar a mi familia, a los más cercanos a mí. Pero tampoco conseguí casi nada.
Ahora, en mi lecho de muerte, de repente he comprendido una cosa: Si hubiera empezado por intentar cambiarme a mí mismo, tal vez mi familia habría seguido mi ejemplo y habría cambiado, y con su inspiración y aliento quizá habría sido capaz de cambiar mi país y, quien sabe, tal vez incluso hubiera podido cambiar el mundo.”
Por eso el Filósofo de Güémez dice:
“La obra social más efectiva del mundo es… ¡EL SENTIDO DEL HUMOR!”

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