Gilberto Haaz Diez.

DE UN VIAJERO

Es gracioso pero cuando sales de tu casa y deambulas muy lejos, siempre piensas: ‘Quiero irme a casa’. Pero luego vuelves a casa y por supuesto no es lo mismo. No puedes vivir con eso, no puedes vivir lejos de ello. Y parece que a partir de entonces siempre hay este anhelo de algún lugar que no existe. Sentí eso. Aún lo hago. Nunca estoy completamente en casa en ninguna parte. Camelot

DIA CUATRO MADRID (LA LLUVIA POR LA NOCHE)

Escrito desde Madrid. Un octubre de 2018. Llueve por la noche, salgo a Puerta del Sol, a media cuadra del hotel. Husmeo lo que puedo. Llueve ligero, no gran aguacero como los orizabeños, ligero, pero moja. Pringa, pues. El Ayuntamiento de la ciudad luce con el color rosa en su frontispicio (¿Qué demonios será frontispicio?), se ve bello, es por el programa de cáncer de Mama, que este mes lo han promocionado en todo el mundo, porque es un flagelo para las mujeres y las estadísticas avanzan y son muy altas. Tóquense, vean al médico, hagan sus estudios. Se admira en lo alto de un edificio, su Times Square madrileño, el viejo anuncio del Tío Pepe de Gonzáles Byass, que por años da el toque a este Madrid donde el oso y el madroño, símbolos de la ciudad, han servido para que miles y miles se tomen las fotos o las selfies. Aún no subo a su Metro, mañana lo haré, a moverme por la ciudad y ver a esos músicos urbanos que en los pasillos o tocan un violín o cantan, o un acordeón, con lo que puedan, muy de Europa esos músicos que alegran los pasillos mientras la gente escasamente voltea a verles, acaso les da una moneda. Las viandas de Salamanca, con jamones embutidos y una entrada pisa y corre al Museo del Jamón, el de la calle San Jerónimo, para una morcilla y unos huevos con patatas y el famoso jamón serrano jabugo, o pata negra. Chicharito es casi vegano, sale barato. Veo de reojo el Corte Inglés, nuestro Liverpool pero a lo bestia, la gran cadena de España que es un misterio por qué nunca hayan pretendido ir a América, como si lo hizo el gallego leonés, Amancio Ortega, el dueño de Zara, la fortuna más grande de España, el Slim de acá, solo que él con trapos y desde un mostrador, a este hombre ningún gobierno le dio nada, y tiene tiendas hasta en Rusia y las de Nueva York en la Quinta Avenida son lo máximo en escaparates y vidrieras. Iré a comprar mis sobaos, esos panecillos que antes vendían en las parroquias de los mil años y que dejaron de venderlos, no sé si por incosteables o porque la señora que se los hacia dejó de hacerlos, acá me los como ricos. También a un lado el restaurante Labra, que tiene 100 años sirviendo sus pinchos y botanas. Ya me volvió a entrar hambre, cierro el espacio y mañana mejor les cuento otra cosa, que no sea comer.

La otra mitad no la quiere.

RUMBO A PARIS

Dejo Madrid unos días, sucede que encontré un vuelo económico de Madrid a París y ahí me voy, a dar una vuelta estos días a esa ciudad que maravilla, que para muchos es la número uno del mundo. Dejo enredados a los gobernantes porque, la Catalunya se les sigue atragantando, unos quieren su independencia, la mitad de ellos y la otra mitad no la quiere. Miren, hay independencia en las escuelas y muchas de ellas ya no dan clases en español, algo para Ripley, sucede que muchos chicos estudiantes leen bien el español pero ya se les dificulta hablarlo. No hay nada qué hacer, desde que Pokemón (Puidgemont) se les rebeló, y huyó de Barcelona el collón para no ser encarcelado, esa parte de España se parte en dos, se rompe, y el golpe de estado legal dado por el presidente español, cuando derrocó a Rajoy, el tal Pedro Sánchez, ese no quiere mover esas aguas ni enlodarse, líos en sus autonomías y sus independencias, no solo en lenguaje, en todo, aborrecen a los españoles. Qué tiempos aquellos cuando Franco no los dejaba en ninguna escuela que practicaran catalán. Cierta vez hablé con un taxista, algo joven, me dijo que lo hablaba por sus padres, pero que no lo sabía leer ni escribir, ahora es a la inversa, los catalanes niños lo leen, el español, pero ya se les dificulta hablarlo. Cosas de sus líos. Voy al Barajas Adolfo Suarez y me voy al Charles de Gaulle. Muy de mañana, vuelo de 6:30 donde hay que estar dos horas antes, eso quiere decir que madrugo. Nadie a esa hora en el aeropuerto. Trepamos, nos acomodan, va lleno, los pilotos de Air France presumen ser de los mejores, como los de KLM de Holanda. En un par de horas llegaremos, poca visibilidad, hay muchas nubes y no logramos ver nada del Charles de Gaulle, hasta aterrizar. Les cuento en la próxima cómo va esto, en París, que es una fiesta.

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