LAS MUJERES DE CERVANTES. (III)

Elena Poniatowska es la única escritora mexicana que ha recibido el Premio Cervantes de Literatura en el año 2013, en su larga trayectoria como escritora y periodista ha publicado una amplia obra que incluye crónicas, ensayos, novelas, reportajes, entrevistas, entre otros géneros literarios. Elena se ha distinguido por ser una férrea defensora de los derechos sociales y particularmente los derechos de la mujer, en parte de su obra se encuentra impregnada una fuerte crítica hacia la sociedad machista, elitista, desigual, y precisamente esta temática es claramente abordada en la novela: “Hasta no verte Jesús mío”, publicada en 1969 y convertida en una obra referente de la literatura mexicana de la segunda mitad del siglo XX.
En esta novela testimonial Elena crea a un personaje llamado Jesusa Palancares, afirmo que es una novela testimonial porque la escritora a través de Jesusa está narrando la vida de una mujer real, originaria del Estado de Oaxaca llamada Josefina Bórquez. Después de horas de entrevistas, escuchar anécdotas, historias, leyendas, Elena decidió contarnos noveladamente la vida de una mujer que puede reflejar la de muchas mujeres mexicanas que vivieron en los primeros años del siglo XX.
Jesusa es un personaje que vive en plena soledad, tragedias, perdidas, violencias, peligros, siendo niña tuvo la desgracia de ver morir a su madre, la sola descripción que realiza Poniatowska de este hecho es desgarradora: “No sé si la causa era la pobreza o porque así se usaba, pero el entierro de mi madre fue muy pobre. La envolvieron en un petate y vi que la tiraban así nomás y que le echaban tierra encima. Yo me arrime junto de mi papá pero estaba platicando y tomando sus copas con todos los que los acompañaron y no se dio cuenta cuando me aventé dentro del pozo y con mi vestido le tapé la cabeza a mi mamá para que no le cayera tierra en la cara. Nadie se fijó que yo estaba allá adentro. De pronto él se acordó y yo le contesté desde abajo, entonces pidió que ya no echaran más tierra. Yo no me quería salir. Quería que me taparan allí con mi mamá.”
El papá de Jesusa, Don Felipe Palancares luego, luego, encontró nueva mujer llamada Evarista Valencia. Don Felipe era violento, machista, borracho, agresivo, sin embargo, su hija Jesusa nunca se doblegó ante él, ni ante su madrastra, fue una niña voluntariosa, aguerrida, de carácter, sabía defenderse y era ella quien cuidaba a su hermano menor de nombre Emiliano. Don Felipe, Jesusa y Emiliano formaron parte del ejercito carrancista y en ese contexto Emiliano el hermano consentido de Jesusa fue asesinado, lo sorprendente es que a pesar de haber crecido junto a su hermanito, por todo lo padecido en su corta vida, Jesusa no mostró gran dolor, y no porque no lo amara, sino porque creyó que su hermano ya estaba en mejor vida, o si no existe algo mejor, por lo menos se deja de sufrir en algo real que es estar acá abajo.
El abuso de esas sociedades clasistas, burguesas, queda brillantemente descrito en esta magistral novela, Jesusa siempre fue explotada, utilizada, si en la recién premiada película “Roma” quedamos deslumbrados ante el abuso de las “Yalitzas” descritas por Alfonso Cuarón, Elena Poniatowska en 1969 ya lo había denunciado a través de Jesusa.
“La hija de mi madrina, la señora Celerina no me trató mal, pero no me pagó. Eso sí, comía yo primero que ninguno de ellos porque mientras estaba haciendo el alimento de los chiquillos me recataba. Así es de que cuando los patrones se sentaban a la mesa, yo ya tenía la comida en los talones. Cuidaba a los niños, lavaba y planchaba en las noches todos sus pañales y trajecitos. A los más chiquitos los llevaba al parque, a los mayorcitos a la escuela. Yo crie a esos cinco niños muy limpiecitos. Los cambiaba por la mañana, a medio día y en la tarde. A las cuatro, los volvía a cambiar para llevarlos al jardín. Los regresaba a las cinco, los bañaba otra vez con jabón de unto, les daba su merienda y los acostaba a dormir. Entonces yo todo el día acicalaba a esos niños: que un botón, que el cuellito, que el chinito, que la carajadita, tenmeaquí, tenmeacá, el chiste es que los niños se estuvieran quietos para que yo pudiera entretenerme. Fuera de los chiquillos no tenía con quien hablar, porque mi único amigo era el metate. De eso me viene lo callado. Hasta ahora de vieja me he puesto a hablar un poquito.”
Partiendo del personaje central, la novela aborda una enorme cantidad de temas, Jesusa será detenida por los zapatistas y cuando fue presentada ante Emiliano Zapata, éste inigualable revolucionario ordenó a su tropa que respetaran a las mujeres y decidió llevarlas y entregárselas a Don Felipe Palancares. Elena Poniatowska mediante el personaje de Jesusa nos presenta su visión sobre personajes importantes de la Revolución mexicana, dejando la imagen de Zapata como un hombre honorable, de principios y valores firmes, todo lo contrario, sucede con el caudillo Francisco Villa, descrito por Jesusa con las siguientes palabras:
“Yo si a alguno odio más, es a Villa. Nunca lo llegué a ver de cerca, nunca, y qué bueno porque le hubiera escupido la cara. Ahora me conformo con escupirle al radio. Oí que lo iban a poner en letras de oro en un templo. ¡Pues los que lo van a poner serán tan bandidos como él o tan cerrados! Tampoco les creí cuando salió allí en el radio que tenía su mujer y sus hijas, puras mentiras pues qué. ¿Cuál familia? Eso no se los creo yo ni porque me arrastren de lengua… Ése nunca tuvo mujer. Él agarraba a la que más muchacha, se la llevaba, la traía y ya que se aburría de ella la aventaba y agarraba otra. Yo de los guerrilleros al que más aborrezco es a Villa.”
Con el paso de los años Jesusa irá teniendo perdidas y más perdidas, sufriendo abusos, hambres, angustias, necesidades, pero nunca se doblegó ante nada, defendió hasta donde le era posible su honor, su libertad, ayudó a niños de la calle, fue traicionada por la gente que ayudaba o en quien confiaba, y si bien en momentos se debilitaba, siempre se reponía y salía adelante, por eso en el final de la novela Jesusa declara:
“Uno no tiene nada que ver ni puede adelantar las manecillas del reloj. Aquí estoy jirimiquiando, ya saco la lengua como los colgados, ya me estoy muriendo y sigo en pie como los árboles podridos. Sólo Dios sabe hasta cuándo.”
Mientras tanto a seguir luchando, si la lucha vale o no la pena, esto ya es un asunto hamletiano.

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