He tenido la oportunidad de participar en algunas discusiones sobre el rumbo económico de México en redes sociales, que es dónde está el pulso de lo que piensa la población del país. He descubierto lo obvio, la ausencia del mínimo conocimiento de cómo funciona la economía de un país, y la defensa a ultranza con argumentos falaces de el bando al que se pretende defender desde la más absoluta ignorancia, ya sea de los amlovers, o los amlohaters.
Cuando se comenta el efecto dañino a la economía de algunas medidas que ha tomado el gobierno, como es un subejercicio del 13%, espantar a los inversionistas nacionales y extranjeros, cancelar las zonas económicas especiales, cancelar inversiones y subastas en energía, cancelar la construcción del aeropuerto de Texcoco, cancelar la Fórmula 1, eliminar el INADEM, eliminar el consejo de promoción turística o frenar las inversiones inmobiliarias en la ciudad de México, la respuesta siempre resulta una soberana tontería.
Desde el ¨yo no viajo en avión¨, ¨los edificios son de los ricos¨, ¨la mafia esta ardida porque ahora no hará negocios como hacía con el PRIAN¨, ¨el petróleo es nuestro¨, ¨yo jamás pagaría lo que cuesta un boleto de fórmula 1¨. ¨El presidente está ahorrando dinero público¨, ¨el combate al huachicol beneficia a México¨, ¨PEMEX está manejado por gente honesta. Todo ello demuestra el absoluto desconocimiento de cómo funciona la economía.
Quizá en campaña por su mercado electoral era rentable señalar a los ricos como los malos de la película mexicana, pero en la vida real, no hay gobierno que avance sin inversión privada, esto es algo que todavía ni el presidente ni la jefa de gobierno han podido asimilar. No saben que la industria de la construcción tiene un efecto multiplicador que beneficia a toda la economía en su conjunto, y por ello, en la ciudad de México paran inversiones de miles de millones de dólares, a la espera de lograr una mochada para autorizar la continuación de la construcción, a pesar de que los permisos ya fueron otorgados por el gobierno (no importa que fuera el anterior) y no hay una sola prueba de corrupción.
Si consideramos que la construcción es un detonante económico, y se cancelan proyectos de inversión por siete mil millones de dólares en las zonas económicas especiales. Se cancela una obra como el aeropuerto de Texcoco a un costo excesivo, pues a los inversionistas se les pagó una sobreprima. Se cancela un proyecto de transmisión de energía eléctrica desde la Ventosa al centro del país. Se frenan las subastas de campos petroleros… todo ello genera una absoluta atonía de la inversión privada, que simplemente se queda prácticamente en cero.
A ello hay que añadir el subejercicio del 13% en el gasto e inversión pública el primer trimestre, lo cual provoca la reducción brutal en el crecimiento económico que baja de 2.0 % a 0.2% es decir se redujo el crecimiento económico en un 99% de un trimestre a otro. Quizá el subejercicio del gasto publico se pueda revertir pues a pesar de ser exagerado, se puede justificar por el cambio de gobierno, aunque el presidente ya recibió el aval del senado, para utilizar los excedentes acorde a su criterio, en lugar de cómo antes se asignaban, que eran para programas prioritarios y manejado por la SHCP.
Quien no comprende los beneficios económicos que genera el turismo, aún sin jamás haber tenido contacto con un turista, no le importa el daño generado con las políticas del nuevo gobierno. En realidad la economía es un todo, si una de sus partes se beneficia, siempre hay un efecto multiplicador, pequeño o grande en el resto de las actividades económicas. Quizá un asalariado no perciba beneficios inmediatos, pues gane más o menos el patrón, ellos perciben lo mismo, sin embargo el crecimiento del empleo genera mayor demanda de trabajadores, lo que encarece la mano de obra calificada, es decir, a largo plazo aún los trabajadores resultan beneficiados.
Se alega que la inversión financiera fluye al país. Sin considerar el costo que representa para el propio país. Mientras las tasas internacionales están en el orden del 1 al 2% anual, en México se pagan tasas superiores al 8% anual. Pero es inversión volátil, a la primera señal de riesgo saldrán corriendo. Y es inversión que no genera riqueza a largo plazo en el país. La inversión extranjera directa está prácticamente paralizada, salvo algunos osados como Nestlé, que recibirá grandes beneficios por su nueva planta en Veracruz. Fuera de eso y algunos otros garbanzos de a libra, no hay inversión física, lo cual pronostica una recesión en el mediano plazo.
A pesar de los aumentos de salarios y los programas sociales que dinamizaron el consumo, el efecto se diluirá en el mediano plazo, mientras que el efecto no alcanza a la actividad industrial, que se ha visto afectada también por las políticas duras de Trump en la frontera.
En resumen mientras hay incertidumbre que va a crecer mientras no se firme el T-Mec, y se acerquen las elecciones americanas, además de esperar un acuerdo comercial entre USA y China, la volatilidad exterior va a aumentar la presión sobre México, y si no estamos preparados, porque el presidente en los hechos es enemigo de los empresarios, México va a sufrir económicamente.
Si a ello le aunamos la necedad de gastar en proyectos inútiles, como Dos Bocas o Santa Lucía, el problema se agrava, pues a ojos de quienes pueden sacar al país del hoyo económico, no hay una administración seria, y no habrá inversión, ni extranjera ni nacional, y el gasto público no ha mostrado eficiencias, además de ser incapaz de dinamizar la economía a los niveles prometidos del 6% a final del sexenio.