*De Lincoln. Nos podemos quejar porque los rosales tienen espinas, o alegrarnos porque las espinas tienen rosas. Camelot

ESA CATALUNYA DE SEPTIEMBRE

Hace casi un mes, un 23 de septiembre de este año, presente lo tengo yo, anduve y andé en Barcelona. La cosa estaba tranquila, iba a la Sagrada Familia y a ver a Messi en un juego al Camp Nou. En el otoño de 2017, vino la rebelión y los vientos de la independencia de Cataluña habían dejado de soplar, los líderes rebeldes en la cárcel y el tal Pokemon, Puidgemont, asilado en Bélgica, donde vive la vida loca. Fue quien huyó porque había órdenes de aprehensión en su contra, por haber ejecutado un referéndum o encuesta, para que los catalanes digan, de una vez por todas, si se separaban de España o se quedaban. El gobierno echó mano de sus fierros, como queriendo pelear, y les decretó todo ese merequetengue como ilegal, y giró órdenes de aprehensión hasta para algunos polis llamados Mossos D Esquadra, que se negaban a detener gente. Hice mi encuesta Mitofsky entre algunos meseros, cuando comíamos, y unos otros taxistas, cuando tomábamos el auto para ir al hotel. Ellos me dijeron que querían ser independientes de España, pero que no los dejarían. La cosa andaba tranquila, esos vientos de 2017 se habían apaciguado y solo se veía el reflejo de la división en los balcones de las casas y hasta en los hoteles, que para no meterse en líos de secesión, ponían ambas banderas, como diciendo: escoja la suya, donde algunos balcones colgaban las banderas de Catalunya y otros la oficial de España. Como en la Guerra Civil, vecinos peleando por una causa, los del Sí y los del No. Aquel otoño comenzaron a sufrir en Barcelona, que tiene una economía de primera y un PIB a veces superior al de Madrid, los hoteles comenzaron a perder huéspedes, algunas empresas nacionales, amenazaban con retirarse, porque también la Comunidad Económica Europea les habían hecho fuchis a su secesión. No había buen tiempo, para un barco que no encontraba buen puerto ni buenos vientos.

EN EL ESTADIO DE MESSI

En el estadio de futbol, por igual, las banderas de Catalunya y los gritos de la raza de libertad a presos políticos, en su idioma, se oían con fuerza, entre dribladas de Messi, expresaban en su lenguaje esa independencia, esa forma de manejarse solos, aquel lenguaje que una vez le pregunté a un taxista opositor qué idioma hablaban, y me dijo que uno de palurdos, de campesinos porque lo afrancesaban y lo castellanizaban. También me dijo otro taxista, que él lo sabía hablar pero no lo sabía escribir, porque en la época de Francisco Franco estaba prohibido en las escuelas enseñar el catalán, y solo los padres a los hijos se los enseñaban en su lenguaje casero. Casi un mes después, vinieron la sentencias a los encarcelados y la orden de aprehensión contra Puidgemont, y el tapón de la sidra se destapó y comenzaron las violentas protestas callejeras, y ahora ahí están, ya no riñendo en los balcones con banderas, riñendo por una Constitución, que no quieren respetar, y unas ordenes de aprehensión y sentencias, que no quieren aceptar. En aquel tiempo se hablaba de que si lograban la Independencia, el equipo Barcelona saldría de las ligas de la FIFA de España, pero ellos le encontraron salida fácil, jugarían en la liga francesa, porque Barcelona está pegada a Francia, que fue el sitio por donde huyeron los grandes intelectuales del franquismo, como el gran poeta, Antonio Machado, cuyos restos y tumba están en el Cementerio francés de Cotlliure, y que España ha querido repatriar y el alcalde de ese pequeño pueblo se ha negado, porque, asegura, Machado llegó allí para morir y para inmortalizarse por toda una eternidad. En la tumba de Antonio Machado en Cotlliure nunca faltan flores, banderas republicanas y cartas y dibujos, que desde hace unos años se depositan en un buzón para ser conservados. El poeta andaluz que hizo famosa la trágica frase de que “una de las dos Españas ha de helarte el corazón” murió un 22 de febrero de 1939 y descansa en este pequeño cementerio, muy cerca del mar.

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