Empatía y los sentimientos morales

Las palabras son las precursoras de acciones futuras, las chispas de futuros incendios.

Aurelio Arteta

 

Nuestra atmósfera moral proclama a todas horas el valor más celebrado que es la presunta virtud de no valorar, la posibilidad de soltar y no luchar. Parece que nos encontramos en una plataforma de indiferencias, centradas en el desapego de las causas comunes.

El día de hoy teniendo como marco la resurrección de Cristo celebrado por la fe cristiana, nos evoca sin duda a una reflexión sobre los derroteros que las diferentes crisis nos van presentando, teniendo como centro de pensamiento la ausencia de empatía sobre los problemas de nuestra época.

En estos momentos de polarización y sectarismo en el que se encuentra la sociedad mexicana, parece necesario y hasta sano hundir nuestro pensamiento en los clásicos para que nos den luces en el camino, a fin de mejorar nuestro diálogo social.

En este caso, estos días en confinamiento me han permitido observar en las Redes Sociales ciertos comportamientos, que me hicieron recordar el viejo libro que leí cuando me encontraba estudiando la licenciatura “Teoría de los sentimientos morales” del padre de la economía moderna Adam Smith, donde consideré pertinente revisar el concepto de simpatía estudiada en su obra seminal la nos brinda enseñanzas para salir del atolladero moral en el que nos encontramos.

Hoy con una profunda desaceleración económica y la propagación del COVID-19 debería limitarnos a juzgar los comportamientos sociales, es prudente entender que ponernos en los zapatos de otro, es imaginar que las circunstancias de la otra persona son nuestras, y que los sentimientos de ese “otro” son razonables.

Bien argumenta el investigador colombiano Julio A. Franco Orozco que lo que se requiere es pulir una capacidad humana que ejerzamos todos los días, nos reímos cuando otros se ríen, compartimos el sufrimiento ajeno y también juzgamos al otro en esas circunstancias.

A esto lo llamó Adam Smith “simpatía”, que en griego original “sym” significa con/juntos y pathos, sentimientos. En la actualidad, este término se asocia más con empatía que según la Real Academia Española (RAE) es la capacidad de ponerse en el lugar del otro para sentir lo que el otro siente, sin perder la propia identidad. Es una habilidad de la comunicación en la búsqueda de los aspectos que las personas tenemos en común para facilitar la interacción.

Este concepto, según Smith, es la base de nuestro comportamiento y de formación de la sociedad. Somos mejores sociedades en la medida en que hacemos más grande el circulo de personas con capacidad de juzgarnos, con capacidad de ponerse en nuestros zapatos.

Aquí el conocimiento y el entendimiento solo se puede dar, cuando nos limitamos a conocer solo lo que nos interesa, solo un área de conocimiento, y rechazamos las perspectivas de los otros, se cierra de cierta manera el círculo de la simpatía y se pierde la oportunidad de conocer y empatizar con muchas personas y temas diferentes a los que manejamos y a los que piensan y sienten diferente los rechazamos o no los toleramos.

La intolerancia es la ausencia de simpatía, y por tanto pareciera que es lo que nos lleva a la polarización. Bajo estas circunstancias podría argumentar que no perdamos nada de nuestro tiempo; quizá los hubo mejores, pero es el que nos tocó vivir, así que hay que disfrutarlo al máximo.

Si solo hacemos lo fácil y cómodo, no llegaremos muy lejos. Eso lo hace todo el mundo. Vivir es atreverse a que a uno le sucedan cosas. Avanzar en la vida tiene mucho de superar obstáculos y para hacerlo tenemos que vivir todo con determinación y buena fe.

Para ello, hay que romper la inercia que valora más el conflicto, que al entendimiento. Los problemas que actualmente tenemos nos deberían trasladar a la unidad, sin embargo, se sigue buscando más imponer que generar consensos, es decir echar manos de la empatía que nos recomienda Smith.

Quizás con esta validez intrínseca de los retos que se nos van presentando, manifestadas en la contracción de la economía mundial, los esquemas jurídicos rebasados, y la tala a los procesos de integración y movilidad de las personas. El propio Edgar Morin nos recuerda en una reciente entrevista para el periódico el País que “Vivimos en un mercado planetario que no ha sabido suscitar fraternidad entre los pueblos”.

¿Se puede dar fraternidad y salir de una crisis sin empatía?