«Del brazo y por la calle iban dos amigas, gorditas las dos. Un señor que las vio se puso a caminar tras ellas al tiempo que les decía: ¡bomboncitos! ¡caramelos! ¡pastelitos! ¡chocolatitos! Una de las dos robustas chicas se volvió a él y le dijo con sonrisa de coquetería: «ay, señor, ¡Qué bonitos piropos sabe usted decir!- «No son piropos, señoritas. respondió el expresivo caballero. :»Soy nutriólogo, y les vengo diciendo lo que han comido y que ya no deberían de comer». Lo escribe Catón en «Reforma».