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Ventana del Miedo

 

La luz del sol cuela una franja de fuego a la habitación. La mañana se ha abierto como un fruto de luz esplendoroso. Es un día radiante. Un tordo con plumaje de tornasol azul suelta en su vuelo un fuerte grito, su escándalo hiere el silencio. Los gorriones beben del agua milenaria que escurre y canta en la fuente. La placidez del viento se enreda en hondas verdes frondas. Ella no ha intentado abrir la puerta y salir al encuentro del día. Quisiera resguardarse en una habitación cerrada. Quedarse a oscuras, con los ojos en negro. Suda copiosamente. Sus palpitaciones son el sonido de un tren despavorido que descarrila en la madrugada. Su estómago es un tenso nudo de trapo que la ahoga. Soporta las incontenibles náuseas de un mar agitado. Sus ojos son dos flamas hirvientes. Está impaciente. Sólo alcanza a comprender, absurdamente, que tiene tanto miedo de revivir el miedo. En su turbia memoria revuela la incertidumbre como una parvada de pájaros insomnes. Deposita en su boca, como frágil gota de penumbra, una pastilla para sucumbir en los abismos más sombríos y profundos del sueño. Mientras la tarde oscurece, sus ojos de cierran. La noche es un viejo navío que se aleja sin rumbo.

 

 

Manuel Antonio Santiago.

Foto de Víctor León.