28 de agosto de 1973
Marco Aurelio González Gama
Para que no se nos olvide nunca esa fecha en el calendario, se van a cumplir 50 años de ese trágico evento que nos dejó profundamente marcados. Nací en 1960, un día 7 de julio y en la memoria —tenía 13 años cumplidos— aún está vivo el recuerdo de aquel infausto momento, eran alrededor de las 3 horas con 45 minutos —se manejan también las 3:50 y 3:52— de la mañana (madrugada) del 28 de agosto de 1973, cuando una importante porción del territorio de los estados de Veracruz y Puebla se sacudió de manera violenta como tal vez no había ocurrido desde finales de los años 20 del siglo pasado, cuando ocurrió otro evento de similar naturaleza que afectó a la entidad también, según reseñas históricas de la época. El del 73 fue un sismo que nos agarró desprevenidos a quienes a esa hora dormíamos tranquilamente, su magnitud fue de 7.3 en la escala de Richter, suficiente intensidad para que nos despertáramos alarmados y espantados, su epicentro se localizó en Ciudad Serdán, en el estado de Puebla. De acuerdo con el Servicio Sismológico Nacional (SSN), el temblor tuvo una duración cercana a los 2 minutos, causando importantes daños materiales, principalmente en la ciudad de Orizaba, pero por sobre todas las cosas le costó la vida a entre 500 y 1,400 seres humanos de manera por demás dramática y dolorosa, porque su muerte fue inesperada, repito, los agarró durmiendo. Al lado de Orizaba y Córdoba, también sufrieron importantes daños las poblaciones de Ciudad Serdán, en el estado de Puebla, Ixtaczoquitlan, Coscomatepec, Nogales, Río Blanco, Zongolica —junto con otros poblados de la Sierra— y municipios circunvecinos de Veracruz, con diferentes grados de magnitud en afectaciones, además, el desastre provocó fracturas en construcciones antiguas de Orizaba de importante valor histórico, entre otros, en templos como los de San Juan de Dios, San José y Santa Gertrudis, y edificios emblemáticos como el de la «Packard», con muchas víctimas que quedaron sepultadas ante el colapso total de su estructura de concreto, así como las cúpulas de la parroquia de la Inmaculada Concepción en Córdoba quedaron ladeadas, más múltiples daños en viviendas, edificios y escuelas públicas de toda la región. Sería muy pertinente que las autoridades de los diferentes niveles de gobierno fueran organizando algunos eventos para recordar este traumático y doloroso desastre natural, sobre todo, para honrar la memoria de las víctimas que perdieron la vida en aquella madrugada del 28 de agosto de 1973.