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Milenio Digital

Daniel Sicknayi corrió entre el sonido de tiroteos y explosiones desde la sinagoga en la que celebrara el Sabbath para encontrarse con las noticias de mujeres y niños masacrados por Hamás.

Disparo de cohetes desde Gaza hacia Israel. | Reuters.

Alan Amaury.

Daniel estaba en la fila de un supermercado cuando un adulto frente a él recibió una llamada que lo hizo tirarse al piso a romper en llanto; sin conocerlo, los demás clientes a su alrededor lo abrazaron para consolarlo. Era el primer día que había salido a las calles desde que Israel declaró la guerra al grupo Hamás.

Daniel Sicknayi, un mexicano de familia judía se encontraba en Jerusalén para celebrar el Simjat Torá, popularmente conocida como la festividad de la felicidad, cuando la operación del grupo Hamás irrumpió en el país dejando más de mil muertos y cientos de torturas, secuestros y crímenes documentados en el país.

«No se puede dejar de lado que hayan entrado terroristas a un país a asesinar, a masacrar, a secuestrar bebés, niños en sus propias casas (…) yo creo que ni el diablo conoce tanta maldad como la que conocen esos animales», afirma el mexicano Daniel Sicknayi en entrevista con MILENIO.

La mañana que Sicknayi se enteró del ataque de Hamás él dormía en casa de un primo en Jerusalén cuando las sirenas de alarma contra un posible ataque de misiles lo despertaron. Posteriormente él, su mamá y el resto de familiares se refugiaron en un cuarto de paredes de cemento ubicado en el mismo edificio.

Pese a los eventos de la mañana, la comunidad asistió a la sinagoga para el Sabbat de esa semana; sin embargo, una vez camino al templo, Daniel corrió entre cientos de israelíes que huían bajo la alarma antimisiles. El ataque de Hamás había empezado.

«De las primeras cosas que escuché fue que habían secuestrado a dos soldados y la verdad me quedé helado. Después que eran 15 soldados, pero el impacto fue al ver las noticias sobre estos terroristas masacrando, secuestrando y violando mujeres por las calles de Israel»,

Según relata el mexicano, al terminar todos corrieron hacia lugares seguros en medio del sonido de tiroteos y explosiones; algunas desde el cielo que eran sistemas antimisiles; las más fuertes de los que sí lograban impactar contra edificios.

Tras la declaración de guerra, el gobierno israelí llamó a la población a no salir a menos que sea «algo esencial» como comida o productos de urgencia debido a los «terroristas sueltos», detalla Daniel.

Sin embargo, las pocas veces que Daniel ha podido salir por momentos del edificio ya sea para conseguir víveres o por mera salud metal se ha encontrado con rostros de desolación, angustia y tristeza así como con una alarma que pide a la población buscar refugio nuevamente.

«No te lo puedo explicar las caras aquí. Más en esta festividad de la felicidad».

Ante los llamados a un contraataque más duro, la ciudadanía acusa al grupo Hamás de «tirar misiles desde escuelas y hospitales para que Israel no pueda defenderse» utilizando estas sedes y a las personas y niños como «escudos humanos».

Se rumora que el ejército israelí comenzará una operación para «limpiar» al país del grupo Hamás en los próximos días y es posible que se recupere la gobernabilidad y la seguridad; sin embargo, Daniel aún seguirá refugiándose acompañado de su madre, su tía y su primo hasta el domingo 15 de octubre cuando espera poder salir de Israel hacia México.

«Espero de corazón que el mundo reflexione de los acontecimientos que pasaron y tenga empatía por Israel y por las almas violadas y masacradas tanto hombres, niños, bebés, mujeres, familias destruidas y conocidos que ya no están lamentablemente tanto judíos como no judíos, todos inocentes», lamenta Daniel Sicknayi.