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Librotea/Milenio Digital

El autor de “Fetiches ordinarios” nos habla del asombro al contemplar lo cotidiano y sobre la geografía de lo inmediato.

Luigi Amara recomienda lecturas que son una delicia. Foto: Verónica Maza

Verónica Maza Bustamante
Américas
En su más reciente libro, el ensayista y poeta Luigi Amara emprende una exploración íntima y filosófica de los objetos que habitan nuestra vida diaria. Fetiches ordinarios desentraña la historia, los afectos y las contradicciones que se esconden tras cosas aparentemente simples: una cobija, una vela, un paraguas. Conversamos con él sobre esta mirada que vuelve extraordinario lo ordinario. Además, nos recomienda lecturas que son una delicia.

Luigi Amara: entrevista y libros recomendados

Los objetos que nos habitan
Fetiches ordinarios, el libro más reciente de Luigi Amara, es una exploración de objetos y cosas que nos rodean de una manera muy próxima, tan inmediata que casi ya no las vemos. Parece un ejercicio de extrañamiento para volver a mirar eso que nos sostiene y define nuestros hábitos. En entrevista, nos habla al respecto.

¿De qué va Fetiches ordinarios?

Es un libro de exploración de objetos y cosas que nos rodean de una manera muy próxima, que casi ya no vemos de tan inmediatos. Es como un ejercicio de extrañamiento para voltear a ver esas cosas que de algún modo nos sostienen de pie y que definen nuestros hábitos, nuestros comportamientos, etcétera. Entonces, es una exploración de la mesa, la silla, el papel de baño, las sombras, el polvo, digamos, todo lo que de algún modo encontramos en una casa, en lo que llamo «el caparazón que construimos para guarecernos».

Hay uno que otro objeto muy mexicano. Hay uno sobre el molcajete, que probablemente no esté en los hogares de un español o de un argentino, pero intenté que fueran objetos no muy excéntricos y que todo mundo sintiera familiaridad con ellos.

¿Qué tanto somos conscientes del pasado de los objetos cotidianos?

Siempre he estado un poco clavado en cómo los objetos de la vida diaria definen comportamientos, incluso cómo nos sostienen anímicamente. Es algo que me ha acompañado y que creo que es una forma de leer la realidad. También es una manera de tomar distancia crítica frente al presente.

Parte del compromiso de un escritor es poner un pie fuera de la actualidad para poder verla. Después de haber escrito Historia descabellada de la peluca —que era una inmersión en la peluca, donde me perdí en sus efluvios y sus nudos—, ahora quise hacer una exploración más horizontal en distintos objetos. Sentía que tenían que ver con mi vida íntima, y que de algún modo era una forma de contar mi historia, pero también casi de contar la historia de la humanidad a partir de 48 objetos.

Ya no recuerdo cuál fue el primero de todos, yo creo que la cobija, que es el objeto que nos lleva más lejos en el tiempo. También quería que fuera un recorrido por el pasado de la humanidad, porque, de algún modo, cuando estamos en contacto con el fuego —aunque esté plenamente domesticado en la estufa o en el encendedor—, estamos también en contacto con los primeros seres humanos que intentaron llevar el fuego a otros lugares más allá del incendio, lo trajeron a sus hogares, lo integraron a la cocción, a la iluminación artificial, etcétera. Son exploraciones de este tipo.

Siendo un paseante, ¿cómo caminaste en el espacio reducido de los objetos?

Yo creo normalmente tendemos a no fijarnos en lo próximo porque está tan cerca que ya no nos interesa, ya no nos perturba, ya no nos interroga. No quería que mi libro fuera una exploración meramente fenomenológica, sino que fuera también una exploración histórica, filosófica y crítica, y que cada exploración de los objetos fuera como un viaje mágico, cómico y musical que me llevara al pasado.

Para entender la presencia de un objeto en el presente, muchas veces hay que, por lo menos, si no descubrir, sí rastrear su genealogía y entender que muchas de esas cosas no solo las creó el ser humano hace mucho tiempo, sino que, al crearlas, también nos fue modificando como especie.

Es un mundo que hemos creado, pero que también nos crea. Nos transforma. Es un viaje de ida y vuelta a través de la materialidad y de todos los hábitos, disposiciones y costumbres que nos genera, lo que también nos va transformando internamente, psíquicamente, no solo corporalmente. Entonces, hay un cruce entre cuerpo y mente, entre materialidad y emoción, por eso quise poner en el título la palabra «fetiches», para que existiera ese lado con el que revestimos o investimos a las cosas.

Quería hacer el ejercicio de caminar, pero hacia adentro, con esta mirada extrañada, casi distanciada. Intentar observar mi cotidianidad con ojos de sospecha, a veces incluso de paranoia. Un poco también con una mirada poética, pero al mismo tiempo crítica. Creo que la poesía hace mucho ese ejercicio de volver a ver las cosas más próximas.

El asunto es que luego se te queda el hábito y ya no puedes sentirte a gusto en tu propio espacio porque todo lo ves con esta reserva o distancia. Ya luego se te pasa y te relajas, pero sí hubo un tiempo, que coincidió con la pandemia en el que vivía en una vigilancia permanente de mi entorno. Quería justo salirme de mi zona de confort dentro de mi zona de confort, a ver qué pasaba con este experimento de descolocarme a mí mismo.

Fetiches ordinarios
Luigi Amara
Random House
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De la vela a la mesa
El objeto más complejo que Luigi observó en este recorrido, fue la vela. Explica que «nuestra relación con las velas es cada vez más distante, pero siempre tenemos un cajón para ellas, para los apagones, para ocasiones especiales. Me di cuenta de cómo, a través de la vela y un poco del fuego —y ahora, claro, a través de la electricidad— cambiamos el ciclo circadiano y conquistamos la noche, transformamos un poco el misterio de la penumbra y quizá disipamos ciertos miedos que existían en las tinieblas. Creo que fue uno de los objetos que más me llamó la atención y en el que sigo pensando todavía, porque, en última instancia, también tiene que ver con la tecnología. Una vela es un cartucho de energía, ¿no?».

¿Y cuál fue el objeto con mayor utilidad?

Podría pensar en el más versátil, probablemente. Yo diría que es la mesa, un lugar de orden y desorden, de deber y placer; puede ser cartesiana, pero también epicúrea. Mientras escribía el texto sobre la mesa, volví a ver La gran comilona, este clásico del cine. Ya la había visto antes, pero no recordaba que toda la película transcurre alrededor de la mesa: es un lugar de disfrute, exceso, hartazgo, borrachera.

Pero también el último sobreviviente de La gran comilona muere en la mesa. Eso me llevó a pensar que la mesa también puede ser una mesa de disecciones, un lugar de vida y muerte.

¿Y cuáles fueron los objetos más jocosos y placenteros?

El más jocoso es el paraguas. A veces lo asociamos con algo solemne o elegante, pero yo lo veo como un pajarraco inquieto que se rompe justo cuando menos lo esperas, en medio de la tormenta. Tiene algo de animal travieso, incluso algo de murciélago, porque despliega sus alas como si quisiera volar. El paraguas definitivamente es uno de mis favoritos en ese sentido.

El objeto más placentero es la ventana. Para mí, es un lugar de puro placer contemplativo. Me encanta el gesto de acodarse y mirar el mundo cuando llueve. Durante la pandemia pasé mucho tiempo en la ventana y me reconcilié con este espacio que es como un mirador hacia el mundo, aunque también es un lugar desde el cual nos ven desde afuera. Creo que la tarde contemplativa frente a la ventana es uno de los placeres que recuperé mientras escribía este libro.

¿Por qué tu libro puede ser un referente para el futuro?

Creo que, de algún modo, el ensayo ofrece una suerte de testimonio del presente, de lo inmediato. Si leemos a los ensayistas del pasado, además de sus reflexiones, vemos cómo le dan voz a un momento, a un contexto que, de otro modo, conoceríamos poco o nada. Por ejemplo, si leemos a Henry David Thoreau, él le da voz al bosque, y gracias a ello sabemos cosas en las que nadie más se habría fijado.

Fetiches ordinarios
Luigi Amara
Fetiches ordinarios
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Entonces, de algún modo, estos ensayos son como cartas al antropólogo del futuro, como para un extraterrestre que llegara y encontrara pequeñas estampas de lo que es la vida en la Tierra a principios del siglo XXI, una especie de vistazo a lo que significa ser humano en este momento.

Yo creo que, en última instancia, todo ensayista se pregunta eso: ¿qué se siente ser humano? ¿Cuál es la experiencia de estar vivos aquí y ahora?

¿Cómo es que las cosas te construyen?

Es una idea que se puede abordar desde muchos puntos de vista. El mundo material, los objetos, nos construyen. Hay una reflexión que tiene que ver con la evolución humana: muchos han subrayado la importancia de la tecnología, en un sentido amplio. Desde que empezamos a quebrar piedras, pero también con tecnologías más sutiles, que han desaparecido y de las que no quedan vestigios, como el rebozo o la cangurera para cargar bebés. Olvidamos que los humanos éramos nómadas y que cargar a los críos era fundamental. Probablemente uno de los primeros inventos humanos fue algún artilugio para cargar a los bebés.

Ese tipo de tecnología nos transformó; nos hizo el tipo de seres que éramos, que somos y que seríamos. Modificó nuestro cerebro, nuestro cuerpo, nuestra postura; lo que creamos termina transformándonos. Eso, que parece tan remoto, sigue ocurriendo a nivel micro en el presente. Uno se despierta y las primeras acciones ya están determinadas por el mundo material que uno mismo ha creado en casa.

Los gestos y hábitos están condicionados: uno va medio zombie por la mañana, pero todo está definido por el espacio, los objetos, la taza, la regadera… cualquier rutina. En general, todos nuestros movimientos y desplazamientos tienen que ver con una disposición espacial, física y material.

Entonces, no es una exageración decir que somos moldeados por las cosas; es completamente cierto. Es casi como si fuéramos plastilina modelada por esas disposiciones de los objetos.

¿El aburrimiento te llevó a la observación de los fetiches cotidianos?

El aburrimiento siempre lleva a lugares insospechados, ¿no? Yo escribí La escuela del aburrimiento como una reflexión sobre hasta qué punto huimos constantemente del aburrimiento, en lugar de dejar que nos diga lo que tiene que decirnos.

Muchos de los textos de Fetiches ordinarios los escribí durante la pandemia, cuando estábamos en una especie de prisión domiciliaria y no había mucho que hacer. Lo que hice fue reflexionar sobre las cosas que tenía enfrente, en lugar de encerrarme a ver series. Leí y escribí sobre lo que me rodeaba. Y creo que, durante la pandemia, mucha gente aprendió a convivir con su aburrimiento. Algunos, claro, no lo lograron. Pero conversé con lectores del libro que me dijeron: «No entendía bien lo que decías hasta la pandemia; me reconcilié con el aburrimiento y dejé de verlo como una emoción hostil.»

A veces, el aburrimiento te lleva a un lugar de autodescubrimiento. A través de él, llegas a lugares inesperados, incluso introspectivos, y eso se agradece.

Confesiones de un comedor de opio inglés
Thomas de Quincey

TAURUS

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Bueno, primero diría que, para mí, un clásico fundamental del ensayo es Confesiones de un comedor de opio inglés, de Thomas De Quincey. Es uno de mis libros formativos favoritos y al que regreso constantemente. Cada vez que puedo, lo releo no solo porque es deslumbrante desde el punto de vista de la escritura, sino también por la necesidad de introspección y autoanálisis para lidiar con un vicio. Además, es un libro estremecedor porque no solo describe los placeres, sino también los terrores del opio. Creo que es un clásico que hay que leer y releer.

Spleen de París. Pequeños poemas en prosa
Charles Baudelaire

Círculo de Poesía

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Otro libro formativo para mí son los Pequeños poemas en prosa, de Charles Baudelaire. Cuando leí esos textos entendí que era posible escribir una poesía que inventara su propio ritmo, que no dependiera de uno ya preestablecido, sino que buscara su forma sobre la marcha. En ese sentido, Baudelaire no solo escribió un libro, sino que inauguró una poética con estos textos.

Huaco retrato
Gabriela Wiener

LITERATURA RANDOM HOUSE

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Hablando de libros recientes o contemporáneos que he leído y que me han gustado, me impresionó Huaco retrato, de la escritora peruana Gabriela Wiener, que es una exploración sobre el sexo, el deseo, las relaciones amorosas, pero también sobre la relación con el padre, la herencia y el linaje, todo en clave descolonial. Es una reflexión en primera persona sobre el racismo que, en última instancia, se convierte en una especie de autobiografía colectiva que nos involucra a todos. ¡Un librazo!

Un puñado de flechas
María Gainza

Anagrama

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Otro libro reciente que me gustó mucho es Un puñado de flechas, de la escritora argentina María Gainza. Es un libro que no sé si ella misma lo cataloga como de ensayo, pero a mí me parecieron textos ensayísticos. Son como pequeñas situaciones vitales que, aunque se relacionan un poco con el arte —pues Gainza estuvo vinculada a ese mundo—, en realidad son observaciones muy sutiles que tejen una serie de temas y problemas de manera delicada, inteligente, sugestiva y, a veces, humorística. Una delicia de lectura para mí.

Horla city y otros
Fabián Casas

Seix Barral México

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Quiero recomendar también un libro de poesía y, haciendo un poco de trampa, mencionaré un volumen que compendia varios libros de Fabián Casas, el poeta argentino, titulado Horla City y otros. Es un poeta que siempre está mirando lo cotidiano, lo inmediato, situaciones aparentemente banales que, cuando logra aislarlas con la imaginación poética, se vuelven perturbadoras o iluminadoras. Son pequeñas viñetas de la vida cotidiana de Fabián que adquieren otra connotación a través de su mirada.

Poeta griego arcaico
Luis Felipe Fabre

Sexto Piso

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También recomiendo un libro reciente de Luis Felipe Fabre, Poeta griego arcaico, que es como un delirio poético en el que reflexiona sobre muchas cosas con un tono arcaizante, muy centrado en el mundo griego. El poema está obsesionado con la figura de Medusa, con el hechizo que provoca, la parálisis, la erección y la escultura. Es un poema muy complejo que retoma mitos antiguos y los trae al presente con la escritura fascinante de Fabre.

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