Nada de lo que es humano me es ajeno y el toreo como una pasión que atrae a muchos humanos me ha atraído desde siempre, y cuando digo desde siempre es porque en la casa familiar, entre mediados y finales de los años sesenta, uno de mis hermanos mayores no se perdía los domingos la transmisión de las corridas de toros que pasaban por algún canal de Tele Sistema Mexicano, el antecedente de la actual Televisa, con la crónica taurina a cargo de dos de los cronistas más emblemáticos del toreo: Pepe Alameda, que en realidad se llamaba Carlos Fernández y López-Valdemoro, y Paco Rubiales, cuyo nombre en realidad era Francisco Rubiales Calvo, ambos tenían a su cargo la conducción de las corridas de toros desde la monumental Plaza México. Con el tiempo mi afición por el ‘arte de Cúchares’ no ha mermado, me gusta el toreo clásico, sin estridencias, pausado y con temple. Un torero que vengo siguiendo desde los años 70 cuando inicia su vida taurina como novillero en su natal Apizaco, se trata de Rodolfo Rodríguez González el ‘Pana’, apócope de panadero porque ese fue uno de sus oficios a los que se dedicó para ganarse la vida, Recuerdo las incontables veces que irrumpió en los ruedos de muchas plazas como espontáneo rogando una oportunidad para figurar en los carteles taurinos, y las oportunidades le llegaron ya grande, maduro, gracias a su indiscutible carisma, personalidad única e irreverente y a su muy particular forma de interpretar el toreo lleno de estampas que nos recordaban a los toreros clásicos, pero sobre todo a su ‘pinturerismo’ y folclor tan de él, que lo convirtieron en una figura demanda en algunas de los principales plazas del mundo taurino. El pasado domingo que será recordado como trágico, en una plaza del estado de Durango (Lerdo), el destino se ensaño de forma por demás cruel con el ‘Pana’, al recibir a su segundo toro de la tarde este lo arrolló en una forma por demás violenta, no lo corneó pero lo levantó por los aires con tal fuerza que el de Apizaco cayó de bruces resultando afectado según el parte médico en más del 50% de la columna espinal, lo que le ha ocasionado lesiones permanentes e irreversibles que lo han dejado cuadripléjico por lo que necesitará inclusive de respirador artificial para poder vivir. Triste fin para este torero singular que se distinguió antes que todo por su entrega y lealtad a la fiesta de los toros. Lo escribe Marco Aurelio González Gama, directivo de este Portal.