¡Así no se quiere morir! Con los pies amarrados con cinta, las muñecas ensangrentadas por la lacerante fricción, derramando impotentes lágrimas, pensando a destellos en el pasado, el presente y el futuro. No son pocos ya, los casos de jovencitas desaparecidas.

Aquellas que venturosamente a los pocos días son “localizadas gracias a trabajos de inteligencia” pues se habían fugado con el novio, el amigo o el familiar, son boletinadas a la brevedad destacando con ironía la falta de atención de los padres, y queriendo cubrir con ésta ironía todo el espectro de desapariciones.

En otros casos se boletina que la joven X, volvió a su casa sana y salva… y fin del comunicado. ¿Qué pasó? ¿Dónde estaba? ¿Se había ausentado por cuenta propia o había estado privada de la libertad? No lo dice el boletín. Para las autoridades judiciales “apareció” y eso ya es ganancia.

Otros casos, como el reciente de Columba Campillo o el de Sebastián Préstamo Rivera, son “esclarecidos” en poco tiempo y las autoridades estatales realizan sendas ruedas de prensa para dar a conocer los hechos y tratan de darle brillo a la imagen policiaca con el clásico “aquí, el que la hace la paga”.

Hoy ya no sabemos dónde nos duele ¿en la mente, en la conciencia, en el corazón, en el cuerpo, en lo social?… por eso es que exteriorizamos un #MeDuelesVeracruz. Y encima de todo eso también nos duele la vergüenza, una vergüenza sorda por seguir vivos, porque a algunos no nos ha tocado, por hacer cuentas y pensar que “gracias a Dios, ni a mí ni mí familia nos ha tocado una situación así”. Una amistad, Martha Rebolledo, publicó en su red social un texto que toca una arista que no siempre se toca… la vergüenza que debemos sentir por el egoísmo. Les comparto un extracto:

“Hoy más que nunca tengo esa horrorosa sensación de la vergüenza. Siento vergüenza de estar agradecida, porque me parece que mi agradecimiento es egoísta, proviene de esa costumbre humana de dar gracias porque, esta vez, a mí no me tocó. Y es desgastante porque todos los días, al concluir la jornada agradezco a Dios que, al menos por este día, tanto mis seres queridos como yo estemos bien, hayamos llegado todos a casa, estemos vivos y juntos.

“¿Se dan cuenta que no agradecí la salud? Porque la enfermedad y la salud son elementos naturales de la vida. Incluso la muerte es natural, empezamos a morir desde el día que nacemos. Lo que no es natural es la incertidumbre, el dolor, el miedo, ese sentir constantemente una espada pendiendo sobre nuestras cabezas.

“…luego vinieron hechos violentos en todo el país. Que ya los había desde antes, pero se recrudecieron, se hicieron más frecuentes, más evidentes, más desvergonzados. Los levantones, los secuestros, las extorsiones, las amenazas.

“Y la violencia afectaba a todos, niños, jóvenes, mujeres, hombres, madres, hijos.

“La muerte dejó de ser natural y se volvió ominosa.

“Y cada vez son más madres llorando un hijo perdido, un hijo que les han matado o desaparecido o secuestrado… ¿Cómo le hago para no sentir vergüenza? ¿Cómo chingados las veo a la cara con mis ojos llenos de la imagen de mi hijo? ¿Cómo le hago para sentirme bien porque me felicitan por ser madre?

“…¿Cómo veo a esas madres a la cara sin sentir vergüenza por mi estúpido egoísmo? ¿Cómo las consuelo? ¿Cómo las apoyo? No hay palabras, no hay gestos, no hay nada que te consuele de la pérdida de un hijo, ni la justicia, ni el tiempo. Nada te lo va a devolver.

“La vida ha perdido su orden natural. No creo que nadie quiera festejar eso.

“Sé que el domingo las redes sociales estarán llenas de carteles de felicitaciones, de canciones, de selfies de festejos. Pero por favor, si al menos una de ustedes comparte esta vergüenza, si al menos una de ustedes entiende el dolor de estas madres… absténganse de publicar su dicha, no les pido que dejen de vivirla, sólo que dejen de pregonarla. Y en su lugar, por favor, compartan un mensaje de apoyo para todas esas madres que ya jamás escucharán un “te amo” de los labios de sus hijos.”

Tiene razón, este diez de mayo estuvo plagado de fiestas y reuniones, los restaurantes estuvieron abarrotados y las flores se agotaron. ¡Qué bueno que hay todavía cosas por las que festejar! Pero en las sobremesas, por lo bajo, y alzando los pies por los niños que corren despreocupados bajo nosotros, se habla de lo terrible de la situación, se buscan respuestas y soluciones, se requieren responsables de por qué estamos como estamos. Tal vez no se trate de eso porque es cierto que el Gobierno no debe tener el 100% de la culpa, porque al buscar culpables no se gana nada, pero desafortunadamente es lo único que nos queda.

Termina el diez de mayo y las familias cierran las puertas de sus casas, le meten llave a los dos o tres cerrojos de la puerta, cierran las ventanas custodiadas por protecciones de hierro, le echan el último ojo al perro, y los padres se van a acostar después de acostar a los hijos. Muchos agradecen a Dios el haberles permitido terminar un día más, y mañana, hoy, nuevamente la misma historia, porque no estamos entrenados para sobrevivir en una sociedad tan violenta. Un “que Dios te cuide” ya no es suficiente, pues nada de lo que han hecho los que lo han sufrido ha sido suficiente. Ellos no querían morir así. Nosotros no queremos ya vivir así.

Las marchas desafortunadamente ya son solo árboles que caen en medio de un bosque inhabitado. Es de parte del gobierno, principalmente, de donde tiene que venir la solución. En cuanto haya decisión, la solución será cuestión de tiempo… el problema es si todavía estamos a tiempo.

atticusslicona@nullgmail.com

“Más lágrimas se vierten por las oraciones atendidas que por las no atendidas”. Thruman Capote