José Emilio Pacheco.

José Emilio Pacheco fue el cuarto escritor mexicano en recibir el Premio Cervantes de Literatura en el año (2009). Es de los escritores pilares de la literatura mexicana, destacado poeta, novelista, ensayista, cuentista, traductor y periodista. Los temas más recurrentes en su obra son la niñez, adolescencia, vejez, sexualidad, la corrupción, la ciudad de México como escenario central y el tiempo.
La maravillosa obra narrativa de José Emilio, está impregnada de imaginación y recuerdos, es por ello que en el discurso que pronunció al momento de recibir el Premio Cervantes, en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, manifestó: “Tal vez la memoria inventa lo que evoca y la imaginación ilumina la densa cotidianeidad.” El parrafo antes transcrito describe claramente el pensamiento y contenido de la obra de José Emilio. Se inventa porque se extraña, se escriben ficciones para iluminar la vida, para tratar de llenar ese espacio que la vida cotidiana no llena, tal vez, en éste pensamiento esté el verdadero principio del placer.
De la abundante obra que escribió José Emilio, el libro elegido que en esta ocasión recomiendo para su lectura se titula: El principio del placer, publicado en su edición original por Joaquín Mortiz en el año 1972. Esta magistral obra se integra por cinco cuentos los cuales son: La zarpa, La fiesta brava, Langerhaus, Tenga para que se entretenga, Cuando salí de La Habana, válgame Dios, y una pequeña novela la cual lleva el título del libro: El principio del placer.
A través de estos pequeños relatos, José Emilio nos hace realizar un recorrido por las distintas etapas que hemos vivido, no importa la edad que tenga, en este libro todas las edades se encuentran descritas. Si iniciamos con El principio del placer, se encontrará en la lectura a un joven llamado Jorge, el cual es un estudiante de aproximadamente catorce años, quien vive en el puerto de Veracruz con su familia integrada por su mamá y dos hermanas, su papá es jefe de la zona militar.
Jorge se enamoró a sus catorce años perdidamente de Ana Luisa, quien al principio era amiga de sus hermanas. Se envían cartas y Ana Luisa acepta el amor de Jorge. Una vez que se empieza a descubrir el noviazgo, a Jorge le llegan los clásicos chismes que Ana Luisa era “ligerita” y se acostaba con medio mundo.
Por supuesto que al imberbe Jorge le dolía como se expresaban de Ana Luisa sus hermanas, un día Durán quien era chofer del papá de Jorge, se las ingenió y se llevó a su novia Candelaria a Jorge y Ana Luisa a la playa, estando allí Durán le dice a Jorge: “Si no te la coges ahora es que de plano eres muy pendejo. Ésta ya anda más rota que la puta madre. Durán nunca me había hablado así. No me pude aguantar y le contesté: -Mejor te callas ¿no? A ti que chingados te importa, carajo.”
Después de esa pequeña discusión, ambas parejas de novios se quedaron solos: “Ana Luisa, quiero hacerte varias preguntas. –No tengo ganas de hablar. Además ¿no que ya te andaba por quedarte a solas conmigo? Bueno, aquí me tienes, aprovecha, no perdamos el tiempo. –Sí pero quisiera saber… -Ay, hombre, seguramente ya te llegaron con chismes. No hagas caso. Te amo, te amo, te amo. Me gustas mucho me decía con un apasionamiento desconocido. Y sin saber cómo ya era de noche, ya estábamos rodando por la arena sin dejar de besarnos, le metía la mano por debajo de la blusa, le acariciaba las piernas y estuve a punto de quitarle la falda.”
Finalmente Jorge no le pudo quitar la falda, porque llegó un autobús con un grupo de muchachas acompañadas por dos monjas. Días después de ese intenso momento de pasión, Jorge estaba desesperado por otro encuentro, de pronto le llegó una carta de Ana Luisa donde se disculpaba con él, pero le decía que la relación había terminado. Jorge sufrió, lloró, pensaba que Ana Luisa sería su amor para toda la vida, en fin, qué más puedo escribir si todos en algún momento de nuestras vidas hemos sido Jorges.
Cuando la pequeña novela El principio del placer está por concluir, Jorge se va un día sólo a la playa y ve a dos parejas besándose, ella estaba en traje de baño tomada de la mano por su acompañante, eran Ana Luisa y Durán. Por supuesto que la historia tiene más personajes y mensajes, pero considero que lo esencial son las palabras que pronuncia Jorge al final: “Pero quién sabe. Sí, en mi opinión de mi mamá, esta que vivo es la etapa más feliz de la vida, cómo estarán las otras carajo.”
Con la escritura se crean mundos, visiones, ficciones, pero es importante nunca perder de vista, que por más fantásticas y geniales que sean las historias, todas o casi todas son tomadas de la realidad y las que no parten de la realidad, son hechas para ella. No significa que la literatura busca las repuesta de cómo serán las otras etapas que nos tocarán vivir, pero no olvidemos una de las máximas que escribió Cervantes en el Quijote: “El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho.”
Los libros cambian y hacen mejor nuestras vidas, José Emilio Pacheco nos cuenta que tenía ocho años de edad cuando tuvo su primer contacto con el Quijote: “En aquella mañana tan remota descubro que hay otra realidad llamada ficción. Me es revelado también que mi habla de todos los días, la lengua en que nací y constituye mi única riqueza, puede ser para quien sepa emplearla algo semejante a la música del espectáculo, los colores de la ropa y de las casas que iluminan el escenario. La historia del Quijote tiene el don de volar como aquel Clavileño. He entrado sin saberlo en lo que Carlos Fuentes define como el territorio de La Mancha. Ya nunca voy a abandonarlo.”
José Emilio Pacheco nunca abandonó el territorio de La Mancha, porque desde muy joven aprendió y comprendió que es en el arte donde está el verdadero principio del placer.
Correo electrónico: miguel_naranjo@nullhotmail.com