El mexicano se distingue por su carácter aventurero, de aventarse a lo desconocido y de arriesgarse para lograr sus objetivos, esto es muy bueno en muchos ámbitos, sin embargo, enfocado a la cuestión empresarial, financiera y de negocios conlleva un mayor riesgo en el que se encuentran en juego recursos preciados, tales como tiempo, dinero y esfuerzo.
Es cierto que todo en esta vida tiene un riesgo, sin embargo existen maneras, formas, mecanismos, instrumentos y técnicas que nos pueden ayudar a mitigar dichos peligros. Para efectos de esta columna me centraré en la herramienta más básica y fundamental para generar certeza en el mundo de los negocios y las finanzas; la planeación.
En un sentido estricto, la planeación es un proceso metódico diseñado para lograr un objetivo, es decir, tener un orden, una previsión para lograr un fin, y es justamente la falta o deficiencia de planeación lo que ocasiona muchas veces el fracaso de proyectos o negocios, nuestro ímpetu y en ocasiones la prisa por hacer las cosas rápido muchas veces nos incita a planear poco o nada.
No obstante, la planeación presenta muchas bondades, el simple hecho de contar con un plan, un camino a seguir, y establecer objetivos reales, alcanzables y sobre todo medibles le otorga un rumbo y un sentido a cualquier proyecto, modelo de negocio o el manejo de finanzas personales.
Aterrizándolo a un ejemplo, digamos que está por emprender un negocio y decide poner una lavandería en una zona transitada de su ciudad bajo la simple premisa de que tiene una corazonada de que ese negocio “pegaría”.
Ahora bien, hay tres posibles soluciones al escenario descrito:
1.- El negocio es un éxito rotundo atribuido a un buen sentido de negocios y/o suerte.
2.- El negocio apenas da para sostenerse; a la larga con pocas o nulas expectativas de crecimiento, termina por cerrar una vez recuperada la inversión.
3.- El negocio no respondió a la intuición del emprendedor, resultando en el cierre y una pérdida sustancial de tiempo y sobre todo, de dinero.
Los escenarios 2 y 3 son el común denominador, por lo que yo le pregunto a usted, apreciado lector, ¿No es preferible invertir tiempo y dinero desarrollando un proyecto que brinde mayor certeza y posibilidades de éxito a arriesgar su capital en corazonadas?
Yo creo que sí, ¿y ustedes?