No hace muchos años, existía una palabra llamada Respeto. Vamos, realmente todavía existe pero difícilmente se aplica.
Ya nadie respeta al padre y mucho menos a la madre. Ni se diga a los abuelos. Nadie respeta a los agentes de Tránsito aunque en mi niñez, ni quien les dijera nada… quizás por el arma que traían en ese entonces.
Pocos son los que respetan a la Iglesia y mucho menos a las demás instituciones, tan es así que el chiste en la Comisión Municipal del Agua en Xalapa es que Cristo (Pantoja) no ve bien a Jeru-Silem…
Por cierto, se dice que hace algunos años, si había en México tres instituciones que eran intocables (y por lo tanto, dignas de respeto), eran el Ejército, el Presidente y la Virgen de Guadalupe…
Salvo la Morena del Tepeyac, hace ya algunos sexenios que a las otras dos figuras se les perdió el respeto. ¡Ojo! No fue porque seamos mal educados, patanes, groseros, o similares… realmente se lo han ganado y lamentablemente, con sangre.
II
La burla a nuestras autoridades siempre ha existido, sólo que antes éramos discretos, se hacía “quedito”, en lo oscurito, en la calle y cuchicheando… hoy, cualquiera (en cualquiera de los sentidos que se estile la palabra “cualquiera”) le dice “Pendejo” al presidente.
Los institucionales salen a la defensa de la figura argumentando que “no cualquiera es Presidente”, aunque se les olvida que de acuerdo a la Constitución, es precisamente esa característica lo que hace que “cualquier pendejo” sea Presidente, Gobernador, alcalde, diputado o senador… representación popular.
Pero en lo que ahora estilamos en llamar “Primera Dama” (copia gringa), podría jurar que la pérdida de respeto es un caso “sui generis”, nunca antes visto… y alguien podría señalar a Martha Sahagún, pero no hay parangón más cuando su esposo, el Presidente Fox, insistía en llevarse los honores ante cada expresión, ocurrencia o disparate que decía y que luego alguien salía a componer con la clásica frase “lo que el presidente quiso decir…”
Es cuestión de voltear y Margarita Zavala es una figura respetada y respetable aunque no así su antecesora pero sin que se llegue a los extremos burlescos, ofensivos, con tintes de ultraje, injurias e insultos con cada una de sus letras, con las que se ha tratado a Angélica Rivera.
III
Vi el video donde explica Angélica Rivera cómo es que logró comprarse la famosa Casita Blanca valuada en varios millones de pesos.
Los argumentos de la señora Angélica Rivera son tan válidos para ella pero realmente incomprensibles para mí como creo que para un alto número de mexicanos que no sabemos nada del mundo de la farándula y sus negocios, por lo tanto, al menos en mi caso, no le creo a la señora pero sí le creo cuando dice que defiende a su familia y su honorabilidad. Es decir, no me convence en nada sus argumentos pero sí su devoción por sus hijas, como cuando alguien le dice: “¡Te pago mañana!” pero no se le cree y entonces mete el discurso sentimental: “¡Te lo juro por mis hijas!”
Lo que no entiendo, en lo absoluto, es quién fue el atrevido que pensó que poniendo a cuadro a la señora Angélica Rivera iba a ayudar a enderezar lo torcido… ¿porque iba a salir en la tele y los mexicanos se tragan todo lo que sale en la pantalla? ¿porque seguimos siendo vistos por los empresarios de Televisa y TV Azteca como estúpidos como para creerle a una estrella más del Canal de las Estrellas? Creo que la respuesta en medios y redes sociales les dice que fue una mala idea…
Quien debió dar la cara en este caso era Eduardo Sánchez Hernández, el vocero del Gobierno federal, para que fuera zarandeado, catalogado como pendejo, como estúpido, como lacayo, lamesuelas, idiota, prostituto o lo que usted quiera… pero no exponer a la señora Angélica Rivera, porque eso no lo hace un marido… y mucho menos un político… ¿o sí?
Espero no haberle faltado el respeto con esta columna a la señora Angélica Rivera, pero creo que con su salida a cuadro, con sus argumentos y todavía diciendo que va a vender la casa que era patrimonio de ella y de sus hijas, La Gaviota nos faltó al respeto a los mexicanos.

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