Solo los sueños y los deseos son inmortales, Palomita
Toda la obra de Edmundo Valadés se integra en tres libros de cuentos, el tercer libro con el que se concluye el mes dedicado a celebrar el centenario de su nacimiento, se titula: Solo los sueños y los deseos son inmortales, Palomita, publicado en el año de 1980. Con tan poca creación el sonorense nos dijo demasiado, porque en todos sus cuentos el lector siempre encontrará una parte donde se identifique. Los cuentos abarcan el nacimiento, infancia, adolescencia, juventud, adultez, vejez y finalmente la muerte.
El libro Solo los sueños y los deseos son inmortales, Palomita, se compone de cuentos nuevos y cuentos que ya habían sido publicados en Las dualidades funestas (1966). El contenido es el siguiente: “Palomita”, “Rock”, “Las Piernas”, “El cuchillo”, “La incrédula”, “El compa”, “La cortapisa”, “Los dos”, “La marioneta”, ¿Por qué?, “El verdugo”, “El extraño”, “Fin”.
Después de esta publicación de cuentos llegó el silencio de Edmundo Valadés, ¿Será que ya no había más que decir? Puede ser que con el transcurso de los años nuestras vidas se van convirtiendo en recuerdos que añoramos, y como el diario caminar solo es un rápido recorrido hacia la nada, tal vez, mejor valdría la pena dedicar los pocos años que nos queden por vivir a dejar de ser “El extraño”.
“El extraño” es un personaje que intenta recordar cómo fue su infancia, recuerda a su padre y algunas anécdotas: “Debo haber sido callejero. Escapaba a las calles o casas vecinas, donde podía pasarme el día jugando con mis amigos. Tendría yo tendencia a la libertad. Mi madre me ataba a veces a su máquina de coser. (Mi madre Reina en mi infancia también fue costurera). Ella es una desvaída imagen, una fugacidad inconcreta, una ternura incumplida. ¿Qué me queda además de la visión irreal de su traje blanco, bordado? Puro desarraigo de mi primera infancia. Me ha dolido siempre.”
Después de tantos años de ausencia, “el extraño” regresó a su pueblo donde había nacido y crecido, quería reencontrarse con su pasado para que le ayudara a vivir o entender mejor su presente, pero, ¿Por qué él ya era un extraño? Podría ser que nadie lo reconociera o incluso el lugar ya no fuera el mismo, sin embargo, “el extraño” llegó a expresar: “Tenía la sensación de haber perdido para siempre lo mejor que pudo haber en mí mismo. El recuerdo no encaja. Intento acercarme lo más posible a mi infancia. Voy al callejón, en el que empecé a vivir. Reconozco la casa de los dos pisos, los barrotes donde un niño metió la cabeza. Las banquetas ya no son altas.” ¿El problema será de un cambio en la estructura física?
De pronto “el extraño” ve a un niño que es su álter ego (otro yo) el cual le dice lo siguiente: “Desde aquí te veo. No me gustas. No eres lo que yo era. Tus ojos no son los míos. Tú eres otro. Yo soy feliz, no tengo ningún fardo, ningún complejo, ninguna frustración. Este callejón es mi ciudad, mi sueño, mi juego. Vivo feliz en este puerto. Soy parte de él. Todos me conocen. Voy al muelle, soy amigo de los marineros, de los pescadores, (les vendo empanadas de manjar de doña Negra y doña Nieves), me dejan subir a sus barcos. No, ese en que estás tú, no soy yo. ¡En eso me has trastocado! Te inicie en la libertad de vivir y te dejaste imponer grilletes. Te di una maravillosa infancia. La has perdido. Vete eres un extraño.”
“El extraño” es un precioso cuento que nos hará reflexionar y respondernos si hemos evolucionado o involucionado, cada quien tendrá su respuesta. Lo que sí puedo compartir desde mi “egotismo” es que entre más crecemos menos libres somos, nos convertimos en esclavos de todo, incluyendo nuestros prejuicios y no olvidemos que el rápido caminar, el día a día, es un camino hacia la nada, por lo tanto, no perdamos el tiempo en un correr tan apasionado hacia lo incierto, mejor reflexionemos en lo único concreto que tenemos, es decir, yo y el otro.
Una vez que desterremos de nuestras vidas a “El extraño”, no significa que ya resolvimos el problema trágico del hombre. Dejar de ser “el extraño” es para vivir mejor esta vida terrenal, pero cuando estemos cerca del final, nos encontraremos con la problemática existencial planteada en el cuento “La marioneta”. Este cuento se compone de dos párrafos, para ser más concreto, en 9 renglones Edmundo Valadés, nos está planteando unamunianamente el sentimiento trágico de la vida que es dejar de ser, de existir.
“El marionetista, ebrio, se tambalea mal sostenido por invisibles y precarios hilos. Sus ojos, en agonía alucinada, no atinan la esperanza de un soporte. Empujado o atraído por un caos de círculos y esguinces, trastabillea sobre el desorden de su camerino, eslabona angustias de inestabilidad, oscila hacia el vértigo de una inevitable caída. Y en última y frustrada resistencia, se despeña al fin como muñeco absurdo.
La marioneta- un payaso en cuyo rostro de madera asoma, tras el guiño sonriente, una nostalgia infinita- ha observado el drama de quien le da transitoria y ajena locomoción. Sus ojos parecen concebir lágrimas concretas, incapaz de ceder al marionetista la trama de los hilos con los cuales él adquiere movimiento. “
La muerte es un sentimiento trágico con el que se nace, es algo inevitable, irreparable, por años Facundo Cabral y Alberto Cortez cantaron: “solo aquel que ha vivido, tiene derecho a morir” y le agregaría a la letra que los que realmente viven, nunca mueren, porque hoy a cien años de su nacimiento, estamos recordando, escribiendo y meditando, sobre el inmortal Edmundo Valadés. Finalmente, solo los libros, la literatura y la cultura son inmortales, Estimado lector.
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